El populismo y las opciones ultraconservadoras sacan músculo en Chile
Los históricos resultados del ala más radical de la derecha en las presidenciales y parlamentarias, con el inesperado ascenso del Partido de la Gente, reconfiguran las fuerzas políticas en el país sudamericano


La ultraderecha chilena ha conseguido su mejor resultado histórico en las elecciones presidenciales y parlamentarias celebradas este domingo. El republicano José Antonio Kast, que pasó a segunda vuelta, y el libertario Johannes Kaiser, sumaron el 37,8% de los votos (23,9% y 13,9%, respectivamente). La gran derrotada fue la apuesta de la derecha tradicional, Evelyn Matthei, con un 12,4%. El desplazamiento del voto hacia las opciones más radicales de la derecha era algo que se contemplaba —debido a la grave crisis de inseguridad por la que amplios sectores de la población abogan por respuestas de mano dura—, pero fue mayor de lo previsto. Los analistas y las encuestas no lograron vislumbrar el fortalecimiento del populismo en la sociedad chilena.
El líder y fundador del Partido de la Gente (PDG), Franco Parisi, sorprendió con un 19% de los apoyos, quedando en tercer lugar, y más que duplicó sus diputados (pasó de 6 a 14), convirtiéndose en un actor clave para resolver conflictos en el próximo Congreso, donde las derechas son más que la izquierda, pero sin abrumadora mayoría.
Esta ha sido la tercera candidatura de Parisi a la Presidencia, marcada por un discurso antipolítico: en 2013 consiguió un 10% y en 2021 desconcertó con un tercer lugar en la primera vuelta, con el 12,8%, sin haber pisado Chile: tenía una orden de arraigo debido al no pago de la pensión alimenticia de sus dos hijos. Solo regresó al país después de que un tribunal levantó la medida, en 2023. El economista, nacido en La Granja, una comuna vulnerable de Santiago, es visto por sus seguidores como un ejemplo de superación. Hace años vive en Estados Unidos, donde ha ejercido como asesor financiero y docente universitario.
El mensaje que más repitió Parisi a lo largo de su candidatura fue que “Chile no es facho ni comunacho”, es decir, ni fascista ni comunista, apuntando a un electorado apolítico y menos ideológico. El PDG se declara sin ideología política, emplea el concepto de “gente”, no de “pueblo”, como la izquierda, posee un trabajo territorial amplio, y hace un uso intenso de redes sociales. La comunicación política del partido, sostiene un estudio del Centro de Estudios Públicos (CEP), está caracterizada por la figura del emprendedor de libre mercado, por demandas por seguridad social y control fuerte del orden público “que se encarnan en un sujeto histórico concebido como clase media emergente”.
El politólogo David Altman, profesor titular de Ciencia Política en la Pontificia Universidad Católica de Chile, cree que muchos electores “desafectados y cansados” de la política se fueron con Parisi porque “tocó botones que el resto no”, con medidas muy puntuales. Prometió, por ejemplo, que las mujeres puedan hacer uso de sus fondos previsionales para pagar sus deudas o reembolsar el impuesto al valor agregado a los medicamentos, algo que la candidata de la izquierda, Jara, valoró la noche del domingo. “Quiero felicitar a Parisi porque ha sabido interpretar con medidas radicales e innovadoras un gran sentir ciudadano y es obligación de nosotros escuchar al pueblo. Por eso lo que ha hecho no es menor y se merece nuestro respeto”, aseguró la postulante oficialista.
El líder del PDG también propuso eventos tuning –así se conoce a la afición por transformar coches– alrededor del Palacio de La Moneda, “bala o cárcel para los criminales”, sacar a los militares a las calles y terminar con la violencia en la región de La Araucanía en ocho meses a través de operaciones comando. “Ser políticamente excéntrico, situarse fuera del centro regular en el vector de derecha-izquierda, es lo que permite a Parisi recomponer hoy su adhesión a la gente”, apuntaba el investigador del CEP, Aldo Mascareño.
