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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En espera de la sentencia

Hasta ahora el movimiento independentista catalán ha sido capaz de organizar movilizaciones pacíficas, cívicas y masivas, pero no “permanentes”

Albert Branchadell
Los Mozos desmontan la acampada a Santo Jaume, el septiembre del 2018.
Los Mozos desmontan la acampada a Santo Jaume, el septiembre del 2018.Massimiliano Minocri

Si descontamos la pequeña fracción que anhela un escarmiento sin paliativos para los líder independentistas tomados, el grueso de la sociedad catalana espera la sentencia del 1-O con una angustia contenida. La pregunta clave es sí al juez Marchena y a sus colegas se los irá la mano con una sentencia de máximos que sólo servirá para empeorar el conflicto o si se impondrá el sentido común y una resolución matizada contribuirá a volver el enfrentamiento a los raíles políticos de los cuales nunca tuvo que salir.

Paradójicamente, una parte importante del independentismo catalán desea que suceda la primera opción. Sólo una sentencia especialmente dura puede galvanizar de nuevo unas basas independentistas que están un poco desorientadas: sin liderazgo claro, sin unidad estratégica, sin hoja de ruta. Y esto después de una serie de tres elecciones en las cuales no se consiguió igualar la marca de los dos millones de votos del 21-D del 2017 ni se consiguieron dos grandes objetivos estratégicos planteados (conseguir la alcaldía de Barcelona y rebasar el cincuenta por ciento de los votos a las europeas).

La idea de la “respuesta sostenida” también ha circulado en el entorno de ERC

Dentro de la confusión independentista se abre una idea que diferentes portavoces han ido exponiendo a lo largo del verano. En una entrevista en el programa FAQS de Tv3 emitida el 13 de julio, el líder de JxCat y del Llamamiento, Jordi Sánchez, defendió que “tenemos que ser capaces de parar el país y salir a la calle, sin romper ni un vidrio ni quemar ni un neumático, a protestar indefinidamente”. En una entrevista publicada al diario Ahora el 27 de julio Sànchez descartó aquello de “parar el país” y centró su apuesta en una movilización “permanente y sostenida”; según él “genera más apoyo y proyección salir a la calle y plantarse durante días que una huelga general”. El 8 de agosto el diputado de la CUP, Carles Riera, hizo un llamamiento desde la cadena SER a una respuesta sostenida” en la calle como condición para conseguir una “agenda de ruptura democrática con el Estado ”.

La idea de la “respuesta sostenida” también ha circulado en el entorno de ERC. El mismo día que el Ahora entrevistaba Sànchez, la revista El Temps entrevistó Joan Puigcercós, ex secretario general y expresidente del partido republicano. A la pregunta de qué tendría que ser la reacción ante la sentencia, Puigcercós habló de una respuesta “sostenible en el tiempo”. A partir de este momento, el diálogo entre Puigcercós y el periodista resulta instructivo. Pregunta: “Esto significa una huelga indefinida?” Respuesta: “No”. Pregunta: “Entonces que quiere decir?”. Respuesta: “No sé si tiene que ser un día, dos, tres... Esto lo decidirán las entidades”. Pregunta (insistente): “Sería capaz de concretar algo más la ‘respuesta sostenida’? Respuesta (tangencial): “Sostenida quiere decir que la respuesta tiene que tener mucha gente y que la gente tiene que tener muy claro el que está haciendo”. (En un tuit posterior, sin entrevistadores preguntaires, Joan Tardío reclamó “movilizaciones pacíficas, cívicas, permanentes y masivas”.)

Las dos convocatorias de huelgas generales “independentistas” se han saldado con sendos fracasos

Hasta ahora el movimiento independentista catalán ha sido capaz de organizar movilizaciones pacíficas, cívicas y masivas, pero no “permanentes”. Después de la Fiesta del 2018 algunos manifestantes decidieron acampar en la plaza de Santo Jaume de Barcelona y quedarse hasta que el gobierno de la Generalitat cumpliera el “mandato” del 1-O. Alegando motivos de seguridad, la mañana del 26 de septiembre los Mozos desmontaron el campamento, formado esencialmente por tiendas vacías. Al ver las dificultades para reclutar un número significativo de personas dispuestas a pernoctar de manera continuada a la calle, el siguiente intento de movilización permanente se definió de entrada con un horario diurno delimitado de 9 a 21 h. Se trataba concentrarse diariamente ante el edificio de la Generalitat a partir del 4 de febrero, coincidiendo con el inicio del juicio. La iniciativa duró el que duró.

Con las movilizaciones permanentes sucede el mismo que con las huelgas generales. Una cosa es desearlas –el 2013 Junqueras ya sugirió que los independentistas podrían parar la economía catalana durante una semana– e incluso convocarlas formalmente, y otra es que tengan éxito. Las dos convocatorias de huelgas generales “independentistas” (8 de noviembre del 2017 y 21 de febrero del 2019) se han saldado con sendos fracasos. En lugar de flirtear con exigentes movilizaciones que quizás no estén al alcance y la efectividad de las cuales para la misma causa independentista sería en cualquier caso dudosa, los líder independentistas tendrían que trabajar en una respuesta a la sentencia que no vuelva a sobrevalorar sus fuerzas y, sobre todo, que ayude tan como sea posible a canalizar políticamente el conflicto.

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