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Columna
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Listas y magdalenas

Las listas al Ayuntamiento de la actual regidora Manuela Carmena ha sido confeccionada exclusivamente desde su criterio personal

La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en una entrevista con EFE.
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en una entrevista con EFE. JAVIER LIZÓN EFE

Como en aquella película, vivimos días de extraños. Con valores cambiantes, cuestionados y cuestionables. Si hace unos años los valores que representaban las organizaciones políticas y obreras eran aceptadas con todas sus consecuencias, hoy recibimos con aplausos prácticas cuando menos dudosas con el espíritu participativo en la política. Y nos parece estupendo y saludable la nueva corriente que resta poder a los partidos aún en aquellas cuestiones que hemos considerado esenciales. Ahora aplaudimos que no sean los partidos los que confeccionen las listas electorales. Y sonreímos cómplices a que sea solo una persona quien decida quien y en qué puesto debe presentarse para su ratificación en las urnas.

El desencanto con partidos, unos corruptos y otros incapaces, o la desafección hacia organizaciones en las que la sociedad no se siente representada, tiene mucho que ver con el éxito de lo que se llama proyecto personal. Ocurrió ya con los sindicatos. Hace unos años asistimos a una ofensiva contra las centrales obreras de las que se decía que solo servían para cobrar dinero público. La crisis hizo rectificar cuando los despedidos no encontraron otro consuelo para defender sus derechos que los sindicatos de clase.

Ahora asistimos, cada vez menos atónitos, a proyectos personales, escasamente democráticos, que apuestan por llevar a la política actitudes que se acercan mucho a una concepción populista de la política. Hasta los propios partidos parecen renunciar a una de las prácticas más importantes: la confección de las listas. Se impone por la decisión del líder.

Las cosas son más graves cuando ni siquiera detrás de una lista está una organización política, sino una sola persona que con su carisma ha conseguido una relevancia extraordinaria. El caso de la capital y la Comunidad es buen ejemplo de ello. Las listas al Ayuntamiento de la actual regidora Manuela Carmena ha sido confeccionada exclusivamente desde su criterio personal. No solo no ha admitido participación de la organización que la llevó a la alcaldía, es que ha rechazado expresamente la posibilidad de integrar en ella a miembros de esa organización. En el caso de las listas a la Comunidad, ese egocentrismo ha llegado a extremos tales que el candidato propuesto por Podemos ha preferido una lista bendecida por Carmena y con los mismos supuestos de alejamiento de partido que la del Ayuntamiento.

Es una deriva peligrosa. El populismo no se debe a ideología alguna con lo que el elector no tendrá entre sus razones para optar a una u otra opción, el peso de los principios que defiende una u otra organización. Le bastará con el pensamiento único del candidato, su simpatía, su capacidad de comunicación... y ni siquiera se preguntará qué faculta a una persona para la confección de una lista que habrá de tomar decisiones que pueden cambiar la vida de sus conciudadanos.

Y es una deriva peligrosa porque lleva implícito un desprecio hacia los partidos, una de las formas organizativas y participativas de la sociedad, y un desprecio hacia una ciudadanía a la que se le puede contentar con magdalenas y no con pensamiento.

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