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El dorado

Cada semana, una foto de Madrid

Raúl Cancio

El auténtico dorado de esta fotografía no es el de la aparatosa puerta del Palace. El verdadero tesoro lo marca la senda iluminada por el mismo tono hacia el Congreso. Un camino que muchos cruzaron en noches de aprieto para la democracia y días en los que había cosas que celebrar. Lo que urge es tenerlo claro. Apreciarlo. Por eso se antoja fundamental que el hombre en camisa que da la espalda y parece el padre de la prole que mira al Parlamento de frente, les sepa explicar que la conquista de la libertad ha sido ardua, que muchos se han quedado en la ruta y que ni hoy, ni mañana, queda nada asegurado.

La medida de nuestros pilares es tan frágil como las hojas caducas que esparce sin rumbo fijo el invierno. Son esos chavales que miran hacia la casa de la democracia quienes deben preservar nuestros derechos. Desde que las últimas guerras asolaron Europa, cada generación construye un peldaño que debe aspirar a dignificarnos en la tierra como si nos hubiéramos ganado el cielo. La conquista del dorado fue una quimera imposible. La de la libertad, la del progreso ha sido palpable, real. Ojalá no lo ocupen, a partir de abril, quienes quieren cerrar el paso a un futuro luminoso con un regreso a las tinieblas. Cerrémosles las puertas de un lugar que no merecen.

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