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‘James Webb’: una de piratas (y algún cuento de terror)

El nuevo telescopio espacial nos proporcionará una visión del universo inigualable. Pero antes debe superar varios peligros

Telescopio espacial James Webb
Un operario examina parte de los espejos del telescopio espacial 'James Webb'.NASA
Pablo G. Pérez González

Los astrofísicos de todo el mundo cada vez estamos más nerviosos ante la expectativa de que por fin este año, en octubre según lo programado ahora mismo, se lance el que fue conocido en sus orígenes en 1989 como Telescopio Espacial de Nueva Generación (NGST) y posteriormente bautizado como James Webb Space Telescope (JWST) en honor de uno de los primeros directores de la NASA. El JWST es un telescopio dos veces y media mayor que el Hubble, lo que equivale a una capacidad colectora de fotones unas siete veces mayor. No solo es más grande que el telescopio que más nos ha ayudado a comprender el universo en los últimos casi 31 años, además opera en una zona única del espectro, el infrarrojo cercano y medio, ideal para el estudio de los orígenes del universo, de las galaxias, de las estrellas, de los planetas y, por extensión, de nuestra existencia.

El nerviosismo entre los científicos no solo está relacionado con las perspectivas de aprender mucho más sobre el cosmos. También con que el proyecto JWST no ha recorrido un camino fácil para llegar hasta aquí; como muestra, todavía no se ha lanzado cuando las primeras expectativas eran que se hiciera en la primera década del siglo XXI. Pero incluso más inquietante es lo que falta por recorrer hasta que el telescopio tome las primeras imágenes astronómicas y nos deje boquiabiertos dentro de menos de un año.

Actualmente el JWST está en Redondo Beach, California, al sur de Los Angeles, ultimando las pruebas que acabarán en las próximas semanas si la pandemia lo permite y lo dejarán preparado para su viaje a Kourou, en la Guayana Francesa, desde donde se lanzará. Y aquí llega el primer gran peligro de los próximos meses, uno que parece mentira en nuestros tiempos. El traslado del JWST fue aprobado hace años, tras abandonar las Regulaciones de Tráfico Internacional de Armas (ITAR) y la gestión del Departamento de Estado de Municiones (USML) estadounidenses, la tecnología infrarroja pueden imaginarse de dónde viene. El viaje se realizará en barco, no hay aviones que puedan con el telescopio, no tanto por los 6000 kilogramos que pesa, sino sobre todo porque su tamaño es gigantesco, como una pista de tenis. Así que el observatorio que ha costado casi 10000 millones de dólares, un 15% pagado por la agencia espacial europea ESA, tendrá que pasar un mes en el mar, atravesar el estrecho de Panamá (¡que no pase lo del Canal de Suez!) y verse sujeto a las inclemencias del tiempo. Pero seguramente lo más peligroso serán... ¡los piratas!

El JWST opera en una zona única del espectro, el infrarrojo cercano y medio, ideal para el estudio de los orígenes del universo, de las galaxias, de las estrellas, de los planetas y, por extensión, de nuestra existencia.

Efectivamente, la fecha exacta de la salida por barco de JWST desde California se mantiene en secreto para proteger del asalto de los piratas a la joya de los astrofísicos de la próxima década. Podrían estar al acecho, llamados por el hecho de que el espejo del telescopio está recubierto de oro, que ofrece unas prestaciones perfectas, reflejando más del 98% de los fotones infrarrojos (por comparación, el espejo del baño refleja un 90% de la luz visible). Por algo se le ha llamado el “Golden eye” astronómico, y su aspecto dorado es de verdad espectacular. Pero, en realidad, el observatorio solo tiene unas pocas decenas de gramos del preciado metal en una fina película reflectante, de una décima de micra, el tamaño de una mota de polvo, encima de una estructura de berilio de unos 20 kilogramos. El oro entonces no parece un gran botín para los piratas, ¡pero estamos hablando de un artilugio de 10.000 millones de dólares!

No es la primera vez que hay una historia de piratas en torno a un telescopio. En los años 90 del siglo pasado, el telescopio milimétrico James Clerk Maxwell ya tuvo un incidente de piratería. El transporte desde Europa, donde se construyó, a Hawái, donde aún hoy está operativo, se complicó y tuvieron que encontrar un barco urgentemente. El que finalmente recogió el telescopio tenía más planes que los de dar datos a los astrónomos cuanto antes, en concreto llevar explosivos al Pacífico. Llegó un par de meses más tarde de lo previsto y, para librarse de las penalizaciones por la tardanza y cobrar el transporte como si nada hubiera pasado, el capitán se quedó en aguas internacionales con el telescopio como rehén, amenazando con tirarlo al mar si no cobraba todo. Solo una demanda por piratería y la intervención de los guardacostas de Hawái lograron rescatar el observatorio, con el capitán del barco siendo detenido.

Cuando JWST llegue a Kourou sano y salvo, la preocupación no disminuirá. El cohete que pondrá en órbita JWST es europeo, un Ariane 5. Tiene una tasa de éxito de un 95%, solo 5 de 109 lanzamientos han fallado en 25 años. Que el último fallo sea de hace solo 3 años no ayudará a estar tranquilo. De hecho, en las últimas 2 semanas se está poniendo en duda el lanzamiento en octubre, se quieren comprobar algunos sistemas del Ariane 5. Nada quiere dejarse al azar para que JWST vea las luces más distantes del universo cuanto antes, y el lanzamiento es un momento crítico.

Si todo va bien con el Ariane 5, viviremos otro momento terrorífico. El Webb se lanza con los espejos y paneles solares plegados, para que no ocupen tanto y protegerlos. Una vez en el espacio, el observatorio debe expandir sus paneles solares, desplegar su espejo de 6.5 metros y poner en su sitio otro espejo, el secundario, de casi un metro, todo controlado con precisiones de la milmillonésima de metro, una distancia sólo 10 veces mayor que la anchura del ADN humano. Y la maniobra debe realizarse en un entorno a temperaturas de menos de -200 ºC. Muchas cosas pueden ir mal, pero todo se ha probado en múltiples ocasiones.

El telescopio JWST será utilizado por astrónomos de todo el mundo, y aquí queremos destacar a muchos de ellos en el Centro de Astrobiología (CAB), barremos para casa. Desde el CAB, tomaremos datos de las primeras estrellas formadas en galaxias en los confines espaciotemporales del universo, o estudiaremos las atmósferas de planetas extrasolares, buscando biomarcadores. Y también nos mantendremos muy atentos a los estudios que intentan comprobar las condiciones de los océanos debajo de la superficie helada de Europa y Encélado y su potencial habitabilidad, la formación de los primeros agujeros negros supermasivos y su posible papel esencial en la evolución de galaxias, y una multitud de proyectos. Todo apasionante, pero antes, el sprint final de la puesta en marcha del telescopio va a ser estremecedor.

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Sobre la firma

Pablo G. Pérez González
Es investigador del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA)

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