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Ángel Milagro, el ingeniero español que lleva a Japón a la Luna: “La idea es que en 2040 haya mil personas viviendo allí”

El joven pilota las naves de una de las mayores empresas con intereses lunares del país nipón

Ángel Milagro
Nuño Domínguez

Ángel Milagro planeó el primer aterrizaje privado en la Luna sentado en su pupitre de la infancia. El joven ingeniero espacial es director de misiones de Ispace, una empresa japonesa valorada en más de 200 millones de euros. En Tokio había un equipo de más de 20 especialistas a sus órdenes con un objetivo: posar una sonda robótica en el satélite, algo que por entonces solo habían conseguido Estados Unidos, China y la India; y ninguna firma privada. Pero era 2022, y con medio mundo confinado por la peor pandemia del siglo XXI, Milagro lo dirigía todo desde casa de sus padres en Alfaro, un pueblo de La Rioja de menos de 10.000 habitantes, a más de 14.000 kilómetros de la capital nipona. Cada día, cuando se sentaba a trabajar, veía en el corcho de la pared las viejas fotos de sus amigos, de la roja celebrando el Mundial de Sudáfrica, y uno de sus primeros dibujos de niño: una nave espacial.

“Siempre me había gustado el espacio de verlo en National Geographic, Discovery Channel y todos esos canales de antes de que hubiese YouTube”, explica Milagro sonriente en una cafetería del Aeropuerto de Madrid, pocas horas antes de regresar a Tokio. El especialista riojano de 35 años se formó en la Universidad Politécnica de Madrid y trabajó para la Agencia Espacial Europea en proyectos como la red de satélites Galileo en Alemania. En 2022, estancado y confinado por la pandemia, decidió aceptar la propuesta para ser jefe en la compañía nipona, para la que ya está diseñando su cuarta misión, que será la más compleja.

“La idea es que para 2040 haya unas mil personas viviendo de forma permanente en la Luna, y unos 40.000 turistas al año”, aventura el responsable. De hecho, los jóvenes que ahora estén estudiando ingenierías serán la primera generación de profesionales que puedan viajar al satélite para trabajar, vaticina.

El tractor de esta nueva conquista lunar —esta vez por explotar sus recursos— es la pugna entre Estados Unidos y China por ser los primeros en llegar. Del lado occidental, un puñado de empresas están lanzando misiones de apoyo, transporte y exploración inicial. La nipona Ispace es una de ellas, con un contrato con la NASA para aterrizar en el polo sur en 2027. En este caso, desplegará un pequeño vehículo de exploración y varios instrumentos para buscar helio-3, un elemento que puede alimentar futuras centrales de fusión nuclear, y ser de gran interés comercial en la Tierra, donde es escaso y crucial para imagen médica y tecnologías cuánticas. Este verano, la NASA anunció que espera tener una planta de fisión nuclear en el año 2030.

El 25 de abril de 2023, el centro de control de Ispace en Tokio perdió la señal de su primera nave, la Hakuto-R. En la retransmisión en directo podían verse las caras de circunstancias de todo el equipo, incluida la de Ángel san, que ya había podido salir de La Rioja y ponerse al mando de su equipo en Japón. Fueron horas y luego días de incertidumbre hasta que los responsables entendieron que habían topado con uno de los problemas más comunes a la hora de aterrizar en la Luna. El módulo pasó por encima de un cráter y el software no fue capaz de gestionarlo. A pesar de que la sonda se estrelló, los responsables de la compañía consideraron que el intento había sido “un éxito”, recuerda Milagro, pues había conseguido la mayoría de sus objetivos marcados, excepto el último.

Ángel Milagro, en el centro, en la unidad de control de Tokio durante los momentos previos al alunizaje de la primera misión lunar de ispace, en 2023.

Este verano, el centro de control también perdió el contacto con su segunda nave, que transportaba al Tenacious, un pequeño vehículo de exploración que pretendía ser el primero de Europa en llegar al cuerpo celeste. Fue un duro golpe, pues en esta ocasión las expectativas eran más elevadas. La causa más probable del fallo estuvo en el láser que calcula la distancia a la superficie, que comenzó a funcionar demasiado tarde y no pudo evitar que la sonda cayese sin control en Mar del Frío, en el extremo norte. “Estos sensores hay que validarlos en la situación específica de la Luna, en un aterrizaje a 5.000 kilómetros por hora. Y es muy complicado hacer tests relevantes en la Tierra. Para la empresa hubiera sido mejor que el aterrizaje saliera bien, pero para los ingenieros este fallo ha sido una lección muy importante, porque nos ha enseñado muchas cosas, aunque de la manera más dura”, argumenta Milagro.

A pesar de estos dos reveses, la compañía sigue adelante con otros dos proyectos, uno con participación de la NASA, y otro en colaboración con el Gobierno de Japón. El primero apunta a la misma zona de la cara oculta que pisarán los astronautas estadounidenses de la Artemis 3, prevista para 2027 —aunque con serias dudas de que se pueda mantener esta fecha por los problemas técnicos de su contratista Elon Musk—. Los japoneses sí contemplan llegar a tiempo. Su misión M4 requerirá un módulo de aterrizaje y dos satélites de comunicaciones para poder escuchar a la nave desde la cara oculta.

Resilience sonda lunar de Japón

Takeshi Hakamada, un ingeniero aeroespacial japonés de 45 años entusiasta de la ciencia-ficción y el espacio, es el fundador y director ejecutivo de Ispace. Su primer objetivo fue ganar el Lunar X Prize de Google y, tras el primer revés financiero, fundó esta nueva empresa con la que ha conseguido levantar cientos de millones de euros en financiación, aunque las acciones han caído mucho desde el revés de este verano. Otras sondas privadas, como la israelí Beresheet, o estatales, como la rusa Luna-25, que se dirigía al polo sur, también sucumbieron al reto del alunizaje en 2019 y 2023, respectivamente.

El ingeniero espacial Ángel Milagro posa en el aeropuerto de Barajas en Madrid

¿Por qué es tan difícil volver, si ya se consiguió llevar astronautas allí hace medio siglo? Una explicación es el dinero, reconoce Milagro. “Los presupuestos que se usaban en la época del programa Apolo de Estados Unidos eran virtualmente infinitos. El objetivo era llegar como fuera. Ahora lo que se busca es que los viajes sean rentables, que cuesten lo mínimo y generen el máximo beneficio. Por eso es tan complejo”, detalla el ingeniero.

Dos corporaciones estadounidenses ya han logrado alunizar, aunque solo una con pleno éxito: Firefly Aerospace, en marzo. Ispace todavía puede ser la primera de Asia y con ello superar también a Europa. El gran objetivo de la compañía es poder hacer mejores tests en tierra que se acerquen a la situación real. El ingeniero riojano ya está volcado en el desarrollo de la cuarta misión, mientras la tercera, que es parte del programa Servicios Comerciales de Carga Lunar de la NASA se controla desde la filial en Estados Unidos. “Es algo muy difícil”, reconoce Milagro, por las enormes velocidades —tal vez se recurra a pruebas a bordo de un caza—, pero también por la dificultad de recrear una superficie que tenga la misma reflectividad del regolito, esencial para calibrar bien los láseres. A pesar de la accidentada trayectoria hasta ahora, el joven riojano asegura de que esta vez lo conseguirán con un “99% de probabilidad”.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.
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