Las aves acuáticas crían cada vez menos en Doñana a causa de la sequía, la agricultura intensiva y el turismo
Las especies reproductoras retroceden en la reserva, que sufrió en 2022 su récord de temperatura máxima y escasez de lluvias
El deterioro de Doñana se agrava con los años a pesar de que las recientes lluvias hayan aliviado la pertinaz sequía y dado un respiro a sus humedales este invierno, un espejismo a juicio de los biólogos. Las principales víctimas de esta cuesta abajo ecológica son las aves acuáticas reproductoras, cuya población está en franco retroceso, ya que la falta de lluvias, la agricultura intensiva de las fresas y el turismo han minado la última década los valiosos humedales, su medio de vida natural.
La evolución del medio centenar de estas aves en la emblemática reserva entre 2004 y el año pasado demuestra un retroceso generalizado. Solo dos de las 24 especies analizadas por los investigadores de la Estación Biológica de Doñana, perteneciente al CSIC, presentan una tendencia positiva. El resto decae, según un análisis de la organización conservacionista SEO Bird Life.
“Constatamos el grave descenso y una tendencia muy regresiva desde 2019 en la biodiversidad de los ecosistemas acuáticos. Las razones son varias: la sobreexplotación de masas de agua por la agricultura intensiva, el mal estado del agua y la mala depuración, los agroquímicos y el calentamiento global”, ha censurado Carlos Dávila, responsable de la oficina técnica de esta ONG en Doñana, este jueves, Día Mundial de los Humedales de la ONU. El 85% de estas reservas en España están en malas condiciones, según SEO Bird Life.
Hasta hace una década, los pollos de flamencos, cercetas, porrones o aguiluchos laguneros nacían y crecían en las lagunas dulces de Doñana, pero cada vez lo hacen de manera más residual. “El récord de temperaturas en 2022 no es el futuro, es el presente, y la tendencia de lluvias es cada vez más escasa. Son necesarias medidas urgentes para revertir el actual consumo insostenible de agua, además de otras amenazas como la predación de jabalíes, la mala gestión de la ganadería extensiva y la caza ilegal”, añade el experto.
El Ministerio para la Transición Ecológica presentó el pasado noviembre un plan de choque de 356 millones para comprar fincas agrícolas y obras de canalización que recuperen el acuífero y las marismas, mientras que la Junta avanzó que también presentaría un paquete de medidas, pero aún no ha movido ficha.
Los biólogos que han seguido las aves sobre el terreno subrayan cómo el fumarel común y el porrón pardo no crían desde 2018 y están consideradas como reproductoras desaparecidas, la cerceta pardilla está en peligro crítico de extinción y solo quedan 13 parejas reproductoras en el parque. Mientras, el futuro del aguilucho lagunero occidental es sombrío: en 2005 se contaron 36 parejas, en 2021 tres y en 2022 ninguna.
Las únicas excepciones son el flamenco común, cuya población tiene un crecimiento interanual del 14%, aunque no ha tenido intentos de cría desde 2019, y la malvasía cabeciblanca, con un incremento del 12%, pero que tampoco se reprodujo en 2021, el peor año de los últimos 15 años.
En 2022 el censo de aves fue de 80.880 ejemplares, la segunda peor cifra de toda la serie histórica y muy alejada de los años de bonanza en la reserva a principios de los años 90, con más de 600.000 aves que invernaban en Doñana.
“Es muy destacable el descenso de la cerceta pardilla porque, efectivamente, era el pato mas abundante de la marisma de Doñana, que era un hábitat idóneo para esta especie, al ser un pato nadador adaptado a los humedales temporales y dinámicos del Mediterráneo. Hoy día, la marisma se seca demasiado pronto para esta especie, que nidifica en verano”, destaca Andy Green, profesor del grupo de ecología de humedales de la Estación Biológica de Doñana. El experto añade: “La marisma se ha convertido en un filtro verde que depura aguas residuales de las poblaciones y abonos de la agricultura, y eso tiene mucho impacto sobre las aves nidificantes”.
Doñana sufrió en el año hidrológico 2021-2022 uno de sus peores periodos desde los años 70, con solo 282 litros por metro cuadrado de lluvia, el peor año de la última década. La temperatura media anual fue la mayor registrada, con 18,5 grados, y también se registró el pico jamás medido, con 46,3 grados. Estos extremos provocaron que la laguna de Santa Olalla se secara por completo, algo que solo ha ocurrido antes en 1995 y 1983.
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