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Cuadros de los últimos 500 años muestran los cambios en el dominio y la confianza social

Un algoritmo analiza el rictus en miles de retratos de personajes históricos para indagar en los estados mentales del pasado

Miguel Ángel Criado
Dos de los retratos usados en el estudio. A la izquierda, el de un taciturno Carlos V sentado, obra de Tiziano. A la derecha, el Carlos III, cazador, pintado sonriente por Goya.
Dos de los retratos usados en el estudio. A la izquierda, el de un taciturno Carlos V sentado, obra de Tiziano. A la derecha, el Carlos III, cazador, pintado sonriente por Goya.Alte Pinakothek/Museo del Prado

El rostro sí puede ser el espejo del alma social. Un estudio ha usado máquinas y un algoritmo visual para estudiar las facciones del rostro en miles de retratos de los últimos siglos. Sus autores han comprobado que el rictus ha ido cambiando con el tiempo. Observaron, de hecho, un aumento de las caras que transmitían confiabilidad y una retirada de las que mostraban dominio. El fenómeno ha ido paralelo al desarrollo económico y el avance de valores como la tolerancia religiosa o la libertad.

Hay caras, como las que sonríen o lloran, que reflejan estados de ánimo evidentes. Pero hay otras que transmiten, de forma consciente o no, lejanía o posición de dominio. De hecho, la mayoría de los poderosos o pretendientes a serlo se han hecho pintar así. Por el contrario, otros cuadros emiten confianza en los demás o prosocialidad. Ahora, un grupo de psicólogos sociales franceses ha rastreado la evolución histórica de estos ademanes con un algoritmo entrenado para reproducir los juicios humanos sobre confianza y simpatía que despierta una imagen. Tras entrenarlo con fotografías calificadas por observadores humanos, lo aplicaron a miles de retratos del pasado.

El trabajo, publicado en Nature Communications, empezó escaneando 1.962 retratos de la National Portrait Gallery. Situado en Londres, el museo recoge una de las mayores colecciones de retratos de personajes históricos, en su mayoría británicos, pintados entre 1505 y 2016. El algoritmo tenía en cuenta la particular contracción o relajación de los músculos de la cara que se traducen en una sonrisa o su ausencia, la elevación o no de los ojos, la mirada, el fruncimiento del ceño...

“En realidad, hay muchas señales, pero estas son las más destacadas: indigno de confianza o deshonesto: mejillas hundidas, cejas fruncidas y ojos muy juntos. Confiable u honesto: un rostro sonriente con pómulos prominentes y cejas elevadas”, explica el investigador del Instituto Jean Nicod de París, dependiente del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, y coautor del estudio Nicolas Baumard.

El análisis de la colección de retratos muestra una curva ascendente en el número de retratos que transmiten confiabilidad, solo aplanada entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. Para evitar que el origen inglés de la mayoría de los personajes estuviera confundiendo al algoritmo, los investigadores repitieron el experimento con otros 4.106 retratos descargados de uno de los museos virtuales más veteranos, la Web Gallery of Art. En sus archivos hay obras de toda Europa pintadas desde el silo XIII. De nuevo observaron un ascenso casi continuo de los rostros amigables. “Cuando comparamos el nivel medio de confiabilidad obtenido por nuestro algoritmo, vemos que es 10 veces mayor en el siglo XX que en el XVI”, destaca Baumard.

Buscando una posible explicación a este fenómeno, los autores del estudio comprobaron que había una relación entre aumento de la riqueza y aumento de la confianza emanada desde los cuadros. De hecho, el crecimiento del producto interior bruto (PIB) tendía a preceder a los cambios en los retratos. “Diversos modelos ecológicos apuntan que este cambio en la confianza social no se debe al paso del tiempo per se, sino a la mejora en las condiciones de vida. Por eso mismo, podemos predecir un descenso de la confianza social y la confiabilidad cuando llegan los malos tiempos”, concluye el investigador francés.

Para confirmar la validez de su herramienta tecnológica y sus conclusiones, los científicos galos realizaron un último experimento. Aplicaron el algoritmo visual a 2.227 selfis de habitantes de seis ciudades, Bangkok, Sao Paulo, Nueva York, Londres, Berlín y Moscú, obtenidas del proyecto Selfiecity. Las seis ciudades puntúan de forma diferente en diversos estudios demoscópicos, como la Encuesta Mundial sobre Valores. De nuevo, las imágenes (ahora fotografías) que transmitían más confianza venían de las urbes mejor situadas en estas encuestas.

“Las señales corporales de confiabilidad en gran medida se solapan con las señales del atractivo como, por ejemplo, la altura, el tamaño de los ojos, el de los labios o la suavidad de la piel”, recuerda el psicólogo cognitivo de la Universidad de Bolonia (Italia) Marco Costa. Para este científico, no relacionado con el estudio, “todo esto forma parte del llamado efecto halo [un sesgo cognitivo] del atractivo. Este tiende a tener efectos generalizados en ámbitos más allá de la atracción física. En este sentido, las personas atractivas tienden a ser percibidas también como más dignas de confianza, más competentes, más agradables y más competentes socialmente”. Costa concluye: “Los atributos destacados en los retratos artísticos están relacionados directamente con esta percepción del atractivo”.

El neurocientífico de la Universidad de Chicago Alexander Todorov*, autor del libro Face Value: The Irresistible Influence of First Impressions (que se podría traducir por El valor del rostro: la irresistible influencia de la primera impresión), coincide en que las expresiones faciales positivas, la apariencia femenina y el rostro infantil transmiten confianza. Pero, acota, “una apariencia digna de confianza no significa una personalidad digna de confianza”.

(*) Todorov es coautor de este experimento que muestra cómo cambia nuestra percepción del atractivo o la confianza al modificar determinados rasgos faciales).

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Sobre la firma

Miguel Ángel Criado
Es cofundador de Materia y escribe de tecnología, inteligencia artificial, cambio climático, antropología… desde 2014. Antes pasó por Público, Cuarto Poder y El Mundo. Es licenciado en CC. Políticas y Sociología.

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