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Las mujeres que no dirigen ni producen musicales

Los nombres femeninos escasean en puestos de responsabilidad en el sector del teatro, que crece sin parar

De izquierda a derecha, la directora Silvia Montesinos; Laura Peláez, periodista especializada en el género; Yolanda Pérez, directora general de Stage; la actriz Mariola Peña; la regidora Maite Prieto; y la actriz Natalia Millán, en la terraza del Hotel Axel de Madrid.
De izquierda a derecha, la directora Silvia Montesinos; Laura Peláez, periodista especializada en el género; Yolanda Pérez, directora general de Stage; la actriz Mariola Peña; la regidora Maite Prieto; y la actriz Natalia Millán, en la terraza del Hotel Axel de Madrid.Andrea Comas
Javier A. Fernández

Los musicales son un género masculino si se atiende al número de hombres en puestos de dirección y producción de Billy Elliot, West Side Story o El jovencito Frankenstein. “Las mujeres nos hemos incorporado más tarde a los puestos de responsabilidad; eso nos lastra”, argumenta Silvia Montesinos. Tiene 43 años y ha ejercido de directora residente tanto en La familia Addams como en el musical sobre el nieto de Frankenstein, basado en la película de Mel Brooks. Montesinos ha sido una de las dos mujeres que ha ejercido esta temporada la dirección —en ambos casos como ayudantes— en Madrid. La otra ha sido la holandesa Caroline Bauer, en Anastasia. El resto, todo hombres. También en la producción de esos espectáculos así como en la dirección musical.

A pesar de esa realidad, Montesinos —que acaba de adaptar el libreto musical de Ghost, film de 1990— considera que la profesión está “mucho más concienciada en la lucha por la igualdad que otros sectores”. En la productora Stage Entertainment ocurre: “El reparto de puestos entre hombres y mujeres está equilibrado”, afirma Yolanda Pérez Abejón, su directora general desde hace dos años. En la compañía hay 190 hombres y 174 mujeres, aunque la cifra varía ligeramente según las producciones en cartel. En cuanto al salario medio, Pérez Abejón asegura que el de ellas está por encima del de ellos: “La razón es que hay más mujeres en puestos de responsabilidad”, explica la directora de esta multinacional holandesa, responsable de los ocho años de éxito de El Rey León en Madrid, función que acumula más de cuatro millones de espectadores. Un récord en la capital.

“Nuestro medio es más liberal en muchos sentidos y la mujer ha podido progresar más que en otros”, incide Natalia Millán, protagonista de Billy Elliot el musical, en el teatro Nuevo Alcalá de Madrid, un espectáculo producido por SOM, compañía en la que trabajan 181 hombres y 152 mujeres. En Let's Go, detrás de La familia Addams o El jovencito Frankenstein, trabajan 500 personas, el 60% son mujeres.

Imagen promocional de Billy Elliot, el musical, en el Teatro Nuevo Alcalá.
Imagen promocional de Billy Elliot, el musical, en el Teatro Nuevo Alcalá.

La temporada que acaba ha supuesto un hito para los musicales. En el último año, se han estrenado más títulos que nunca, tanto importados desde Broadway y el West End como de nueva creación. “Es un momento brillante”, remarca Pérez Abejón, “con grandes títulos y propuestas más independientes”. El 21% de los turistas españoles que visita Madrid lo hace para ver un musical, según datos de Stage. La capital se ha convertido en la cuarta ciudad del mundo en el género y la primera en castellano.

Ese crecimiento ha ido de la mano de la penetración de las mujeres más allá de la actuación. “En sectores como maquinaria, luz o sonido aún cuesta, la verdad, pero cada vez hay más jefas de departamento. Especialmente en regiduría, donde, al menos en nuestros espectáculos, hay más mujeres que hombres”, explica Pérez Abejón en relación a los equipos que trabajan en El Rey León y Anastasia.

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Las bambalinas han sido el hogar de Maite Prieto, de 58 años, desde que cambió la danza por la regiduría, hace veinte años. “No era nada fácil”, recuerda, “cuando me tocaba coordinar me decían: ‘Sí, bonita, sí”. “Era el 2000 y solo había una mujer entre los 16 maquinistas de aquella producción de La bella y la bestia en el Lope de Vega”, agrega.

