Xàbia, el pueblo que aprendió a beber del mar
El municipio alicantino fue pionero en instalar una desaladora después de sufrir los efectos de una sequía en 1999
En el restaurante Cande de Xàbia (Alicante) el lavavajillas lleva años sin estropearse. Situado a escasos cien metros de la playa de la Grava, su salón permanece al completo durante los meses de julio y a agosto sin interrupción. La dueña, Cande Ros Vivens (59 años), sabe que el agua del mar les ha salvado el negocio. Bajo unas gafas de ver de color amarillo, la mujer observa desde la barra que todo esté en orden en las sobremesas de los clientes. Veinticinco años atrás, a esa misma hora, la mujer corría junto a sus hijos y sobrinos a cargar agua en la furgoneta en alguno de los depósitos que el Ayuntamiento instaló en las calles. El pueblo estaba envuelto en el caos.
En el verano de 1999 una fuerte sequía afectó a numerosos municipios de Alicante y Andalucía. Las autoridades se vieron obligadas a imponer fuertes restricciones y cortes de agua. La solución inmediata fue instalar depósitos de poliéster para una recogida manual de agua. “Nos despertábamos los primeros para poder tener agua durante el día en el restaurante, pero cuando llegábamos, siempre había otro que había madrugado más que tú”, recuerda Ros. “Era una lucha entre los vecinos, a veces perdías. Tenías que ir a mediodía con todo el calor, llevarte a los conocidos que tenías para cargar todo lo posible. No se podía utilizar el agua salada para nada. Si lavabas los platos con ella se estropeaban, no era higiénico. La maquinaria, el lavavajillas, todo se estropeaba cada dos por tres”, añade.
Xàbia tiene actualmente una población estable durante el invierno de unos 30.000 habitantes. En el verano se superan los 120.000. Esta cuadruplicación de la población supuso a finales de los años 90 y principio de siglo una asfixia insostenible para los recursos hídricos de la zona. Los acuíferos y los pozos de los que bebían los habitantes estaban al límite y las sequías provocaban fuertes desabastecimientos como el del 99. Así, en vistas del boom inmobiliario y turístico del lugar, el PSOE , que entonces gobernaba en el municipio, decidió copiar el modelo de las islas y emprender un proyecto de instalación de una planta desalinizadora que se combinara con la toma subterránea de los acuíferos. En 2002 ya se encontraba a pleno rendimiento.
“Al principio la gente no quería o le daba miedo porque nos suponía un sobrecoste en el precio del agua que fue muy grande. Pero ahora mismo no podríamos vivir sin el agua del mar. El nivel de turismo de la zona es tan exagerado que sin esa agua habríamos desaparecido”, confiesa Ros. Jose Luis Henarejos (57 años) es actualmente director gerente de la empresa municipal de aguas AMJASA que gestiona la planta, y era el concejal de turismo y aguas en 1999, cuando se aprobó la instalación de la planta. “Fue un proyecto innovador. En la Península no existían apenas ejemplos. Hubo cierto recelo por eso mismo, de hecho no logramos obtener ninguna subvención. Se ha ido pagando gracias al incremento en su momento de las tarifas del agua, pero los precios se mantienen estables desde el 2008 y resulta rentable”, explica. El proyecto contó con un grupo de técnicos del CEDEX (Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas) que en ese momento se encontraba investigando esta posible alternativa ante la previsión de crisis hidrográficas.
Desde las cristaleras del IDAM Xàbia —así se llama la planta desalinizadora—, puede contemplarse la ladera de Xàbia donde año tras año han ido edificándose los chalets y urbanizaciones que representan mayor consumo de agua. Este año, se han cuantificado un total de 11.500 piscinas en todo el municipio. “Las piscinas representan un 20% del consumo, y los jardines un 30%. Es una barbaridad. Se ha implantado un modelo urbanístico californiano sin tener los recursos suficientes. La planta es lo que nos da de beber y nos salva, pero hay que domesticar y concienciar a la gente”, explica Henarejos.
Este año, la zona se ha salvado de las sequías que afectan a las regiones de alrededor. “Siempre vamos a la contra. El acuífero se ha mantenido bastante bien”, cuenta Javier Marco, jefe de la planta por parte de la empresa Acciona, que desde 2002 tiene la concesión de gestionar la instalación. “Durante este verano estamos procesando un caudal de agua que se reparte entre la planta y los acuíferos con un porcentaje de 60-40, respectivamente. De lo que se trata es de que los pozos se mantengan llenos e ir jugando. No abusar del mar. Hay que mezclar e integrar los recursos”, continúa.
La capacidad de producción por día de la planta ronda los de 28.000 metros cúbicos de agua, cifra que durante el verano se ha alcanzado en algún momento, sobre todo cuando algún municipio de la zona les demanda suministro. “Por ejemplo, hoy nos han pedido desde Teulada de Benitachell, donde siguen bebiendo de los pozos y tienen los mismos problemas que teníamos nosotros hace 20 años”, cuenta Henarejos . “Si el turismo masificado sigue creciendo, será insostenible para la región con el sistema de captación de agua por tuberías. Lo ideal es que se integren en nuestro modelo de desalinización. Hay un proyecto para ampliar la capacidad con dos bastidores más, hasta llegar a los 43 mil metros cúbicos”, añade. “Ellos miran los pantanos que tienen dentro, nuestro pantano es el mar. Se trata de aprovecharlo con coherencia”, finaliza.
— ¿Y si se produce una crisis hidrográfica o una emergencia climática?
—Existe un plan de emergencias con varios puntos. En 2016 hubo que aplicarlo porque fue un año donde el acuífero estaba bajo mínimos. En esa situación te toca elegir. Se corta el agua en aquellos lugares donde hay un gasto excesivo.
—¿Por ejemplo?
—Los jardines. En muchas urbanizaciones se tienen los riegos durante la noche para tener la hierba húmeda. La noche debería ser el momento del día con mínimos de consumo. Pues bien, en muchos sitios representa el máximo. En una situación de emergencia habría que cortarles el agua esporádicamente para abastecer al resto.
En la Grava el calor aprieta después de comer. La playa tiene un agua limpia y templada, muy parecida a la de Ibiza, que se encuentra a algo más de dos horas en barco, unos 190 kilómetros. Es una playa de piedras blancas donde todo brilla y que en la temporada estival disfrutan sobre todo los turistas europeos y españoles. Un hombre ataviado con unas zapatillas de correr y la camiseta atada a la cabeza se muestra algo desorientado en el paseo marítimo. Una joven socorrista camina con prisa hasta que él le detiene de golpe. “Where is the shower? (¿Dónde está la ducha?)”, pregunta él en inglés haciendo el gesto de darte agua con la alcachofa. “There is not. Not on this beach (No hay. No en esta playa)” responde ella mientras se marcha. Xàbia bebe del mar, pero se ducha en casa.
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