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ELECCIONES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sobre segundas oportunidades

La sucesión de acontecimientos que a ritmo vertiginoso se han producido han desconfigurado las previsiones de Pedro Sánchez

Visita el pasado lunes al almacén electoral de la provincia de Valencia.
Visita el pasado lunes al almacén electoral de la provincia de Valencia.Monica Torres (EL PAÍS)
Amparo Tórtola

Ese filósofo travestido de sutil historietista que firma sus trabajos en estas páginas bajo el seudónimo de El Roto -de nombre, Andrés Rábago García-, resumió en una viñeta del pasado mes de abril lo que hiperventilados opinadores no habían logrado transmitir tras largas parrafadas catódicas. En la ilustración de referencia, dos mujeres intercambian el siguiente diálogo:

-Quiero votar y no puedo.

-¿Quién te lo impide?

-Los candidatos.

La reflexión no ha perdido vigencia siete meses después. Tras el debate electoral del pasado lunes cabe dentro de lo probable que el porcentaje de indecisos se haya incrementado y, lo que es peor, también el de abstencionistas. Cebados unos y otros por un espectáculo televisivo que afianzó lo que ya sabíamos: la acreditada insolvencia de los postulantes que ha desembocado en la convocatoria electoral que hoy se celebra. Si las urnas dominicales sancionan lo que los sondeos pronostican, podríamos decir aquello de “para este viaje no hacían falta tales alforjas”. La situación de bloqueo, como consistente materialización del dinosaurio de Monterroso, nos saludará esta noche finalizado el recuento.

La decisión del presidente de cualquier gobierno de optar por un adelanto electoral siempre responde a uno de estos dos objetivos: minimizar las pérdidas si sabes que el viento electoral sopla en tu contra, o maximizar los beneficios si, por el contrario, crees que exhala a tu favor. Ximo Puig optó por adelantar las elecciones autonómicas valencianas para hacerlas coincidir con las generales porque pensó que le iba a beneficiar. Así fue. Aunque su disposición haya matado la confianza y el buen rollismo con el socio preferencial del PSPV-PSOE, la coalición Compromís. Ese, es otro asunto.

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Pedro Sánchez optó por una nueva convocatoria electoral al calor de los estudios demoscópicos que reflejaban el hartazgo de la ciudadanía con la situación de bloqueo y que ese cansancio lo iba a pagar electoralmente Unidas Podemos en favor de las siglas socialistas. No parece que vaya a ser así. La sucesión de acontecimientos que a ritmo vertiginoso se han producido entre la convocatoria y la cita con las urnas -en especial la sentencia del Tribunal Supremo y las encendidas reacciones en territorio catalán a la misma- han desconfigurado las previsiones de Pedro Sánchez y su equipo.

El aspirante socialista empleó de nuevo el pasado jueves la palabra “laberinto” para referirse al escenario poselectoral. Acojona, y mucho, que el presidente en funciones con aspiraciones a revalidar el cargo se exprese en dichos términos. Porque en las orillas del laberinto ha vuelto a aumentar el número de hogares españoles con todos sus miembros en paro, superando de nuevo el umbral psicológico del millón de familias que no tienen qué llevarse a la boca. Porque mientras los candidatos confundían el debate con una pista de circo -numerito del adoquín incluido- Bruselas rebajaba hasta el 1’9 por cien el crecimiento económico de España para 2019. Traducción: menor creación de empleo. Porque nuestro laberíntico país registra la segunda tasa de desempleo más alta de la Unión Europea y su deuda pública se acerca al cien por cien de su Producto Interior Bruto.

La gran María Félix, con esa lucidez que solo aporta estar de vuelta de tanto, soltó una maravillosa perla cultivada que pongo a disposición de los electores, para su reflexión: “No des una segunda oportunidad a quien no aprovechó la primera”. Va por todos.

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