“A mí me quisieron echar de una compañía porque estaba embarazada”, suelta Millán. “Era una producción de teatro clásico y me pusieron la carta de despido delante porque decían que no podía hacer los movimientos que me exigían. Me negué y la Unión de Actores me ayudó mucho”, explica. La realidad es que antes, ni la lacerante desigualdad salarial entre géneros, ni los ataques a la autoridad femenina, ni el acoso sexual se denunciaban como actualmente.

El elenco de La familia Addams.
El elenco de La familia Addams.

“He sufrido desigualdad de sueldo en varias ocasiones en mi carrera”, sentencia Mariola Peña, actriz y cantante sevillana de 37 años, ahora en Polvorones, una obra de texto en el teatro Lara de Madrid. Ella fue una de las protagonistas de la primera producción de Hoy no me puedo levantar, musical basado en las canciones de Mecano y uno de los hitos del género en español. “Siempre lo achaqué a que no lo supe gestionar bien en su día”, añade Peña. Una suerte de Síndrome de la Impostora, que genera inseguridad en personas con éxito. Domina en las mujeres, debido al machismo estructural de la sociedad.

“No es nuestra culpa, hay muchos más factores”, apunta Pérez Abejón. La periodista musical Laura Peláez, de 36 años, lo secunda: “Aún nos culpabilizamos”, explica Peláez, responsable de La quinta pared, espacio dedicado al teatro musical en el programa La Sala de Radio Nacional de España y que también ha ejercido de jefa de prensa de múltiples espectáculos.

La edad es otro factor que constriñe la carrera de las mujeres en el ámbito. “Nadie se acuerda de nosotras cuando llegamos a cierta edad. Hoy pasamos de jóvenes como las concursantes de Operación Triunfo a Jane Fonda. Un hombre no sufre esa discriminación. Para ellos siempre hay un personaje”, se queja Peña. “Últimamente, cada vez que me sale un trabajo pienso que quizá sea el último”, agrega Natalia Millán. “Ahora encarno a la señora Wilkinson [en Billy Elliot], un personaje poderoso, que no depende de los hombres y gracias al que cambia la historia. Es una auténtica rareza", continúa Millán.

Un momento de El jovencito Frankenstein.
Un momento de El jovencito Frankenstein.

“El teatro no es una profesión de putas”. La Liga de Mujeres Profesionales del Teatro utilizó esta expresión en un comunicado que lanzó en 2017 para denunciar el acoso en el teatro. “Se trata de un sector lleno de depredadores sexuales que abusan de su posición dentro de la industria, amparados por las dinámicas sociales”, explicaban desde esta institución internacional, que pelea por los derechos de la mujer en las artes escénicas. Concretamente, denuncia las violaciones o el acoso en los castings del sector.

Pasar por el aro

“Somos carne de cañón para los depredadores porque ponemos mucha ilusión en nuestro trabajo, es muy vocacional y trabajamos con las emociones. Estamos en una posición muy vulnerable”, opina Millán. Como Peña, la otra actriz de este grupo de mujeres, asegura haberse sentido intimidada en alguna ocasión. “Los castings en los que quieren que pases por el aro [tener relaciones sexuales] no son un mito”, dice Millán. “Una vez hubo quien me prometió que impulsaría mi carrera si pasaba por el aro”, complementa Peña, usando el mismo eufemismo que Millán. “Como no piqué, me amenazó con hundir mi carrera”, continúa.

El mes pasado se anunciaron los nombres de los nuevos gestores de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC); de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE); de la Compañía Nacional de Danza (CND); del Ballet Nacional de España (BNE); y del Centro Dramático Nacional (CDN). Entre los elegidos, no había ninguna mujer. “¿No hubo candidaturas femeninas en una profesión donde hay más mujeres que hombres?”, se pregunta Millán: “No se entiende”.

Como no lo comprenden, todas coinciden en que hay que “seguir peleando”: “Si no, nadie nos va a dar nada”, reivindica Maite Prieto. Millán habla de cuotas: “Las mujeres nos incorporamos más tarde a muchas áreas, por eso creo en las cuotas. Algún día no serán necesarias. Como algún día puede que alcancemos la igualdad y no haga falta ser feminista. Aún no ha pasado”.

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