Una de las interrogantes es hacia dónde migrarán los votantes de Parisi en la segunda vuelta. Ni Kast ni Jara recibieron el espaldarazo del populista la noche del domingo. “No firmo un cheque en blanco a nadie, eso es una falta de respeto. Les tengo una mala noticia a los candidatos, gánense los votos”, sostuvo después de conocer los resultados. Como antecedente, Parisi ganó en el norte chileno en la primera vuelta de 2021, una zona que en el balotaje respaldó a Boric, cuando el voto era voluntario, y no obligatorio, como en estos comicios. También hay que considerar que el PDG obtuvo seis escaños en el Congreso las pasadas elecciones. Todos ellos renunciaron a la formación estos años, adhiriéndose a partidos desde la centroderecha hasta la extrema.
Cristóbal Rovira, profesor del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica, plantea que Parisi era de todos los candidatos, el que mejor articula la lógica “de élite versus pueblo”, pero que programáticamente es muy ambiguo en el eje izquierda-derecha. Una suerte de “bicho raro”, como el Movimiento 5 Estrellas en Italia. “Lo primero que dijo en su discurso tras conocer los resultados fue que los políticos deben bajarse el sueldo porque los chilenos no están llegando a fin de mes, como representante del pueblo pisoteado”, apunta el académico, quien ha estudiado el programa de Parisi, y reconoce propuestas tanto de izquierda como de derecha. “Bukele comenzó como un populista de izquierda y luego dio un giro a la derecha. Si Parisi hubiera llegado al poder, podría moverse en cualquier dirección. Podría haber sido un Bukele... o no”, añade.
“Un fracaso de Boric, no un triunfo de Kast”
Con un discurso radical para combatir la delincuencia y la inmigración irregular, la extrema derecha le ha arrebatado este domingo la hegemonía del sector a la moderada. El pacto Cambio por Chile que lideran los republicanos -junto a los libertarios de Kaiser y el Partido Social Cristiano- ha pasado de 15 a 42 diputados. La derecha tradicional, por su parte, retrocedió de 53 a 34. Los dos bloques, finalmente, se quedan con 76 parlamentarios de un hemiciclo de 155. En la Cámara Alta, en tanto, el pacto de Kast sube de uno a siete senadores. Junto a la derecha tradicional, que llega a los 18, alcanzarán 25 senadores de 50.
En las presidenciales, Kast arranca la campaña de segunda vuelta con los aires a favor. Estratégicamente, en esta campaña ha esquivado los asuntos de libertades individuales o su defensa al legado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que se leyeron como una de las razones de su derrota ante el izquierdista Gabriel Boric en el balotaje de las elecciones anteriores. Su discurso se basó de manera casi inamovible en seguridad, control migratorio y economía. Además, sólo la suma de los tres candidatos de las derechas, alcanzan el 52% en la primera vuelta, frente al 26,8% con que la izquierdista Jara ganó los comicios. Tanto Kaiser como Matthei acudieron la noche del domingo a entregarle su respaldo al republicano y a pedir “por favor” que votaran por él para evitar la “continuidad del Gobierno fracasado” de Gabriel Boric.
Para Altman, la sociedad chilena no se hizo más radical, sino que Boric y su Gobierno perdieron la gente. “Siete de cada 10 electores votaron en contra de la candidata de la Administración actual, es una locura. Esto es un fracaso de Boric, no un triunfo de Kast”, apunta.
Lo que viene ahora para Kast, cuya formación ha crecido a costa de la derecha tradicional, es sostener conversaciones para una eventual conformación de Gobierno en conjunto con las otras dos fuerzas de su sector. Deberá entonces negociar con una derecha aún más radical que la de republicanos, los libertarios de Kaiser, y con la tradicional, que tendrá el desafío de plantear los puntos de su agenda más liberal, sin arriesgar perder su identidad y poner la alfombra para que la hegemonía de la extrema derecha se asiente. Aunque aquello -su derrota- ya sea un proceso en curso.
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