Estos pinares han resistido a las llamas este verano tras ser sometidos a fuegos preventivos
La gestión forestal para reducir el exceso de combustible en los bosques ayuda a frenar los grandes incendios. Greenpeace denuncia que no existen datos sobre la inversión en estos trabajos en España
La imagen aérea que encabeza este artículo fue tomada el pasado 27 de julio, en la zona de Cortijo de Huertas, en el término municipal de Tejeda (Gran Canaria), justo tras el paso de un incendio forestal que afectó a 431 hectáreas de superficie. Según el servicio de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, los pinares señalados con una línea roja no solo sobrevivieron a las llamas, sino que ayudaron a controlarlas actuando como cortafuegos. Estos árboles resistieron a un peligroso incendio en pleno julio después de ser sometidos en inviernos anteriores a lo que los bomberos forestales denominan quemas prescritas, una técnica que utiliza el propio fuego de forma preventiva para aumentar la resistencia de los bosques frente a los incendios. “Es como si hubieran sido vacunados”, asegura Federico Grillo, director de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria.
La aparición de los monstruos de fuego tiene mucho que ver con las condiciones climatológicas, pero también con la acumulación de madera y vegetación en los espacios forestales. Por ello, expertos en extinción demandan incidir más en la prevención en España, por medio de más gestión forestal y el uso de este tipo de quemas prescritas para reducir el material inflamable en las zonas con mayor riesgo. La propia organización Greenpeace publicó este miércoles un informe sobre grandes incendios forestales en el que considera urgente aumentar la gestión forestal. A pesar de la creciente alarma generada por los incendios, según los ecologistas, no existen datos generales de cuánto se está invirtiendo en gestión forestal para prevenir estos fuegos y la superficie forestal gestionada en el país sigue siendo “un misterio”.
Los árboles supervivientes de Gran Canaria son un ejemplo de los trabajos forestales que se pueden llevar a cabo para reducir el impacto del fuego en verano. “Podríamos haber pasado un buldócer y haber despejado una zona de 200 o 300 metros alrededor, pero aquí no utilizamos esa metodología de cortafuegos, llevamos a cabo una actuación más blanda con menos impacto: aparentemente uno no ve un cortafuegos, ve un pinar, pero se trata de un pinar tratado”, comenta Grillo. El tratamiento consiste en podar los árboles para que las copas queden altas y en dejar muy poco matorral y hojarasca de pinocha (acículas de pino) en el suelo. “Eso se hace con quemas prescritas, fuegos que realizamos en invierno, con una longitud de llama muy pequeña y con mucha humedad”, detalla.
Como explica el director de Emergencias, a partir de variables como el territorio o la meteorología, así como el registro histórico de los fuegos, ponen en marcha de octubre a junio lo que denominan “incendios de diseño”, para establecer trincheras, líneas de defensa contra las llamas. Según detalla, uno de los objetivos es compartimentar el territorio para que los incendios no se hagan grandes y no salten de una zona a otra, pero también se busca proteger zonas de alto valor económico o ecológico. “Con estos tratamientos hemos conseguido que los incendios que vienen de copa se frenan automáticamente al llegar a las áreas de baja carga, que el fuego baje a la superficie y que se quede con una llama pequeña, de tal forma que o bien se apaga por sí mismo o lo apagamos fácilmente”, destaca. En el caso del incendio de Tejeda de la semana pasada, los servicios de extinción canarios han estimado que el fuego amenazaba un área forestal de 11.000 hectáreas, pero finalmente la superficie afectada se quedó en 431 hectáreas. Además, las imágenes de satélite muestran que dentro del perímetro de la zona afectada han quedado 14 hectáreas intactas y otras 139 hectáreas con un impacto bajo.
