“El ‘hooliganismo’ partidista es atroz, estamos en la peor situación política para abordar la pandemia”
José Manuel Sabucedo, catedrático de psicología social, critica que no se haya implicado a la ciudadanía en las medidas de contención y advierte del surgimiento de extremismos por la mala gestión política
El psicólogo social José Manuel Sabucedo (Vigo, 1955) lleva décadas estudiando cómo los factores psicosociales influyen en el comportamiento de la gente, sobre todo los contextos políticos de enfrentamiento y polarización. Desde hace unos meses, Sabucedo, presidente de la Sociedad Científica Española de Psicología Social (SCEPS) ha aprovechado para reflexionar sobre los escenarios que plantea la pandemia y, en especial, sobre la forma en la que se le piden sacrificios a la ciudadanía. Ahora que se plantean nuevas restricciones dirigidas a encapsularnos en grupos reducidos, este catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela reclama a las autoridades que se dejen asesorar por especialistas en cambio de comportamiento ―"porque está siendo la clave"― para comunicar desde la empatía medidas que se entiendan y se puedan cumplir. Y advierte del gigantesco error que supone tratar de gestionar una pandemia en un clima de “hooliganismo” político. “Si creo que estoy en posesión de la verdad y tú estás equivocado”, avisa, “me siento legitimado para imponértela, por tu bien”.
Pregunta. En lugar de confinamientos físicos, se plantean medidas de burbujas de convivientes, ¿sería muy distinto de poner en práctica?
Respuesta. Ya hay experiencias previas de burbujas de distinto tipo, pero en este caso la dificultad que yo veo es cómo se va a concretar y qué normas va a haber para que la gente las cumpla. No hay peor norma que la norma que no se puede cumplir, porque lo que provoca es que tampoco se cumplen otras normas. Solo funciona si se da a la gente la posibilidad de que esa norma sea flexibilizada. Si lo que se pide es que el 90% de los contactos sean de la burbuja, porque va a ser inevitable que tengamos que contactar con otros, y en esos casos se explican las medidas que se deben tomar con esos otros encuentros, reduciendo duración, etcétera.
No hay peor norma que la norma que no se puede cumplir, porque lo que provoca es que tampoco se cumplen otras normas
P. No es tanto imponer, sino dar herramientas para lograrlo.
R. Hay que saber cómo actuar concretamente, porque si no la norma se abre a la interpretación y acabas en un caos en el que mucha gente que incumple cree que no la incumple. Y se convierte en una norma perversa: “Cada uno hace lo que quiere”. Las medidas que se quieren implementar para salir adelante son medidas dirigidas a modificar comportamientos: hablamos de la burbuja, del uso de mascarillas, de distancia social... Lo que no sé es si el Gobierno cuenta con especialistas en comportamiento humano que lo asesore, debería tenerlos, porque esta está siendo la clave.
P. ¿Para la gente es más fácil una norma de confinamiento impuesta que otras recomendaciones con límites menos claros?
R. Cuanto más difícil sea el cumplimiento de la norma, más fácil saltársela. Porque todo el mundo busca su excepción. La mejor norma es aquella que explica claramente lo que se puede hacer y es algo que la gente puede hacer. Y ahí entra el tema de que no afecta por igual a todo el mundo: pídele a alguien que tiene que salir a trabajar todos los días a buscarse el pan que se quede en su burbuja, que se haga una PCR que puede suponer un despido... Hay muchos aspectos a tener en cuenta, no debemos responsabilizar siempre a la ciudadanía en solitario. ¿Hay algunos que no cumplen? Lo sabemos, pero la mayoría cumple.
Hay muchos aspectos a tener en cuenta, no debemos responsabilizar siempre a la ciudadanía en solitario
P. Desde el principio se habló de países que trataban como adultos a su ciudadanía, explicándoles las complejidades.
R. Más empáticos, sobre todo más empáticos. Es un principio fundamental, hacer corresponsable a la otra persona. Es la diferencia entre lo que llamamos la conformidad pública y la privada: si sé que me van a sancionar, voy a cumplir solo cuando alguien me está viendo, pero no tengo la norma interiorizada. Para eso, deben explicarme por qué lo hacemos, si es factible y cómo estoy contribuyendo a que las cosas funcionen mejor. Cuando se trata a la ciudadanía de igual a igual, con empatía, cumple mejor. El caso de Nueva Zelanda se pone como ejemplo porque si ves a la primera ministra Jacinda Ardern es realmente empática. Ella dice: todos somos ciudadanos, este es nuestro problema, juntos salimos adelante. Y evita la confrontación política, que es el gran problema de nuestro país. El hooliganismo partidista es atroz, me aterra. Hay pocas sociedades menos cohesionadas en este momento en el mundo. Los valores democráticos, los valores de civismo, se están viendo muy afectados: lo que importa es lo que diga el partido en el que yo creo. Diga lo que diga. En este contexto de pandemia, donde hay que ver al otro como a un igual, colaborar, ser empático... Pero si nos encontramos con conflictos que dividen y fracturan a la sociedad, es muy complicado, estamos en la peor situación política para abordar la pandemia. Y está influyendo.
