El Chile de Boric abre paso a un país de extremos
Los dos favoritos para pasar a segunda vuelta en las elecciones de este domingo son la comunista Jara y el ultra Kast

Chile celebra este domingo sus elecciones presidenciales, en conjunto con las parlamentarias, y los dos favoritos para pasar a la segunda vuelta del 14 de diciembre son la comunista Jeannette Jara, representante única del oficialismo del presidente Gabriel Boric, y el ultraderechista José Antonio Kast, líder del Partido Republicano. Es el escenario político instalado en el país andino luego de cuatro años de un Gobierno de izquierda, liderado por una nueva generación, la de Boric, que llegó al poder luego del estallido social de 2019, en medio de altas expectativas ciudadanas y con un discurso radical que prometía grandes transformaciones. Con el paso del tiempo y el peso de las circunstancias, sin embargo, la Administración tuvo que modificar sus ambiciones tras grandes derrotas -los chilenos rechazaron en 2022 una propuesta de nueva Constitución que la izquierda apoyaba- y el cambio de prioridades de una ciudadanía compleja que está desencantada de la política.
El Chile de Boric abre paso a un país de extremos. Es la primera vez, desde el retorno a la democracia en 1990, que el Partido Comunista tiene la responsabilidad política de conducir una coalición. Nunca en los últimos 35 años, al mismo tiempo, fuerzas políticas que valoran la dictadura de Augusto Pinochet habían tenido grandes opciones de llegar a La Moneda.
El escritor Patricio Fernández explica el cambio que experimentó Chile entre 2021, cuando fue elegido Boric, y este 2025: “Los principales temas de conversación pública eran los derechos sociales (pensiones, educación, salud, vivienda), las exigencias ecológicas, los derechos de las mujeres, de las minorías, de los indígenas y otras diversidades culturales. De todo eso no queda nada. Hoy el debate se halla concentrado en torno a la seguridad y el crecimiento económico“. El autor de Sobre la marcha. Notas acerca del estallido social en Chile (2020), agrega: “La bronca y el miedo son los grandes protagonistas de estas elecciones. No los proyectos colectivos. También la desilusión”.
La moderación vive tiempos complejos en Chile. En las primarias del oficialismo de Boric, se pensaba que la ministra del Interior del Gobierno, Carolina Tohá, de centroizquierda, ganaría con facilidad. Heredera de la tradición política encarnada en la extinta Concertación (1990-2010), Tohá entiende el Gobierno de Boric como una continuidad del progresismo chileno, no una ruptura. Pero en junio pasado perdió frente a Jara, compañera suya en el Gabinete, por 28% contra 60%. En la vereda de enfrente ocurre algo parecido. Por meses la favorita fue Evelyn Matthei, figura histórica de la derecha tradicional, el sector que lideró desde la oposición la transición a la democracia. Pero las encuestas han mostrado que tanto Kast como el libertario Johannes Kaiser -que se instala incluso a la derecha de Kast- la superarán este domingo en las elecciones. Matthei no ha logrado con éxito diferenciarse de los rostros de la nueva derecha y los que han visto los electores chilenos ha sido, sobre todo, una disputa por la radicalidad de los discursos. Matthei, la representante de una derecha moderna, prometió a los delincuentes “cárcel o cementerio”.
Lo explica Daniel Mansuy, académico e intelectual chileno: “Cierta parte de las élites soñaba hasta enero con una segunda vuelta Matthei-Tohá, que era como un regreso a los 90, y mucha gente se pasó esa película –Chile volvió a la normalidad-, pero eso es perder completamente de vista que Chile no está en esa categoría, por lo que el discurso de la unidad y los acuerdos es muy insuficiente”, asegura Mansuy, una voz distintiva y requerida en el espacio intelectual de las derechas chilenas.
Los tres representantes de las derechas fueron partidarios de la dictadura Pinochet, aunque Matthei -hija de un general integrante de la Junta Militar- ha rechazado las violaciones a los derechos humanos cometidas en los 17 años del régimen (en abril, sin embargo, aseguró que los muertos de los primeros años era “inevitables”). En este tercer intento de Kast de llegar a La Moneda, ha procurado esquivar a Pinochet, pero en su campaña 2017 dijo que si el dictador estuviera vivo, votaría por él. Kaiser, que apoya el golpe de Estado de 1973, ha dicho que respaldaría un nuevo golpe ante iguales circunstancias “con todas las consecuencias”, incluso con los muertos. De ganar las derechas estas presidenciales, será la primera vez desde el retorno a la democracia que un partidario del dictador, que haya votado Sí en el plebiscito de 1988, gobierne el país sudamericano. El único presidente de derecha que ha tenido Chile en los últimos 35 años fue el fallecido Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022), que votó No en el histórico referéndum que puso fin al régimen militar.
Los temas del Chile de 2025 son otros: las prioridades de los chilenos, como consecutivamente lo muestran las encuestas, son la delincuencia, los asaltos y los robos. Las tasas de homicidio se han duplicado en la última década, aunque siguen siendo bajas respecto de la mayoría de los países de la región. Chile, que mantenía controlado el crimen organizado al igual que países como Uruguay y Costa Rica, no ha podido capear el temporal del fortalecimiento de mercados ilegales. Y Chile tiene miedo. Solo el 39% de sus habitantes se siente seguro caminando solo por la noche, por ejemplo, lo que lo ubica en el puesto 138, justo detrás de Zimbabue, en una encuesta realizada en 144 territorios por la empresa estadounidense Gallup. Los temas centrales de esta campaña presidencial, por lo tanto, ha sido el orden y la seguridad, el crecimiento económico y el control de la inmigración irregular, asuntos en que la derecha navega con mayor facilidad que la izquierda. Estas elecciones se celebran en un contexto donde el 24% de los chilenos se identifica con la derecha, su mayor histórico, según la encuesta del Centro de Estudio Públicos (CEP), un 36% con el centro y un 20% con la izquierda. Otra cifra que ha alcanzado su máximo es el respaldo a que, en algunas circunstancias, un régimen autoritario puede ser preferible (23%). A 52 años del golpe de Estado militar contra Salvador Allende, el nuevo Chile valora menos la democracia.
Las instituciones democráticas chilenas, en las que la gente desconfía, no dan respuesta a la ciudadanía. Chile no tiene caminos de tramitación intermedias, explica David Altman, politólogo, en referencia a sistemas en que la ciudadanía puede ser escuchada y tomar decisiones ante la acción de la clase política. Es lo que hace que, en muchas ocasiones, la política chilena pareciera rodar sobre su mismo eje, no avanzar. Una política bloqueada, como dice la investigadora social Kathya Araujo, que asegura que en Chile hay una elección y todo el mundo dice que el país es puramente autoritario, y viene la otra, y el país es completamente solidario, épico y somos todos sujetos listos para la revolución. “Y no es ni lo uno ni lo otro”. Para la académica, “el problema principal es que el malestar, la rabia y la indignación están ahí”. Es una de las razones por las que, hace 20 años, desde 2006, siempre en las presidenciales chilenas gana la oposición.
Pero, ¿qué está en juego? Lo responde el sociólogo Eugenio Tironi, que asegura que no está en riesgo la democracia ni se decide el rumbo general del país. Pone su mirada en las presidenciales, pero también en el resultado de las parlamentarias: “El verdadero punto en disputa este domingo es otro: cómo quedará ordenado el tablero político para el ciclo que se abre. Es una elección que definirá hegemonías, identidades y correlaciones de fuerza, tanto en las izquierdas como en las derechas. De este orden dependerá la gobernabilidad de los próximos años”, asegura.
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