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Elecciones Chile
Tribuna
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La ultraderecha despierta el pinochetismo dormido

La activación de la nostalgia autoritaria por parte de nuevos liderazgos —que ya tienen representación parlamentaria y probablemente influirán decisivamente en el próximo Gobierno— sugiere que se avecinan tiempos difíciles para nuestra democracia

Seguidora con un pin de Augusto Pinochet, en un mitin de cierre de campaña en Santiago de Chile.

Fuerzas de ultraderecha han venido ganando peso electoral en distintos lugares del mundo, y la reciente elección demuestra que Chile no es la excepción. De hecho, dos candidatos pueden considerarse ejemplos de este sector: José Antonio Kast, quien obtuvo un 23,9% de los votos, y Johannes Kaiser, que movilizó a un 13,9% del electorado. Aunque cada uno mantiene un estilo distinto —el primero más sobrio y cercano al modelo de Le Pen en Francia; el segundo más estridente y próximo al de Trump en EE. UU.— ambos pertenecen a la misma familia política.

Resulta interesante notar que, durante mucho tiempo, se pensó desde la academia que para que fuerzas de ultraderecha fueran electoralmente exitosas debían distanciarse abiertamente del pasado autoritario. La suposición es que quienes glorifican experiencias dictatoriales recientes serán estigmatizados por la ciudadanía y, por tanto, recibirán escaso respaldo en las urnas. Sin embargo, hoy observamos el creciente éxito e influencia de actores que no solo abrazan la nostalgia por ese pasado, sino que además mantienen vínculos explícitos con él. En América Latina, Bolsonaro mostró gran admiración por la dictadura brasileña, mientras que Milei en Argentina nominó a la vicepresidencia a Victoria Villarruel, conocida por su negacionismo de los crímenes de la dictadura. En Chile, José Antonio Kast afirmó en una campaña anterior que “si Pinochet estuviera vivo votaría por mí”, mientras que Johannes Kaiser cerró su reciente campaña cantando la tercera estrofa del himno nacional, utilizada durante el régimen militar.

¿Hasta qué punto este acercamiento al pasado autoritario obedece a una estrategia para movilizar al electorado? Para responder esta pregunta, un estudio académico reciente intenta medir la nostalgia autoritaria en la ciudadanía y demuestra que se trata de una variable clave para explicar el apoyo electoral a partidos de ultraderecha como Vox en España y Chega en Portugal. En el contexto de la elección presidencial chilena, utilizamos las mismas preguntas de ese estudio para levantar evidencia empírica al respecto. Como se muestra en la siguiente figura, medimos la nostalgia autoritaria mediante el grado de acuerdo o desacuerdo con dos afirmaciones: “si los políticos chilenos siguieran los ideales de Augusto Pinochet, el país recuperaría su lugar en el mundo” y “Augusto Pinochet fue uno de los mejores líderes políticos de la historia de Chile”. A modo de comparación, presentamos los mismos datos para España, donde se formularon preguntas idénticas, pero referidas a Francisco Franco.

La comparación aporta un primer dato relevante: en España, alrededor del 15% apoya estas afirmaciones, mientras que en Chile la cifra ronda el 30%. Esto sugiere que la añoranza por el franquismo es mucho menor que la melancolía por el pinochetismo y que, por tanto, los actores que buscan politizar este tema tienen distintos márgenes de crecimiento en cada país.

Para comprender mejor la realidad chilena, desglosamos las mismas preguntas según la intención de voto hacia los cinco candidatos más apoyados en la elección. Los resultados muestran que quienes respaldan a la ultraderecha exhiben niveles de nostalgia autoritaria cercanos al 50% (Kast) o al 65-69% (Kaiser). Por su parte, los niveles son bastante menores entre los votantes de Parisi (32-26%) y Matthei (28-24%) y prácticamente inexistentes entre quienes votan por Jara.

Presentar estos datos es relevante no solo desde una perspectiva comparada, sino también porque ayuda a precisar la nomenclatura adecuada cuando se habla de figuras como Kast y Kaiser, o de sus respectivas formaciones políticas, a saber, el Partido Republicano y el Partido Nacional Libertario. Desde un punto de vista académico, se utilizan dos criterios para clasificar a una fuerza política como de ultraderecha: su nivel de radicalidad programática y su relación antagónica con la democracia liberal. Kast ha intentado moderar su imagen, mientras que Kaiser ha mostrado sus credenciales extremas sin mayores reservas. Evaluar su vínculo con la democracia es más complejo, pues ninguno ha gobernado, pero aun así han dado señales inquietantes. En su momento, el consejero constitucional Luis Silva, del Partido Republicano, afirmó: “¿por qué siendo mayoría tenemos que llegar a acuerdos con la minoría?”, posición que se reflejó nítidamente en el segundo proceso constitucional, dominado por la ultraderecha. Los datos presentados aquí refuerzan el carácter antidemocrático de estas fuerzas, pero ahora observando también a sus votantes, quienes muestran altos niveles de nostalgia autoritaria.

Tras la elección, los partidos de la derecha convencional (Evópoli, RN y UDI) declararon que entregarían su apoyo sin condiciones a la ultraderecha. Sin embargo, los datos aquí expuestos revelan que los votantes de Matthei tienen niveles de nostalgia autoritaria muy inferiores a los de Kast y Kaiser. Asimismo, la encuesta en cuestión muestra que quienes apoyan a Matthei poseen posturas ideológicas moderadas y consideran mayoritariamente que la democracia es preferible. Esto no es casual, sino el resultado de un largo proceso de distanciamiento de la derecha chilena respecto de Pinochet y la dictadura. Sebastián Piñera fue una figura clave en esta evolución: no solo votó por el No en el plebiscito de 1988, sino que también habló de los “cómplices pasivos” durante su primer mandato.

El rol del liderazgo político es precisamente conducir a la sociedad. Visto así, todo indica que el pinochetismo nunca desapareció por completo y que hoy asistimos a su reactivación impulsada por la ultraderecha. Por ello, el derrumbe de la derecha convencional y su acercamiento sin matices al mundo de Kast y Kaiser constituyen una mala noticia para la democracia chilena. La evidencia comparada muestra que el auge y éxito electoral de las ultraderechas no responde tanto a una demanda desde abajo, sino a la difusión de ideas y propuestas radicales desde arriba. La activación de la nostalgia autoritaria por parte de nuevos liderazgos —que ya tienen representación parlamentaria y probablemente influirán decisivamente en el próximo gobierno— sugiere que se avecinan tiempos difíciles para nuestra democracia. Queda por ver cuán fuertes son nuestras instituciones para resistir las pulsiones inherentes a esta nostalgia autoritaria. Y aquí, nuevamente, la evidencia comparada no es auspiciosa: basta observar la realidad estadounidense, un país que durante décadas se percibió como institucionalmente robusto y que hoy vemos desmoronarse en cámara lenta.

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