P. ¿Situaciones como esta pueden provocar derivas extremistas?
R. La pandemia crea ansiedad, incertidumbre, tensión, miedo, también por las consecuencias económicas. La gente está en un estado que históricamente lo que provoca es la reafirmación en tus propias creencias. Estamos realizando un pequeño estudio experimental de percepción de la amenaza de la covid, que está activando sentimientos de miedo y de ira. Y vemos que a través de esas emociones está incidiendo en lo que llamamos el monopolio de la verdad, gente que se cree que está en posesión de la verdad. Y si los otros están equivocados, mi obligación moral me lleva a hacer por los demás lo que es bueno para ellos. Ellos no saben, no se dan cuenta. Y yo me siento legitimado para imponer la verdad. Y aquí estamos ya en el campo del sectarismo. Y esto explica los mesianismos que siempre han surgido. Si les obligo, les estoy haciendo un favor: los mesías te intentan salvar aunque no creas lo que dicen.
La confrontación política, que es el gran problema de nuestro país. Hay pocas sociedades menos cohesionadas en este momento en el mundo
P. Usted señalaba un artículo que las metáforas bélicas han sido un mal punto de partida.
R. No ha ayudado nada. La covid provoca ansiedad y la metáfora de la guerra evoca escasez, enfrentamiento... También incrementa la ansiedad. Significa que hay un enemigo Es algo habitual en otras enfermedades, pero no es lo mismo con una enfermedad infecciosa. La diferencia es que puedes identificar quién te está infectando: y la especie humana está especializada en crear enemigos al momento. Por ejemplo, aquí en Galicia se ha señalado a los madrileños. Con chistes, pero creando un estereotipo negativo al momento. ¿Qué gente es más susceptible a coger la covid? La gente con menos recursos, los más vulnerables. Se genera un estereotipo negativo contra ellos inmediatamente, reforzando la aporofobia: el rechazo a los pobres. Esto pasa en cualquier momento, las cosas pasan de la noche a la mañana. Me aterran este tipo de situaciones, a veces no somos conscientes de lo que podemos estar creando. En la peste bubónica se hicieron muchos pogromos contra los judíos, pero también se mataron a catalanes en Sicilia a los que hacían responsables de la peste. No digo que pase lo mismo...
P. Desde la extrema derecha se ha vinculado intencionadamente a los inmigrantes como personas que traen la enfermedad.
R. Evidentemente. O mira a Trump: el virus chino. Ya has creado automáticamente un estereotipo negativo, que lleva a la discriminación. Y aquí son la gente de menos recursos. Se tendría que haber creado un clima de confianza con todos los grupos políticos y con toda la sociedad. Me chocó la puesta en escena de las ruedas de prensa, la imagen que se daba de obediencia, en vez de buscar la cooperación. Para ganar credibilidad, los gobernantes no deberían usar las conductas poco adecuadas de una parte de la población para distraer la atención de las cosas que no han hecho. Falta autocrítica. Si un Gobierno reconoce que podía haber hecho algo mejor, se acerca a la ciudadanía. Y es lo que pasa con Ardern, que es una persona próxima. Si queremos cambiar comportamientos, tenemos que entender cómo la gente puede asumir las normas y quién puede influirles.
Deben explicar por qué lo hacemos y cómo contribuyo a que las cosas funcionen mejor. Cuando se trata a la ciudadanía de igual a igual, con empatía, cumple mejor
P. Desde las ciencias sociales se reclama eso y ponen como ejemplo la mala comunicación con los jóvenes.
R. En la especie humana necesitamos ser reconocidos por nuestro grupo de referencia: si me lo dice un igual, le hago mucho más caso. Si al joven se lo dice el padre, se la quita en cuanto se marche. No puedes limitarte a decirle: no salgas. Desde hace mucho tiempo sabemos que, cuando un partido político quiere ganar las elecciones, la propaganda que iba a una masa no sirve para nada. ¿Qué se hace? Adaptas el mensaje a cada objetivo y audiencia. En este caso, ¿a quién le cuesta más seguir las normas? ¿A la gente joven? ¿Qué persona debe lanzar los mensajes? Si lo hacen políticos pasarán de ellos. ¿Cuáles son los mensajes que están dispuestos a aceptar? ¿Y a quién hacen caso? A sus amigos, cuando les dicen ‘si no vas con mascarilla, no vienes con nosotros’.
P. Puede volver a darse una situación compleja con la llegada de las vacunas, que no serán del todo efectivas.
R. Esa situación va a ser más peligrosa. Puede haber un componente de sentimiento de invulnerabilidad, que también influye en los jóvenes. Espero que ahora mismo haya gente pensando en eso, no solo en cómo ganar la próxima votación parlamentaria, sino en cómo gestionar esa situación en la que haya vacunas que no sean del todo efectivas y cómo plantearle este escenario tan complicado a la población. Para que no nos coja todo de nuevas otra vez.
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