Paco Calvo: “Las raíces de las plantas hacen cosas flipantes y pueden comunicar estrés futuro”
El autor de ‘Planta sapiens’ indaga sobre la inteligencia de los seres vegetales y las formas en que se comunican, evalúan riesgos y toman decisiones
En 1862, durante una convalecencia médica, Charles Darwin se quedó fascinado por la forma en que trepaban las plantas de pepino, sus movimientos y hábitos, que plasmó en un novedoso trabajo académico. “Darwin vio a simple vista patrones de conducta en las plantas que todavía no somos capaces de ver hoy con el time-lapse [imágenes a cámara rápida]”, señala fascinado Paco Calvo (Barcelona, 52 años), catedrático de Filosofía de la Ciencia. La curiosidad del naturalista inglés inspiró a Calvo para fundar, hace ocho años, el Laboratorio de Inteligencia Mínima (Mint Lab) de la Universidad de Murcia, donde trata de “ver las plantas con otros ojos”. Ahora publica Planta sapiens (Seix Barral), un sorprendente ensayo que indaga sobre la inteligencia de las plantas y las formas en que los seres vegetales se comunican, evalúan riesgos y toman decisiones.
Pregunta. ¿Por qué fundó el Mint Lab?
Respuesta. Trabajaba en el marco teórico para comprender la inteligencia vegetal y veía que en otras disciplinas no estaban cerca de plantearse las preguntas que nos hacíamos. Queríamos hacer experimentos de psicología vegetal para testar la hipótesis de que las plantas aprenden, que memorizan, que toman decisiones, que su conducta es flexible; con los mismos protocolos experimentales de la literatura animal, que estamos customizando para adaptarlos a un sujeto de estudio que no se mueve como un animal. Luego hay que interpretar los datos y eso te lleva nuevamente a la parte teórica. Imbricamos el trabajo teórico, filosófico, experimental y empírico.
P. ¿De qué forma son inteligentes las plantas?
R. Son inteligentes a su forma. Tenemos que salir de la visión ombligocéntrica y de buscar una inteligencia que se parezca a nosotros. Tienen sus propios problemas y aportan sus soluciones. Si yo tengo raíces, no me pidas que salga por patas cuando venga un depredador. Pero podemos encontrar una llave maestra: para mí es distinguir entre una conducta meramente adaptativa y el repertorio conductual ante adversidades concretas. Necesitas que esa conducta flexible sea anticipatoria. En las plantas, esta necesidad de anticipar es todavía más importante porque son sésiles, no se desplazan: si una planta trepadora tarda en llegar al árbol hospedero puede ser fatal. La inteligencia es una conducta que, aparte de ser adaptativa, debe ser suficientemente flexible, anticipatoria y estar dirigida a metas.
P. Vemos a las plantas como pasivas. ¿Deberíamos pensar en ellas de otra manera?
R. Sí. Las plantas no son lentas ni rápidas, crecen a la velocidad óptima a la que tienen que crecer. Lento es desde tu marco de referencia. Con las plantas puedes hacer time-lapse para acelerar su conducta y apreciarla desde mi escala temporal de observación. Las plantas son cualquier cosa menos pasivas, se sacan las castañas del fuego.
P. ¿Pueden aprender?
R. Es una hipótesis empírica, como decir que una abeja o que un pulpo aprenden. No hay que creerlo por dogma, hay que testarlo, como hacemos en el Mint Lab. El error sería descartar la posibilidad de que existiese el aprendizaje vegetal por el hecho de que carezcan de neuronas. Hasta ahora, el aprendizaje se relaciona con cómo modificas las sinapsis entre tus neuronas, pero si consideramos que cualquier forma de vida podrá o no aprender gracias al sustrato que tenga, podemos customizar los protocolos experimentales. ¿Pueden aprender las plantas? Obviamente. ¿Hay evidencia de que exista determinada forma de aprendizaje? No, estamos trabajando en ello, cuando tengamos resultados sólidos podremos compartirlos con la comunidad científica.
P. ¿Se comunican?
R. Sí, de muchas maneras: por vía aérea, a través de compuestos volátiles orgánicos, algo que usan para comunicarse bien con otras partes de la misma planta o bien con plantas distantes. Las plantas son sensibles a gran cantidad de parámetros bióticos y abióticos: monitorizan información del exterior y del interior, y tienen percepción de su propio cuerpo, dónde están con respecto a quién. La planta tiene que comunicarse incluso dentro de su propio cuerpo para optimizar sus recursos. La comunicación es mediada por hormonas, se conocen los canales, las vías de señalización, involucra campos eléctricos y magnéticos. Esa información la transmiten a través de las raíces, la bioelectricidad es fundamental, no todos son fitohormonas. Hay una infinidad de canales y de fuentes de información que tienen analizar en tiempo real.
P. El libro arranca con un experimento en el que usted anestesia a una mimosa, esas plantas que retraen las hojas al tocarlas. Entonces, ¿tienen cierto tipo de conciencia?
R. Esto es muy polémico y controvertido. Cuando hablamos de conciencia o de inteligencia en el caso de los animales, se nos olvida de que la inteligencia o la conciencia no es algo que nosotros podamos observar: puedo inferirla a partir de la conducta. Cada vez abrimos más el melón y hablamos de que hay inteligencia animal fuera de los mamíferos con corteza cerebral. Uno de los indicadores que usa la comunidad científica es el rol de la anestesia: cómo responde un sujeto ante la exposición a una molécula que te inhabilita temporalmente de realizar tus patrones de conducta habituales. No tengo acceso directo a la sintiencia del animal, pero veo que con el anestésico pierde algo que después recupera. ¿Qué significa salir de la anestesia? Volver a tener vida interna. Si superamos ese prejuicio inicial sabemos que la anestesia altera las propiedades de membrana de las células vegetales, que es lo mismo que pasa con las neuronas. Si el mecanismo subyacente es el mismo, ¿por qué no llegamos a la misma conclusión cuando es una planta? Por un prejuicio. La intuición potente es que recupera la sintiencia.
