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Elecciones Chile
Tribuna
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Las tres derechas de Chile y un electorado complejo

Quizás, más que saltar a conclusiones apresuradas, vale la pena mirar los resultados con mesura y concluir que si hay algo que define al electorado chileno actual es su complejidad y no las etiquetas facilistas

Chile

La existencia de diversas derechas en Chile es un fenómeno relativamente nuevo. Por años, después del retorno a la democracia y contenidos por el mínimo pudor que debiese acompañar a quienes fueron parte esencial del cruel régimen de Pinochet, la derecha convivió en una misma coalición. Dentro de ella se medían fuerza ultraconservadores, libertarios, capitalistas, entre otras tendencias que privilegian la combinación de un estado pequeño y poco involucrado en lo económico, pero con fuerza en el control del orden público y las conductas sexuales. Esa coalición se empezó a resquebrajar en 2017, con el surgimiento del José Antonio Kast y sus republicanos, y terminó por morir en 2025.

En las elecciones de esta semana, se enfrentan una diversidad de derechas, que tienen importantes diferencias en términos programáticos, históricos y de estilo pero que, muy seguramente volverán a unirse sin muchos tapujos en una segunda vuelta en diciembre. Esto es un reflejo de que, a diferencia de otros países, Chile nunca hizo el proceso de cerco sanitario que aislara a los colaboradores de la dictadura de la vida pública. Al contrario, fue recurrente en los 90s y 2000s ver a figuras del gobierno de Pinochet reconvertidos en activos opositores a los gobiernos de la transición, incluso desde el Congreso.

La derecha convencional chilena, aquella que es heredera directa de los dos gobiernos de Sebastián Piñera, es representada hoy por una de sus aliadas (y en algún momento, adversaria) más cercana: Evelyn Matthei. Piñera lideró una reconversión de su sector basada en su rechazo a la dictadura. Con ello, renovó las credenciales democráticas de la (ahora) centroderecha pero, en el proceso, alienó irremediablemente a quienes ven la dictadura como un momento a imitar, o al menos, a admirar. Matthei representa hoy a una derecha que mantiene un compromiso con los principios de la democracia liberal, pero que cometió el mismo error que sus contrapartes en otras partes del mundo.

Esta derecha, presionada por sus primos más extremos, salió a tratar de jugar en la cancha del rival. Cuando sus contrincantes proponían mano dura contra la delincuencia, aún a costa de los derechos humanos, Matthei dobló la apuesta. Pero esa estrategia, seguida por derechas convencionales en el mundo, no le ha funcionado a nadie. En vez de conservar su identidad, Matthei y su entorno cayeron en el error de disfrazarse de ultraderecha; pero la gente suele preferir el original a la copia. Cuando trató de desandar el camino, el daño ya estaba hecho. Hoy Matthei y su sector pelean el tercer lugar en las encuestas presidenciales, un reflejo del mismo fracaso que sufrieron en 2021 de las manos de Sebastián Sichel.

El candidato mejor posicionado de la derecha es José Antonio Kast, quién compite por tercera vez para llegar al Palacio de La Moneda. Kast optó por el camino de sus pares europeos, fomentando la creación de su propio partido y construyendo bases ciudadanas. En un reciente libro, Albertazzi y van Kessel, argumentan que los partidos de la derecha radical europea están recuperando el modelo del partido de masas, con fuerte vinculación local y posturas ideológicas claras. En una época en que se creía que la política estaba basada en redes sociales y baja confianza partidaria, Kast pareciera haber aprendido la lección desde el otro lado del Atlántico.

Esto no debiera ser sorprendente por dos razones. Por un lado, ese fue el modelo de partido que tuvo la UDI por años, el partido del que Kast salió por considerar que se había alejado de sus principios. Por otro lado, Kast es un invitado recurrente de la ultraderecha europea, codéandose con líderes como Orban, Meloni o Abascal. La gran diferencia es que, en esta ocasión, Kast y su equipo han escondido sus verdaderas ideas relativas a feminismo, derechos reproductivos o minorías sexuales, enfocando su discurso únicamente en medidas de seguridad y antiinmigración. Sin duda, un alumno sobresaliente de sus maestros europeos.

La tercera derecha es la que representa el diputado Johannes Kaiser, quién forjó su carrera desde Youtube, promoviendo ideas extremas en casi todos los temas que uno puede imaginar. Desde criticar el derecho a voto a las mujeres hasta defender la dictadura, Kaiser se parece más al modelo americano que al europeo de la ultraderecha. Su estilo es estridente y desfachatado, imitando de forma exitosa a Trump, Bukele o Milei. Lo suyo no es la construcción lenta de un partido, sino que la movilización de sectores relativamente aislados del poder. Por ello, se ha rodeado de líderes evangélicos, libertarios y de otras partes del submundo de la derecha extrema. La presencia de Kast ha sido, hasta ahora, funcional a Kast, ya que permite aleonar a un electorado más radical mientras Kast se comporta de forma más moderada. Sin embargo, su crecimiento en las encuestas de los últimos días ha puesto nervioso al bando del Partido Republicano, temerosos de que Kaiser pueda dar un inesperado (e improbable) sorpasso.

A pesar de la diversidad de derechas y su actual potencial electoral, es importante mirar los resultados de la elección de este domingo con precaución. En 2020, luego de un plebiscito que otorgó un 78% de apoyo a la idea de una nueva constitución, hubo quienes salieron a promover la idea que Chile se había vuelto de izquierdas. Esa idea se truncó cuando el proyecto de constitución se rechazó estrepitosamente en 2022. Luego, la ultraderecha de Kast logró la mayoría en un nuevo proceso constituyente y se habló de un giro a la derecha. El proyecto que salió de este proceso fue igualmente rechazado. De ahí, se vendió la idea de que el país se había moderado, lo que parece contradictorio ante una eventual segunda vuelta entre la ultraderecha y el Partido Comunista. Quizás, más que saltar a conclusiones apresuradas, vale la pena mirar los resultados con mesura y concluir que si hay algo que define al electorado chileno actual es su complejidad y no las etiquetas facilistas.

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