Liturgia y lisergia
El actor Julián Villagrán se vuelca en su faceta como músico y cantante en Asunción, su nuevo proyecto musical
Ha formado parte de distintas bandas, pero poca gente conoce su faceta musical. Acostumbrado a que le reconozcan por interpretar a personajes como Velázquez en El Ministerio del Tiempo o Floren en Arde Madrid, Julián Villagrán se vuelca ahora en su faceta como músico y cantante en Asunción. “Siempre tuve el sueño de tener mi proyecto propio, pero tenía un poco de inseguridad para lanzarme”, reconoce. “Han sido años de trabajo y de abandonos, de subidas y bajadas, de inseguridades y aciertos”. El nombre se lo debe a una tía suya. “Me gustó más todavía cuando caí en que la Virgen de la Asunción es la que sube a los cielos. Así unía liturgia y lisergia”. El jueves 20 de febrero presentará en directo sus canciones en Conde Duque.
En bucle. “Estoy supercontento. Ha sido una sorpresa para mí que tanta gente haya mostrado interés en escuchar mi música. No me imaginaba que tendría más de 30.000 escuchas en plataformas en tan poco tiempo”. El EP debut de Asunción, con título homónimo, está formado por cuatro canciones. “Son cuatro canciones de amor, desamor, sustancias y ensoñaciones raveras”. Guitarras, sintetizadores y loops mezclan electrónica con toques de pop y de rock garagero. Tres son suyas, letra y música: Doble filo, Sal de gusano y Daga y cuello. “Hay melancolía, locura y autodestrucción…”. La cuarta, Sin dinero, es una versión de una canción de 1980 del grupo Charol. “No recuerdo cómo di con ella, pero me gustó mucho desde la primera vez que la escuché. Una temporada me la ponía en bucle. Me extraña que no sea una canción muy famosa”. La ha grabado con Paula JJ, de Las Odio.
Entre amigos. El ganador del Goya al mejor actor de reparto por su trabajo en Grupo 7 aprendió a tocar la guitarra a los 12 años. “Mi padre era muy musiquero. En mi casa había un montón de vinilos y a él le gustaba mucho tocar la guitarra”. Julián Villagrán montó su primer grupo en Sevilla con Rafael Cobos, guionista habitual de las historias de Alberto Rodríguez, desde 7 vírgenes a La peste. Se hicieron amigos en el colegio. “Siempre he tenido grupos, desde muy chico. He tocado la guitarra y el bajo con muchos amigos”. Tuvo otro grupo con el actor Manolo Solo, ganador del Goya por Tarde para la ira. Se llamaba Camarero Champán. “Hacíamos versiones de temas glam”. Muchas veces les acompañaba Santi Amodeo, el director de películas como Astronautas y ¿Quién mató a Bambi?, en las que coincidieron los tres. “Santi, Manolo y yo antes de hacer cine hacíamos música”.
Los bártulos. Julián Villagrán llegó a Madrid en 1997. “Me traje los bártulos y me vine a vivir”. Había estudiado interpretación en Sevilla, en el Centro Andaluz de Teatro, y con su compañía estrenó Yerma, de Federico García Lorca, en el Teatro Lara. “Mi papel era Hombre de La Romería 3 y dirigía Miguel Narros”, recuerda. Estuvo una temporada con la función y vio claro que se quedaba en la capital. Pensaba que podría vivir de ser actor, pero pronto se dio cuenta de que la competencia era feroz y los ingresos escasos. Empezó con cosas pequeñas, muy underground. Ganaba más dinero como camarero que por sus trabajos como actor. Chiqui Carabante le dio en Carlos contra el mundo su gran oportunidad en una película. Él era el absoluto protagonista. Desde entonces empezó a enlazar un trabajo tras otro en cine y televisión. “Como actor no me quejo. Vivo de ello, que no es poco. No tengo para comprarme una casa, pero me siento superafortunado”.
Intercambio creativo. El nombre de su nuevo proyecto musical tiene su historia. “Nació de un referente absoluto para mí, una tía que se llamaba Asunción. Era la hermana de mi tatarabuela y era muy libre. Siempre hacía lo que le daba la gana. No tuvo hijos y al quedarse viuda se fue a vivir con mi tía Conchita, que era soltera. Las dos criaron a mi madre. Mi hermana y yo hemos vivido juntos hasta hace poco y siempre teníamos la coña de que nos parecíamos a Asunción y Conchita”. El diseño gráfico es de Boo Studio. “Son una pareja a la que conocí porque mi novia es hermana de uno de ellos. También tienen un grupo de música que se llama Morreo”, cuenta. “Me gusta mucho lo que hacen y les estoy produciendo algunas canciones. Hacemos intercambio: yo les produzco y ellos diseñan cosas chulísimas”.
Electrónica y raves. Julián Villagrán lleva unos zapatos creepers como los que Eduardo Benavente llevaba en una recordada foto en la que torcía las piernas. De manera espontánea, decide homenajearle. “Escuchaba mucho música como la suya hasta que a finales de los 90 me lancé a la electrónica y a las raves. Me dio muy fuerte. Empecé a irme mucho de fiesta y a pinchar”. Entonces vivía en Malasaña. “Estábamos todo el día haciendo raves en mi casa. Ponía technazo”. Tenía vecinos que se apuntaban. Así, en lugar de llamar a la policía, disfrutaban juntos. Ahora, con Asunción, desea que la gente lo haga con su música. Quiere grabar más canciones. “Tengo mono de volver al estudio. Estoy cumpliendo un sueño, aunque no gane dinero. Impulsar esto es lo que más me mueve ahora mismo”.
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