¡Madre mía! ¡Qué Gobierno!
¿No tenía Díaz Ayuso más dónde elegir?, se pregunta el autor del texto
Despejadas las dudas de hasta qué punto la figura de Isabel Díaz Ayuso es tan refrescante para los nuevos aires del PP como el tufo de un armario cerrado en invierno, pasemos a analizar algunas joyas de su Gobierno. Con tres perfiles nos sobra para hacernos una idea de su cavernaria concepción de la política. Tres pesos pesados del disparate que pasan por lo retrógrado a la derecha de Vox y ahondan en la idea de que Ciudadanos vende barata su dignidad cuando se le llena la boca en pos de la regeneración.
La engañosa polémica de si el magistrado Enrique López (Justicia en Interior), una vez pagada su condena por conducir borracho, es apto para cumplir funciones públicas, no aleja la alarma. Aquello fue lo de menos. Llegó a miembro del Consejo del Poder Judicial, pero jamás quedaron despejadas las sombras sobre su imparcialidad –condición mínima en la actitud ética de cualquier juez- a la hora de ejercer su profesión. Quiso balón en los casos Gürtel y Bárcenas y fue apartado de ambos por sus abiertas inclinaciones peperas. Mejor está en un gabinete dirigido descaradamente desde la calle Génova que en cualquier tribunal, eso sí. Pero el riesgo de que un tipo con ese currículum revuelva desde el ejecutivo en favor de los casos pendientes de corrupción va a exigir su marcaje durante las 24 horas.
Extraña que David Pérez (Vivienda y Administración Local) siga militando en el PP cuando podía haber dado el salto a Vox. Para los de Abascal sería un diamante este defensor a ultranza de la eliminación de la ley del aborto que vocifera contra el feminismo a la mínima. Como alcalde de Alcorcón ha sido recusado seis veces por sus lindezas machistas, homófobas, caciquiles y –cómo no- por sospechas en su implicación de algunas tramas como la Púnica. Un machote.
Por último, otra joya: Javier Fernández-Lasquetty (Hacienda). Formó parte del gobierno Aguirre como consejero de Sanidad. Dimitió tras tumbar la Justicia una reforma que provocó una de las oleadas de batas blancas más sanas de la democracia. La gestión sanitaria que puso en marcha aquel ejecutivo de desguace ultra fue construir hospitales con dinero público para entregarlos a la gestión privada y que lo que no costaba un duro a los madrileños pudiera ser un gran negocio a la larga.
La prueba del descaro con que gestionaron otros consejeros del ramo en la época Esperanza fue que tanto Juan José Güemes como Javier Lamela, otros cracks del equipo, acabaron por cobrar como fichajes estrella de las empresas sanitarias a las que no dejaron de favorecer mientras ejercían el cargo. Uno de los cerebros ideológicos y chanchulleros de todo aquel tinglado fue Fernandez-Lasquetty, pieza clave en la Fundación Faes, tronco de José María Aznar y gurú de lo más granado de la caverna neocon. Esos son los viejos conocidos del electorado madrileño. ¿No tenía Díaz Ayuso más dónde elegir? Parece que ha decido estrenarse insultando nuestra ya de por sí agredida inteligencia. Gracias.
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