Ferran Dalmau-Rovira, ingeniero forestal y director de la consultora ambiental Medi XXI GSA, considera necesario aumentar este tipo de fuegos preventivos en toda España. Según subraya, “una quema prescrita es un fuego de baja intensidad, es un bisturí aplicado por un cirujano”. Se parece muy poco al incendio que salta en lo peor del verano, con temperaturas extremas y un ambiente muy seco. Al contrario, como recalca este experto en extinción, “en un fuego prescrito tú eliges el día, eliges el tamaño de la llama, eliges que los bomberos lleguen antes, eliges la humedad, eliges la temperatura, eliges el viento...”. Para Dalmau-Rovira, esta es una herramienta que permite aumentar la resistencia de los bosques y defiende que habría que realizar este tipo de quemas preventivas en 100.000 hectáreas anuales de suelo forestal en todo el país.
“Necesitamos quemar de forma prescrita para evitar los peores incendios forestales y tener al menos una parte del territorio con menos de 10 toneladas por hectárea de combustible y de materia seca para poder tener incendios que podamos apagar”, sostiene el ingeniero forestal. “Si no tenemos eso, no los podremos apagar”.
Fuera del ámbito de la lucha contra los incendios forestales, hay colectivos que no están de acuerdo en poner tanto énfasis en la “limpieza” de los bosques de maleza o vegetación acumulada, por considerar que esta cumple una función importante. Voces como el catedrático de Ecología Daniel García o el profesor de Ecología Mario Quevedo, ambos de la Universidad de Oviedo, han defendido la necesidad de que el monte esté “sucio”. Por su parte, la organización ecologista Greenpeace se posiciona a favor de una mayor gestión forestal, con quemas preventivas incluidas. “Desde Greenpeace estamos a favor de las quemas prescritas, el fuego puede ser una buena herramienta para gestionar el monte”, afirma Mónica Parrilla, responsable de la campaña de Incendios de la organización, que considera que estos fuegos controlados por personal cualificado pueden servir también para reducir la quema de pastos tradicional, que cada vez conlleva un mayor riesgo por las condiciones climáticas. “Se habla mucho de gestión forestal, pero no se aterriza en qué consiste”, comenta Parrilla, que insiste en la poca información que existe sobre los trabajos de prevención que se realizan en el país. Según comenta, “todavía se sigue priorizando una estrategia de extinción frente a la prevención”, por lo que las partidas presupuestarias de las Comunidades Autónomas sobre incendios no suelen reflejar cuánto se está dedicando a la gestión forestal para prevenir los grandes fuegos. Para Parrilla, esto resulta especialmente chocante en un contexto de emergencia climática. “El cambio climático está cambiando el comportamiento de los incendios, por eso debe estar en el centro de todas las estrategias”, insiste.
Como detalla el director de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, aunque llevan ya más de 20 años realizando quemas prescritas en la isla, no dejan de sorprenderles resultados como el del incendio de Tejeda y no paran de aprender. “Las llamas en invierno puede tener efectos muy beneficiosos para el ecosistema, nos encontramos con cosas sorprendentes, pues el fuego de baja intensidad genera una gran diversidad de procesos”, explica Grillo. “Normalmente, cuando hacemos una quema, avanzamos muy despacio, con mucho cuidado, de forma muy quirúrgica, salvando plantas que nos interesan o eliminando otras que no queremos”. Según destaca, esto da tiempo a muchos animales a salir de la zona, mientras que otros se resguardan subiéndose a los árboles o enterrándose. “Evidentemente, algunos pueden morir”, reconoce.
“Cuando tienes un bosque homogéneo donde todo es igual y generamos estas parcelas que además suelen ser pequeñas, aquí y allá, creando un mosaico de diferentes épocas y diferentes estructuras, vemos que se recuperan bien”, comenta el responsable de Emergencias. “De cara a los animales, observamos un cambio, es como algo nuevo que generas en un todo homogéneo”, incide. “Yo lo comparo a cuando abren un McDonald’s en un pueblo, que los primeros días está lleno de gente, en las parcelas que quemamos se ve mucha actividad en los días siguientes, aves buscando insectos, conejos escarbando...”, comenta. “Esta es otra estrategia diferente a la de limpiar únicamente el monte o la conservacionista de no tocar nada”.
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