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“Encontramos a mi hijo en Ifema a las 24 horas del 11-M”

Esta profesora de Historia perdió a su hijo Rodrigo por el estallido de varias bombas colocadas por terroristas en trenes

Aurora Intxausti
Marisol Pérez Urbano, autora de 'Dinos dónde estás y vamos a buscarte'
Marisol Pérez Urbano, autora de 'Dinos dónde estás y vamos a buscarte'LORENA RUIZ (EL PAÍS)

A Marisol Pérez Urbano (Salamanca, 1959) se le quebró la vida hace 15 años cuando un comando islamista decidió quitar la vida a 191 personas en Madrid. Entre ese número tan terrible está su hijo, Rodrigo, que salió un 11 de marzo de casa y ya nunca volvió. Marisol, su esposo, Juan Carlos, y el hijo pequeño de la familia, Gonzalo, han atravesado una montaña rusa de sentimientos, de dolor difícil de encontrar palabras para describirlo, de angustia sin consuelo, de querer cambiarse por ese hijo o ese hermano perdido. Situaciones en las que si eres una familia unida sales fortalecido y si hay algún tipo de fisura en las relaciones se rompen del todo. Esta profesora de Historia, que sin quererlo se vio formando parte de ella, optó por relatar en un libro Dinos dónde estás y vamos a buscarte(Indicios) la intrahistoria del atentado del 11-M. Aquella que viven las víctimas y que no figura en muchos libros.

¿Cuál ha sido el peor momento de su vida?

El 12 de marzo, cuando después de un día entero de angustia recorriendo centros hospitalarios y tal vez soñando que no había subido al tren, lo encontramos en el recinto ferial de Ifema. Fue desgarrador, la angustia se apodera de ti y cuesta articular palabras. Lo pudimos velar ocho horas pero todo fue tan rápido que era imposible asumir la realidad que se venía a nosotros como una losa. Sé, pero porque me lo han contado luego, que llevamos su urna al cementerio de la Almudena y que sus compañeros inundaron de claveles la tumba. Yo dejé una rama del pruno de casa recién florecido para que lo acompañase. El pruno sigue floreciendo y ahora está lleno de flores.

¿Por qué un libro 15 años después?

Cuando atraviesas un duelo como el mío te queda una sensación de vacío tremenda y me puse a escribir para dejar una memoria fiel de lo que había ocurrido desde el sentimiento de una víctima. Por revivir a Rodrigo y contar cómo era.

¿Cómo era?

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Muy hablador, lector compulsivo, amante de las letras y las ciencias. Tan pronto hablaba de los agujeros negros como del curso de escritura que había visto y que le parecía interesante. Era un viajero curioso, un chico de 20 años que estaba en la universidad y que tenía todo por hacer.

¿Tiene algo que reprochar a los políticos?

No haber estado a la altura de las circunstancias. Utilizaron a las víctimas y mezclaron tantas versiones sobre lo ocurrido en aquellos días que sembraron en nosotros la duda y la confusión en unos momentos en los que los familiares estábamos rotos. Se dieron tantas versiones sobre lo ocurrido que fue trágico para los afectados.

¿Ha superado el duelo?

Como proceso psicológico sí, pero la pérdida de un hijo no la puedes olvidar jamás, aprendes a vivir con el vacío, pero nada más. Además, no puedes ir contando tus penas porque hay mucha gente que te entiende pero hay otra mucha que te prefiere que te alejes como si el dolor fuese contagioso.

¿Han acudido a muchas sesiones de terapia?

No es fácil verbalizar la muerte de mi hijo como yo lo hago ahora después de 15 años. Hemos trabajo con todo tipo de víctimas desde terrorismo a violencia de género. Y para cada uno lo que le ha ocurrido es terrorífico. El dolor no es cuantificable. Y la solidaridad y el apoyo son fundamentales para ir caminando por el túnel que tienes que atravesar hasta que después de mucho tiempo encuentras una luz que te induce a pensar que el principio del fin está cerca.

¿Escribir ha sido terapéutico?

En cierto sentido sí, pero también terrible porque he vuelto a revivir cada uno de los momentos por los tuvimos que pasar. He atravesado mentalmente por esas situaciones angustiosas en las que la familia se vio envuelta. Había cosas que necesitaba contar rápido para que el dolor no me atenazase y me obligara a parar. He llorado mucho leyendo mis propios textos. Todavía hoy retumba en mi mente el mensaje que le mandó Juan Carlos a mi hijo: “Dinos dónde estás y vamos a buscarte”. Y que no tuvo respuesta.

¿Quién encontró a Rodrigo?

Su padre, volvió con el rostro desencajado, diez años más viejo y la mirada perdida. Ahí me di cuenta que en ese momento tenía que tirar de la familia. Y el turnarnos en el sufrimiento es algo que hemos estado haciendo durante todo el proceso de duelo: una especie de rotación tácita del liderazgo emocional.

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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