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IMPUESTOS
Tribuna
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Algo es algo

Cada día que pasa permite prever que el diseño de comandos de campaña y programas de Gobierno comenzará a teñirse progresivamente del tema de los impuestos

Impuestos en Chile

Si hay un tema recurrente en el debate económico chileno es el de los impuestos. Una rápida revisión a las últimas décadas permite identificar al menos cinco reformas y/o intentos de reformas tributarias de alcances estructurales, estadística que no incluye discusiones de este tema de segunda derivada, como la contrarreforma que hace una década ejecutó el exministro Rodrigo Valdés o la ley de cumplimiento tributario que se acordó en septiembre del año pasado, iniciativas de un calado suficiente como para entrar en la lista de ingredientes que han aderezado esta suerte de discusión tributaria permanente.

De hecho, por estos días el tema de los impuestos ha estado nuevamente sobre la palestra (como decimos, en realidad nunca ha dejado de estarlo), aunque otra vez en esta Administración sin mucho éxito, quedando en una especie de stand by, como ha dicho el ministro de Hacienda Mario Marcel, a la espera de ver caminos de acción con el presidente Gabriel Boric, tras la negativa de la oposición de apoyar el diseño presentado. Caminos que tendrán que ponderar qué hacer en los meses que quedan del Gobierno con algunos de los temas que se estaban conversando con la oposición, como los impuestos a las pymes y los beneficios que se estaban trabajando para la clase media.

Puestos en el calendario electoral, habría que señalar que cuesta pensar que el asunto en su conjunto avance, como sí lo hizo la reforma previsional hace un par de meses, tanto porque lo que está en juego es políticamente diferente para Gobierno y oposición, como porque por razones económicas e incluso ideológicas resulta difícil imaginar que el Gobierno y el oficialismo cedan más terreno del cedido, aceptando una rebaja de impuesto a las empresas sin compensaciones. Y si bien las empresas y sus gremios están interesados en que se avance ya en una rebaja del impuesto corporativo, entre los grupos económicos (como lo acaba de señalar el Grupo Luksic en la voz de la alta dirección del Banco de Chile) no hay una sola voz respecto a que sea conveniente hacer los cambios tributario en forma acelerada en un año electoral y de alta incertidumbre internacional.

Es más, cada día que pasa permite prever que el diseño de comandos de campaña y programas de gobierno comenzará a teñirse progresivamente del tema impuestos, ya que es un asunto que políticamente separa aguas entre quienes, a partir del relato de la década perdida, propugnan que unas bajas tasas tributarias pueden ser un importante driver de crecimiento y también entre quienes siguen pensando que una alta carga tributaria no tiene un impacto relevante en términos de actividad y sí lo puede tener en materia de redistribución y equidad.

No se trata, por cierto, de una dicotomía nueva, pero sí de una que puede tener salida en las campañas porque es un hecho de la causa que un creciente sector de la población está altamente sensibilizado por el bajo crecimiento del país en la última década. Para estas personas, un tema tan elevado como éste puede resonar con más fuerza, en la medida que abarca cuestiones terrenales como la escasez de recursos para atender necesidades insatisfechas o los recortes presupuestarios que necesita hacer el país. A ello se suma la permanente y justificada sospecha sobre la eficiencia del gasto público que se financia con cargo esos gravámenes y la duda razonable que se cierne sobre los efectos finales que tasas tributarias sobre las inversiones y los precios de los productos que finalmente pagan las personas.

El peso de la prueba sobre esto último se podría decir que está en el terreno de la centroizquierda, a la luz de lo que han sido las recaudaciones reales logradas en el pasado con las alzas tributarias, la abundante evidencia que tiende un manto de sospecha sobre la eficiencia del gasto y la performance económica y de la inversión del país con cargas tributarias relativamente altas.

Con todo, el debate de los últimos días ha dejado flotando en el ambiente unas reflexiones que vale la pena tener presente. En efecto, hace unos días el ministro Marcel, a quien hay que reconocerle la determinación con que trata de sacar adelante los proyectos de Gobierno, interpeló a la oposición señalando que la propuesta de su cartera era procrecimiento, “porque reducir la tasa de impuesto de primera categoría tiende a estimular la inversión de las empresas”. Hace una década desde esa misma cartera se llegó a insinuar que el crecimiento y la inversión eran virtualmente inelásticos a las alzas de impuestos, cosa que quedó dramáticamente desmentida a poco de salir de la cocina la reforma de entonces. Algo es algo.

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