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Space X consigue aterrizar con éxito su Starship por primera vez

La compañía de Elon Musk recupera intacta una nave en el noveno intento tras elevarla 10 kilómetros

El cohete 'Starship SN15 ', en el momento de su aterrizaje este jueves en Texas. En vídeo, imágenes de la maniobra. Vídeo: DPA / EUROPA PRESS | ATLAS
Rafael Clemente

Ha costado nueve intentos, pero al final Space X, la compañía de Elon Musk, ha conseguido su objetivo: recuperar intacta una nave Starship, en este caso, el Starship SN15, tras haberla elevado hasta 10 kilómetros de altura. El primer ensayo ocurrió a finales de 2019. Ese y los siete que siguieron terminaron en un RUD, siglas que, con un amargo sentido del humor, corresponden a Rapid Unscheduled Disassembly, Desmontaje Rápido no Previsto, y que resumen un impacto destructivo contra el suelo.

Acostumbrados a ver cómo se recuperan de forma rutinaria los cohetes orbitales Falcon, puede sorprender esta cadena de desastres que ahora, por fin, ha culminado con éxito. Pero es que los cohetes Starships son otra clase de máquinas completamente distintas. No se limitan a aterrizar verticalmente como sus hermanos pequeños, sino que previamente realizan una insólita maniobra poniéndose horizontales durante la caída solo para enderezarse al llegar a unos pocos cientos de metros sobre el suelo.

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Precisamente la maniobra de transición a vuelo horizontal (“giro de panza”, en el argot de Space X) es fundamental para la reentrada en la atmósfera. En esa posición, la nave presentará mucha más superficie al rozamiento del aire y el frenado será más efectivo. De hecho, cuando ejecute vuelos orbitales, la mitad de su fuselaje irá cubierto con losetas de protección térmica, similares a las que recubrían al transbordador Challenger, el primer vehículo espacial de este tipo, que era capaz de aterrizar como un avión y que estalló en el transcurso de una misión hace 35 años.

Todas las losetas serán iguales, de forma hexagonal, puesto que el fuselaje cilíndrico del Starship es fácil de recubrir con ellas. En contraste, el fuselaje del transbordador, más parecido a un avión, tenía tantos recovecos que exigía miles de piezas de formas y tamaños diferentes. Unos técnicos las tenían que colocar a mano, una a una, precisamente en su lugar como un inmenso puzzle.

La capacidad de encender tres motores en pleno vuelo ha sido uno de los grandes problemas en el desarrollo de esta nave

En el caso del Starship, las primeras losetas también se instalarán a mano, pero cuando los vuelos se generalicen (son naves reutilizables), SpaceX prevé que sea un robot el que se encargue de esa tarea. Una forma más de acelerar y abaratar el proceso.

Contra lo que pueda suponerse, las “alas” que adornan proa y popa del Starship no son superficies de sustentación. Por el contrario, son flaps que se despliegan más o menos para ofrecer resistencia al aire, controlar el descenso en horizontal y, luego, el enderezado para situar la nave en posición vertical con la ayuda de tres motores, que están apagados durante los primeros kilómetros de caída. Solo se encienden unos segundos para recuperar la verticalidad y para el frenado final.

Corrección de fallos

Esta capacidad de encenderse en pleno vuelo ha sido uno de los grandes problemas en el desarrollo de esta nave. Al despegue, los propergoles (mezcla de metano y oxígeno líquidos usada para propulsar el cohete) están asentados en el fondo de los depósitos, donde se encuentran los conductos de alimentación de los motores. Pero al pasar a vuelo horizontal en caída libre, el combustible se bambolea y distribuye a lo largo de todo el depósito. Las bombas se desceban, con lo que los reactores no podrían volver a arrancar. Ha sido necesario inventar unos depósitos auxiliares, con gas a presión que actúa como si fuera una enorme jeringa, inyectando combustible en los motores durante los segundos finales. El fallo de uno de esos tanques de metano fue el culpable de que se estrellasen los dos últimos vuelos.

Hace unas semanas la NASA, seleccionó al Starship como vehículo de aterrizaje en la Luna, misión prevista para dentro de muy pocos años. Pero el sueño de Musk es mucho más ambicioso. Según su visión, una nave similar es la que algún día deberá llevar astronautas a Marte y traerlos de regreso. Por eso sus motores consumen metano, porque es un combustible que, en principio, podría sintetizarse a partir del CO₂ de la atmósfera marciana.

En los vuelos lunares no será necesario ejecutar el peligroso ballet del aterrizaje. Allí no hay atmósfera y por lo tanto, la ‘Starship’ descenderá en vertical, como lo llevan haciendo los Falcon desde hace años. Será, pues, una maniobra mucho más sencilla y que ya parece bastante dominada

Lo paradójico es que en los vuelos lunares no será necesario ejecutar el peligroso ballet del aterrizaje. Allí no hay atmósfera y por lo tanto, el Starship descenderá en vertical, como lo llevan haciendo los Falcon desde hace años. Será, pues, una maniobra mucho más sencilla y que ya parece bastante dominada.

Por otra parte, el Starship lunar no regresará a la Tierra, por lo que tampoco necesitará losetas de protección. La idea es que quede en órbita alrededor del satélite para servir solo de ferry a los astronautas en sus descensos y posteriores despegues desde la superficie. El viaje de ida y vuelta a la Tierra se hará mediante cápsulas Orión, que la NASA está desarrollando, pero todavía no ha probado.

Para más adelante, el programa Artemisa prevé la construcción de una pequeña base orbital ―la Gateway― que girará en torno al satélite. A ella se acoplarían tanto las cápsulas Orión como el vehículo de descenso, en este caso el Starship.

La Orión admitirá entre cuatro y seis astronautas y la Gateway otros tantos o poco más. Sin embargo, la nave de Musk, que solo ha de jugar el modesto papel de “ascensor” para bajar y subir de la Luna, puede llevar a docenas de ocupantes. Hasta un centenar, en sus versiones marcianas según los primeros sueños de Musk. Por no hablar de su enorme capacidad de carga e incluso de su tamaño: cuando esté acoplada a la estación orbital será como una ballena curioseando con una zódiac.

Muchos se preguntan ya si el Starship no habrá dejado obsoleto a todo el programa lunar americano (cápsula, cohete y hasta estación orbital) antes de que llegue a levantar el vuelo.

Rafael Clemente es ingeniero industrial y fue el fundador y primer director del Museu de la Ciència de Barcelona (actual CosmoCaixa). Es autor de Un pequeño paso para [un] hombre (Libros Cúpula).

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Sobre la firma

Rafael Clemente
Es ingeniero y apasionado de la divulgación científica. Especializado en temas de astronomía y exploración del cosmos, ha tenido la suerte de vivir la carrera espacial desde los tiempos del “Sputnik”. Fue fundador del Museu de la Ciència de Barcelona (hoy CosmoCaixa) y autor de cuatro libros sobre satélites artificiales y el programa Apolo.

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