P. ¿Qué es lo más sorprendente que ha visto hacer a una planta?
R. Si veo una planta trepadora dando vueltas y acelero su movimiento, soy capaz de apreciarlo porque se parece a lo que nosotros haríamos. ¿Pero por qué tiene que parecerse? En un patrón de crecimiento aburrido puede subyacer algo muy importante, como se puede ver si insertamos unos electrodos y registramos la actividad eléctrica de la planta. Sufrimos de ceguera con las plantas: la mitad está en el subsuelo, y en las raíces pasan cosas asombrosas, hacen cosas flipantes. Las raíces se pueden comunicar situaciones de estrés futuro: si tienes varias plantas con raíces en dos tiestos distintos, y cuyas raíces se comunican, si a la primera maceta la sometemos a un estrés químico o hídrico, y a las dos siguientes las tenemos en buenas condiciones, la primera le comunica el estrés a las demás y las plantas empiezan a parar máquinas y a reducir metabolismo. Es la capacidad de anticipación mediada por comunicación interindividuo.
P. ¿Cómo reaccionan los vegetales ante sus depredadores?
R. Uno de los ejemplos más fascinantes es el de las tomateras que convierten en caníbales a las orugas que las atacan: segregan unas sustancias que hacen que la oruga la encuentre poco apetitosa y acabe comiéndose a la oruga que tiene al lado. Otras plantas contratan a un guardaespaldas: tienen un herbívoro que está comiéndosela, manda una señal química que atrae al depredador natural del herbívoro y se lo quita en medio.
P. Darwin fue el primero que empezó a hablar de conductas de las plantas. Entonces, ¿tienen un comportamiento?
R. Sí. En las plantas la conducta se manifiesta en forma de plasticidad fenotípica: patrones de desarrollo y de crecimiento.
P. ¿Y personalidad?
R. Hay que distinguir la conducta meramente adaptativa de esos patrones ricos, flexibles, anticipatorios del aprendizaje. Si hay aprendizaje tendrá que ver con la exposición del individuo al medio: un perro al que le hayan dado palos y otro, caricias, se van a comportar de manera distinta. En el caso de las plantas vemos que no puede venir todo escrito en los genes, que mucho tiene que ver con la interacción con el entorno, que distintos individuos se van a comportar de distinta manera por su experiencia.
P. ¿Las plantas escuchan?
R. Hay buenos indicios de que sí, hay mucho trabajo en fitoacústica, acústica vegetal, y es fascinante, pero muy reciente y tenemos que hacer experimentos en laboratorios independientes. La planta es sensible, mecanosensorialmente hablando, a ondas, que impactan sobre su superficie corporal, es una información que procesa.
P. ¿Duermen?
R. Hay que hacer el mismo ejercicio y sacudirnos las etiquetas. Las leguminosas, por ejemplo, pliegan las hojas de noche y por la mañana las despliegan. Si tú no puedes dormir, compras melatonina en la farmacia; las plantas biosintetizan su propia melatonina y el pico de concentración de melatonina coincide con esa hora del plegamiento foliar para “irse a la cama”, igual que en animales. La molécula es la misma, pero cuando la comunidad científica lo aceptó, decidieron llamarla fito-melatonina. Alguna coincidencia tiene que haber en el hecho de que las concentraciones, el pico y el valle, coincidan con la hora en que se pliegan las hojas cuando se hace de noche. ¿Cuál es la llave maestra? Tener relojes circadianos, igual que nosotros. Toda la vida necesita reposar, pero no necesitan tener fase REM.
P. ¿Cambia el comportamiento entre las plantas de la agricultura y las salvajes?
R. Con la agricultura hemos ido esculpiendo el fenotipo de las plantas y poniéndoles las cosas fáciles: a una planta trepadora le pongo una caña y crece bien. En esta planta domesticada que trepa, la distancia en el tallo entre los nodos se acorta, con lo que la planta tiene movimientos más rígidos, no hace una gran lazada como una planta silvestre, porque tiene asegurado el palo y no necesita salir a explorar. Si yo tengo una cámara cenital para registrar el patrón de movimiento podré ver desde arriba cómo la planta va creciendo, va oscilando y yo voy viendo ese círculo. Si tú te vas a una planta silvestre, verás que los movimientos son mucho más erráticos, en zigzag, irregulares, porque el fenotipo de la planta es distinto, su movimiento no está circunscrito a un patrón circular tan rígido. Su comportamiento al crecer va a variar.
P. El Pentágono aportó fondos al Laboratorio de Inteligencia Mínima. ¿Qué les interesa de su trabajo?
R. Hasta el pasado diciembre, tuvimos un proyecto con el Departamento de Defensa sobre fitobioinspiración —inspiración vegetal— para la robótica y la inteligencia artificial. Cuando inspiras un robot lunar —como un rover— en el modelo animal, heredas las virtudes y miserias de ese modelo: puede desplazarse rápido, pero si se engancha en una grieta se acabó la exploración. Nosotros investigamos sobre growots, los robots que crecen, y que se quitan todos los problemas relacionados con la locomoción, es decir, crecerían por encima de la grieta. Si no inspiramos nuestros modelos de robótica en sistemas vegetales, en sistemas biológicos distintos de los de locomoción, se nos escapan oportunidades.
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