El sombrero de Melania
¿Por qué se escondía detrás de ese sombrero? ¿Era que no quería ser vista o que no quería ver?
Mirando la ceremonia de inauguración del segundo Gobierno de Donald Trump me asaltó la siguiente pregunta: ¿por qué se escondía Melania detrás de ese sombrero? ¿Era que no quería ser vista o que no quería ver? Si no quería ser vista, el objetivo se logró: el coqueto sombrero impedía ver la expresión de su rostro, su mirada, sus reacciones, y lo único que habría permitido ver, su sonrisa, nunca ocurrió. Pero si el objetivo del sombrero era no ver lo que estaba pasando, bueno, cualquiera lo encontraría comprensible, pues el sombrero de Melania simbolizaba lo que a más de la mitad de este país y a una gran parte del resto del mundo le cuesta ver. Así como a ella le habría costado mirar de frente a un marido condenado por abusar sexualmente a una mujer en un vestidor de ropa de una tienda elegante, declarado culpable de 34 cargos criminales por pagar el silencio de una porno star con la cual tuvo una relación sexual… al resto del mundo le está costando asimilar el anuncio de lo que puede ocurrir en Estados Unidos en los próximos cuatro años: Donald Trump de vuelta en la Casa Blanca, el hombre más poderoso del planeta, con acceso a los códigos nucleares, respaldado por un grupo de multibillonarios, que han financiado su vuelta al Gobierno a cambio de más poder para ellos mismos.
Es probable que el mundo haya mirado la ceremonia de inauguración anhelando un sombrero de Melania que permitiese disimular el espanto que producía esa farsa: Donald Trump insultando los valores que alguna vez caracterizaron a la sociedad norteamericana, denostando a Joe Biden y a los otros tres expresidentes sentados a cuatro metros de distancia, amenazando y mintiendo como ha venido haciendo desde que se presentó a la presidencia la primera vez.
Sólo cabe preguntarse si los 77 millones de ciudadanos, que votaron por Donald Trump, van a usar el sombrero de Melania para no ver los resultados de su elección, escondiendo la frustración detrás de una visera, o van a mostrar su rostro mientras se oponen a una oligarquía cuyos intereses no tienen nada que ver con las necesidades básicas del pueblo y para quienes la democracia no tiene ningún valor si no se traduce en más poder y riqueza para ellos.
La cosa es que ni el sombrero de Melania sería capaz de ocultar el descontento general que produjo el perdonazo de Donald Trump a los malhechores que intentaron tomarse el Capitolio en busca de su vicepresidente para asesinarlo o el saludo nazi que hizo Elon Musk una vez terminada la ceremonia. El trumpismo es una cosa, el oligarquismo, es otra, y si hay algo que en la cultura norteamericana nunca ha sido popular son los oligarcas. Es bien probable que la mascarada que el mundo presenció, el mismo día en que se celebra a Martin Luther King, más que el comienzo de la “época del oro”, como anunció el nuevo presidente, haya sido el comienzo de su propio final.
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