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Desmontando las mentiras del asesino confeso de Mònica Borràs

Una investigación de 10 meses demuestra que la pareja de la mujer de Terrassa sabía que no volvería

Un 'mosso', con unas fotos que muestran el punto exacto en el que se halló el cuerpo de Mònica Borràs. En vídeo, la policía desentierra el cadáver de Mónica Borrás.Foto: atlas | Vídeo: CRISTÓBAL CASTRO | atlas
Rebeca Carranco

A los Mossos no les cabía duda: Jaume Badiella, de 54 años, sabía que Mònica Borràs, de 49 años, no volvería a su casa en Terrassa porque estaba muerta a pesar de que fingía una gran preocupación ante la policía. Un análisis de sus declaraciones y de su comportamiento después de su desaparición, el 7 de agosto del verano pasado, les sirvió para armar la acusación contra él. El hallazgo del cadáver enterrado en un cobertizo en el jardín de la casa y su confesión espontánea lo confirmó.

La investigación, que ha durado 10 meses, desgrana las pruebas —recogidas en el auto de prisión comunicada y sin fianza para Badiella— de que la “actitud” del hombre demostraba que “sabía que Borràs no volvería”. La primera es que cuando aquella tarde de agosto se va de casa, según él, de “cualquier manera” y de forma “repentina” tras una discusión, sin llevarse el teléfono, ni el bolso ni nada, el hombre no la busca. No recorre sus lugares habituales. Pero sí va dos veces al día siguiente a la comisaría de los Mossos, donde muestra una “evidente preocupación”. No es un comportamiento “coherente”, aseguran los investigadores.

Tampoco llama enseguida a su madre, a su hermano, o sus amigas al ver que no vuelve, a pesar de que la policía le recomienda hacerlo para asegurarse de que no está con ellos. Tarda dos días en hacerlo. Primero llama a una amiga que está fuera de la ciudad, luego a una prima con quien no tiene una relación muy estrecha y finalmente, ya por la tarde del 9 de agosto, contacta con su madre. Borràs jamás se había ido de casa. Las personas que la conocen no creen que se haya podido suicidar o huir, y destacan su “carácter jovial”, sus ilusiones y sus proyectos de futuro, como viajar.

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Al día siguiente, 10 de agosto, tres días después de la desaparición, finalmente, Badiella y la madre de Borràs presentan formalmente una denuncia ante la policía. La relación con la familia de ella no parece demasiado fluida. Cuando el hermano de Borràs acude al domicilio que compartían en Terrassa, una semana después de la desaparición, para recuperar el teléfono y el móvil de su hermana y entregárselo a la policía, Badiella se niega. Tiene que insistir para llevárselo, aseguran los Mossos, y ni siquiera le deja entrar en la casa: la conversación es en la puerta.

Aún más sospechoso resulta el uso que Badiella hace de las cuentas bancarias de su pareja, que si se hubiese ido voluntariamente, podría regresar en cualquier momento y reprochárselo. Al día siguiente de la desaparición, se transfiere 155 euros de la cuenta de Borràs a la suya, “sin avisar a nadie de su entorno”. Eso “denota”, según la policía, que “era consciente de que no volvería”. En octubre pide una tarjeta de crédito nueva, suplantando su identidad, y saca 600 euros en metálico.

Su comportamiento prueba, según los Mossos, que Badiella sabe que Borràs no va a volver. Sus antecedentes como pareja les hace temer que pueda haberla matado. Ambos vivían una “grave crisis en las relaciones personales” que comportó una “espiral de violencia constatada" que acabó con una grave pelea el 3 de agosto, cuatro días antes de la desaparición, en la que los dos sufrieron heridas. Él se tuvo que ir a dormir a un camping, con un ojo morado, porque ella lo echó de casa. Sospechan que el día 7 se pudo convertir en un “nuevo incidente violento” entre ellos, con una “reacción violenta por parte de Badiella contra Borràs con el resultado de la muerte”.

El análisis del teléfono móvil de Borràs les ayuda a determinar la hora en la que pasó. La mujer, explican, “era muy dependiente de su teléfono móvil”. El día que desaparece, está por la mañana conectada intensamente al teléfono, y a las 9.59, de manera repentina en medio de una conversación, para en seco la conexión "sin causa aparente desde el punto de vista del sentido común". A las 10.47, una conocida intenta hablar con ella por WhatsApp y ya no lo logra. En esa hora se cometió el crimen, según la policía. Y quien estaba con ella era Badiella, que no tiene coartada. “Resulta razonable y coherente afirmar que es la única persona que tuvo la oportunidad de atentar contra su vida”, concluyen.

Lo que se convierte en la prueba definitiva es el hallazgo del cadáver de la mujer en la casa el pasado miércoles, 10 meses después de su desaparición, con Badiella ya detenido, y su reacción al ver el cuerpo. “En el momento de descubrir el cadáver, manifestó que se correspondía con su expareja, que él fue el causante de su muerte, que el cadáver lo enterró personalmente el mismo día”, confesó a los Mossos de manera espontánea. No recordaba el número de golpes que le dio, dijo, “pero no paró hasta que Borràs cayó al suelo”. Este viernes, ante el juez de violencia contra la mujer, guardó silencio.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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