Rivales condenados a entenderse
Pese a sus encontronazos previos, Díaz Ayuso y Garrido, Errejón y Serra, y Carmena y Sánchez Mato tendrán que pactar si quieren llegar a gobernar
Seis políticos con los máximos galones afrontan la campaña electoral sabiendo que tendrán que superar traiciones y rupturas previas para llegar a acuerdos si quieren gobernar tras las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo. No habrá mayorías absolutas ni en la Comunidad ni en el Ayuntamiento, según todos los sondeos. Y los que hoy están enfrentados, mañana tendrán que entenderse.
Si quiere alcanzar el Ejecutivo, Isabel Díaz Ayuso (PP) tendrá que digerir la venganza de su antecesor como líder popular, Ángel Garrido, que fichó por Ciudadanos dolido con el trato recibido en su partido. Íñigo Errejón abandonó Podemos para montar la candidatura autonómica de Más Madrid, pero se verá obligado a pactar con Isabel Serra —que ocupó el lugar al que él renunció en el partido de Pablo Iglesias— si quiere que la izquierda gobierne. Finalmente, la alcaldesa Manuela Carmena (Más Madrid) y el concejal Carlos Sánchez Mato (Madrid en Pie Municipalista), que evitaron mencionarse mutuamente al hablar de pactos en el debate a seis que organizaron este lunes EL PAÍS y Cadena Ser, deberán olvidar las votaciones divididas en el pleno y el cese de Mato como responsable de Hacienda si quieren compartir futuro en el Palacio de Cibeles.
“Tenemos choques”
“Yo no cité explícitamente a Más Madrid y al PSOE, y no por eso nadie puede entender que les quito valor”, aseguró a este diario Sánchez Mato, que lucha por alcanzar el umbral del 5% de los votos que marca la entrada en el consistorio. “Tenemos diferencias políticas profundas, que son conocidas de todos, pero eso no quita que tengamos una relación personal buena y nos veamos y hablemos con frecuencia. Yo a Manuela la quiero, la aprecio y la respeto”, añadió el candidato.
La mayor crisis interna de Ahora Madrid se produjo en diciembre de 2017, cuando Carmena cesó al entonces concejal de Economía y Hacienda, Carlos Sánchez Mato, por el pulso que este mantenía con el exministro Cristóbal Montoro.
Mato, de IU, decidió votar en el pleno contra el Plan Económico y Financiero que él mismo se había visto obligado a redactar. La herida nunca cicatrizó y volvió a abrirse con cuestiones como la Operación Chamartín, a la que se opone IU. Cuando Carmena anunció que volvería a concurrir a las elecciones aseguró que su nueva plataforma no estaría sumida a la lógica de los partidos y que sería la unión de individuos, no de siglas. ¿Su objetivo? Evitar nuevos desencuentros como los mantenidos con Sánchez Mato, con el que quizás tenga que entenderse para revalidar la alcaldía.
“Tenemos choques, claro, pero los choques se arreglan hablando y viendo de qué manera se pueden conciliar” —con su programa como base y tras consultar a su coalición—, aseguró el candidato de Madrid en Pie Municipalista.
El caso de Ángel Garrido es muy distinto. La suya es una de las mayores conjuras políticas recientes. Se produjo por sorpresa. Cuando había sido premiado con el número cuatro de lista europea del PP por la docilidad con la que habia asumido que Díaz Ayuso fuera la candidata autonómica. Y en medio de la semana final de la campaña de las elecciones generales. De repente, el líder autonómico de Ciudadanos, Ignacio Aguado, convocó a la prensa en su sede nacional. Y allí compareció, junto a él, el expresidente regional del PP. Le acababan de fichar como número 13 en las filas del partido de Albert Rivera.
Una escena sorprendente. Situado junto a Aguado, Garrido abrazó a quien antes había llamado “oportunista”, “tonto útil” o “populista pop”. Desplazado por el líder del PP, Pablo Casado —cuyo giro ideológico a la derecha había cuestionado cuando habló de la “voxización” de los populares—, el expresidente aseguró que se marchaba porque Ciudadanos “hoy por hoy representa los valores del centro liberal” en los que siempre había creído.
En eso ha insistido estos días, mientras hace tándem con Aguado en campaña. Durante su primer mitin se oyó un grito: “¡Traidor!”.
Su salida dejó al PP petrificado. Después del primer choque, empezaron a caer las reacciones. Díaz Ayuso, la apuesta personal de Casado para la Comunidad de Madrid, describió a los miembros del nuevo partido de quien había sido su compañero como “veletas, tránsfugas, con complejos”.
Sin embargo, con un panorama fragmentado en el que ningún partido logrará la mayoría absoluta, Ayuso y Garrido, PP y Ciudadanos, tendrán que apartar las descalificaciones recientes y olvidar el golpe si quieren buscar fórmulas para que la derecha gobierne.
“Vocación de actores”
“En Ciudadanos hay mucha gente con vocación de actores y actrices”, le dijo Garrido a Aguado en la Asamblea en 2017. Las dotes interpretativas de todos quedarán en evidencia el 27 de mayo, cuando sea necesario buscar pactos para gobernar.
También las de Errejón y Serra. El exdirigente de Podemos maquinó a espaldas de su partido y anunció su apuesta por Más Madrid en una carta, convirtiendo su salida en un hecho consumado. Fue en la famosa cena con empanadillas en casa de la alcaldesa Carmena cuando se cerraron unas conversaciones en las que llevaban tiempo hablando de concurrir como tique electoral: ella para las municipales, él para las autonómicas.
El motín de Errejón, que no terminaba de entenderse con Izquierda Unida para firmar una confluencia con Podemos, pilló al secretario general del partido que fundó de baja por paternidad. Pablo Iglesias reapareció a través de una carta en Facebook para confesar que se sentía “tocado y triste” por la decisión de su antes amigo íntimo, al que situó fuera de la formación. “Deseo suerte a Íñigo en la construcción de su nuevo partido”, dijo, pero nunca le expulsó formalmente del partido que fundaron juntos.
“Íñigo no es un traidor”, opinó sobre él Isabel Serra, que desde entonces ocupa el lugar que Errejón dejó vacante al abandonar la candidatura autonómica de Podemos. “No está generando una ampliación del campo político, por ahora. Espero que sí lo consigamos de cara a las elecciones”, lamentó la candidata de Unidas Podemos IU Madrid en Pie en una entrevista con EL PAÍS.
Esa mano tendida simboliza las posibilidades abiertas para las tres parejas tras las elecciones de mayo. El PP necesitará a Ciudadanos, y viceversa. Más Madrid autonómico, a Podemos, y viceversa. Y, probablemente, un gobierno de izquierdas en la capital no se pueda formar sin Madrid en Pie, en el caso de que logre representación. De la nada al todo, tras pasar por las urnas.
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