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Valdefuentes, feudo de Ciudadanos, un barrio limpio y videovigilado

Dentro del distrito de Hortaleza, este barrio de urbanizaciones y avenidas recrea un ambiente acomodado y tranquilo

El parque forestal de Valdebebas.
El parque forestal de Valdebebas.JAIME VILLANUEVA
Berta Ferrero

Una pareja con ropa deportiva entra al trote por la puerta principal del parque forestal de Valdebebas. Ella, sudadera atada a la cintura, mallas hasta los tobillos y una coleta bien estirada, va un par de pasos por delante de él, con chándal gris e intentando mirar algo en el móvil. Una niña se le cruza subida a una bicicleta y él, buenos reflejos, frena de golpe. Ha evitado el atropello y pide perdón. No es lugar para despistes. El parque -que con el PP llegó a llamarse Felipe VI y, tras una votación auspiciada por el gobierno de Carmena, volvió a su denominación original-, es un hervidero: jóvenes haciendo deporte, familias enteras subidas sobre dos ruedas, niños corriendo hacia el parque infantil, señores paseando al perro o perros tirando de señores. Es el Día del Trabajo y, lejos de obligaciones laboriosas, los vecinos aprovechan la jornada primaveral sobre estas antiguas escombreras de Las Cárcavas, el mayor vertedero ilegal de Madrid en la década de los noventa.

El barrio de Valdefuentes, en el distrito de Hortaleza, está ya lejos de la basura de entonces. Barrio bien, con casas imponentes, edificios modernos y simétricos, se ha convertido en territorio de Ciudadanos, que triunfó en las elecciones generales con el apoyo del 30,8% de los vecinos. El PP, el siguiente partido más exitoso, se llevó la confianza del 21% y los socialistas del 18,2%. “Me gusta vivir aquí porque es limpio, tranquilo y seguro”, cuenta Steven, inglés de 69 años que pasea con sus tres nietos nacidos en la capital, Steve, Paul y Joan, de 11, 7 y 4 años. Vive en Madrid desde hace 27 años, “aunque hable como Michael Robinson”, y se define como un “progresista liberal” que prefiere mantener su voto en secreto -“aunque te lo puedes imaginar”- de la misma manera que le da “¿yuyu, se dice?” revelar su apellido -”no quiero líos”-.

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La tranquilidad de la que habla Steven se palpa conforme uno se aleja del parque forestal. En el camino de Montoro, edificios de cuatro o cinco plantas con conserje las 24 horas avisan al viandante con carteles colgados cada 15 metros de que es una zona videovigilada. Las personas van desapareciendo y las calles, a mediodía, están prácticamente desiertas. “Viví un tiempo en el centro y ahora me apetece esto, mis hijos salen más seguros y el centro ya agobia”, cuenta Silvia Arranz, 47 años, médica y madre de dos niños. “No me gusta decir mis ideas políticas, pero sí te digo que ninguno me convence del todo. Al final ganó Sánchez y no me parece mal, aunque también creo que las políticas sociales pasan por defender los intereses de todos. Lo único que no quería es que Vox arrasara. Bueno, y Podemos tampoco, claro”.

La calle Rico Godoy, a escasos 100 metros, parece El show de Truman. Casas de lujo, calle desierta y cámaras cada pocos metros. En una cancha de baloncesto una pareja y una niña de unos diez años intentan encestar sin éxito justo al lado de un cartel que anuncia una nueva promoción de chalets pareados y adosados de cinco dormitorios en una urbanización cerrada con zonas ajardinadas. “Aquí hay más vida de lo que parece”, asegura Rubén del Álamo, 39 años, que surge de pronto subido en una bicicleta. “Quieto ahí, mira a los dos lados”, avisa a su hijo, que llega detrás de él y que pasa completamente de sus indicaciones. “Me tienes frito”, le espeta. “Vivimos ahí al lado, no me preocupa mucho, pero tiene que aprender”.

No todo es igual en Valdefuentes. Al lado del Hospital Sanitas Moraleja, al oeste del barrio, los edificios ganan altura. Seis, siete, ocho plantas. Zona residencial, la avenida de Francisco Pi y Margall alterna bloques modernos con otros de finales del siglo pasado en calles cuadriculadas con carriles bicis en dos sentidos. Por la larga avenida, asoman pequeños supermercados para abastecerse “de lo básico”, dice una vecina, y una parroquia, la de San Rafael de Arnaiz. Dentro de una urbanización ocho niños juegan al fútbol, uno con la camiseta del Madrid, otro con la del Atlético y otro con la de España. El resto, con la primera que han pillado por la mañana. “Somos un barrio honrado. Que no te engañen los prejuicios, aquí hay gente trabajadora como en todos los sitios”, insiste Mariano, 56 años, “sin apellido conocido”, se ríe.

Al lado, en la calle infanta Catalina Micaela, en una cafetería con terraza con vistas a las cuatro torres de Madrid y a un descampado, una pareja toma el aperitivo. “Hemos venido a ver a mis padres, que viven ahí”, señala Lucía Suárez, 32 años, embarazada de su primer retoño. “Nosotros vivimos en Malasaña. Pero acabaremos aquí. La sensación de seguridad es infinitamente mayor y tener a los padres cerca siempre suma. Yo voto al PSOE y él a Podemos. Pero no nos casamos con nadie. Queremos que curren y que no se duerman”.

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Sobre la firma

Berta Ferrero
Especializada en temas sociales en la sección de Madrid, hace especial hincapié en Educación o Medio Ambiente. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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