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Los comunes se derrumban y ya solo pugnan por Barcelona

El proyecto de Ada Colau, dos años después de su nacimiento, se encuentra zarandeado por el procés y roto por su eterna crisis y se ha desmoronado

El candidato de los comunes al Congreso, Jaume Asens, en un mitin.
El candidato de los comunes al Congreso, Jaume Asens, en un mitin.Marta Pérez (EFE)

Catalunya en Comú se fundó en 2017 con el objetivo de ser una alternativa de gobierno —en el Parlamento catalán— que aunara a toda la izquierda soberanista y desplazara a los neoconvergentes del poder. Bajo el auspicio de Ada Colau y Xavier Domènech, el partido se gestó sobre el éxito de las elecciones municipales de 2015 —que auparon a Colau a la alcaldía— y de las generales de 2015 y 2016. Dos años después, el proyecto, zarandeado por el procés y roto por su eterna crisis, se ha desmoronado y ya solo pugna por conservar el poder en Barcelona.

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Acusado por los partidos de derechas de ser independentista y por los secesionistas de falsa equidistancia, Catalunya en Comú destinará sus energías en este ciclo electoral a salvar Barcelona. Es la única institución que controlan los comunes y la joya de la corona ambicionada por Ernest Maragall (ERC), por Manuel Valls (Ciudadanos) y por Joaquim Forn (Junts per Catalunya).

La foto es demoledora. La puntilla la dio ayer Albano Dante-Fachín, exlíder de Podem, que será candidato al 28-A de un sector de la CUP. Los comunes llegaron al Parlament en las elecciones del 21-D con el aura de calmar el grupo volcánico de izquierdas que le precedió. Pero en esos comicios, pasó de 11 a 8 escaños. Nueve meses después, Domènech abandonó la política. La número dos, Elisenda Alamany, ya diputada no adscrita, se presentó el viernes para ocupar esa misma plaza por ERC en las municipales. Y Joan Josep Nuet, histórico líder de Esquerra Unida i Alternativa, ocupará la cuarta plaza este 28-A en la de Oriol Junqueras.

Nuet sostiene que ha dado el controvertido paso para combatir a la triple alianza de la derecha y dar una respuesta excepcional a la situación política de Cataluña. Los dos críticos formaban parte de una corriente denominada comuns sobiranistes, que acusa al partido de Colau de renunciar a sus principios de derrocar el régimen del 78 y defender la república catalana, hermanada o no después con una hipotética española. La dirección (y las bases de la formación original) les acusan de tránsfugas.

El conflicto se fraguó ya a propósito del referéndum ilegal del 1 de octubre, donde las diferentes familias visualizaron dos estrategias ideológicas: la que defendió desde el principio participar de forma desacomplejada —aunque la consulta no fuera vinculante— y la que se resistió hasta el final a sumarse. Finalmente, votaron. Domènech actuó de puente entre esos dos mundos, pero su marcha ha sido devastadora hasta la fractura. El exlíder, sin embargo, ha lamentado el pase de algunos a ERC.

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El candidato y el 1-O

Con esa premisa, los comunes asumen que esta vez, de la mano de Jaume Asens, teniente de alcalde de Derechos Civiles de Barcelona, no podrán revalidar la victoria. El cabeza de lista se ve a sí mismo como puente. Es amigo de Pablo Iglesias y fue uno de los letrados que asesoró a Carles Puigdemont en su huida al extranjero. Asens promueve la acusación popular del Consistorio contra las cargas policiales del 1-O. No estuvo, sin embargo, en la manifestación independentista de Madrid, pese a que el lema era el derecho a la autodeterminación y no la secesión.

Su ausencia resume la metáfora de las mil y una acrobacias que hacen los comunes para atraer votos de ambos lados del río. Pese a que reclaman la libertad de los políticos en prisión, los críticos les acusan de no asumir la situación excepcional y de agitar la bandera del referéndum solo como un arma electoral. Pero no solo eso: la formación no ha construido una organización sólida ni se ha desplegado territorialmente por Cataluña. “No se puede echar de menos lo que no se ha llegado a montar”, reconocen algunos. La alcaldesa ha preferido cultivar una agenda internacional, con reuniones con Bernie Sanders o Anne Hidalgo, alcaldesa de París, antes que celebrar mítines por Cataluña.

La ‘sopa de letras’ de la izquierda

El plan inicial de Ada Colau era que los cuatro partidos de izquierdas —Barcelona en Comú, Iniciativa per Catalunya, EUiA y Podem— se disolvieran y compartieran la marca. La sopa de siglas denunciada en su día por la alcaldesa de Barcelona, sin embargo, aún persiste por las presiones de los aparatos. El consuelo de Colau es que Barcelona en Comú funciona como un cohete porque ella aúna liderazgo, poder institucional y la dirección férrea del partido.

Fuentes de la formación admiten que solo creyeron en el proyecto ICV y una parte de BComú. EUiA, por su parte, está dividida. Comunistes de Cataluña, el partido original de Joan Josep Nuet —que apoya la alianza con ERC—, hará campaña en favor de Colau. Con los biorritmos bajos, Xavier Domènech afirmó en TV3 que los comunes y otros partidos quizá no estuvieron a la “altura” cuando votaron en contra de la investidura de Jordi Turull un día antes de que ingresara en prisión. “Es lo más bestia que he visto en la vida parlamentaria”, dice.

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