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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Que domine el rosa

Ximo Puig se sabe 'pato cojo' y eso, lejos de ser un inconveniente, es una oportunidad

Amparo Tórtola
Ximo Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau, esta mañana.
Ximo Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau, esta mañana. MÒNICA TORRES

La Comunidad Valenciana cierra hoy su ciclo electoral con la celebración de las elecciones municipales y europeas. Mañana, metabolizados los resultados, los 18 sherpas acreditados por el PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos-Esquerra Unida empezarán a negociar en serio el qué, el quién y el cómo del acuerdo que alumbrará un nuevo ejecutivo valenciano.

Despejadas las incógnitas que impedían el avance, ya todas las cartas estarán sobre la mesa.

Si Joan Ribó está en condiciones de renovar mandato como alcalde de Valencia, la socialista Sandra Gómez puede acabar sentando plaza en la presidencia de la Diputación de Valencia. No es mal escaparate la institución provincial para quien se perfila como un valor en alza del socialismo valenciano y con aspiraciones de coger el relevo de Ximo Puig al frente de la secretaría general del PSPV-PSOE. Operación de corte similar se contempla en el bloque del centro-derecha valenciano: si el alcaldable de Cs, Fernando Giner, se hace con la vara de mando municipal, el PP venderá su apoyo a cambio de aupar a su candidata, María José Catalá, a la presidencia de la Diputación.

Pero estábamos con el futuro Consell. Rosa, mucho rosa. Jean-Gabriel Causse, autor del ensayo “El asombroso poder de los colores” (Editorial El Ateneo), recomienda este tono porque es euforizante y genera en los demás respuestas positivas: “Si vistes de rosa -afirma- te sonríen más a menudo”. Causse relataba la siguiente anécdota hace unos días en entrevista concedida al diario La Vanguardia: “En la cárcel de alta seguridad de Seattle (EE.UU) se pintaron algunas celdas de color rosa para relajar a los presos más agresivos”. Atención negociadores del pacto de gobierno: la experiencia resultó exitosa.

Mientras los sherpas hacen su trabajo, Ximo Puig hace lo propio. El presidente del Consell en funciones aprovecha la interinidad para perfilar, con meticulosidad de orfebre, el diseño de su futuro ejecutivo. Eleva consultas a personas de su confianza -ajenas, en su mayoría, al devenir político cotidiano- que han acreditado desde diferentes ámbitos su conocimiento de la Comunidad Valenciana. Son interlocutores que han reflexionado sobre el papel de esta región periférica del Mediterráneo y sobre cómo afrontar los llamados retos del siglo XXI en un escenario global, caracterizado por la incertidumbre y la complejidad: emergencia climática, envejecimiento poblacional, robotización, etcétera.

Garantizar la estabilidad y el equilibrio de un gobierno a tres bandas es premisa indispensable para poner en práctica los proyectos que bullen en la cabeza de Puig. Cobra fuerza la posibilidad de crear una Conselleria de Presidencia cuyo garante -a Manolo Mata le silban los oídos, sin duda- asegure que el próximo Consell emita como una orquesta bien afinada, ajena a interferencias que alimenten titulares informativos y desvirtúen la acción del gobierno. Ximo Puig se sabe pato cojo -no repetirá como secretario general ni como candidato presidencial- y eso, lejos de ser un inconveniente, es una oportunidad: satisfechas las facturas de Compromís y Unidas Podemos, tendrá las manos libres. Con permiso de José Luis Ábalos.

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