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Casares: el origen de un visionario andaluz

Las diferentes generaciones del pueblo natal de Blas Infante se siguen reconociendo en él

Fachada de la casa natal de Blas Infante en Casares (Málaga).
Fachada de la casa natal de Blas Infante en Casares (Málaga).Garcia-Santos (El Pais)

Dice el poeta Julio Llamazares que la memoria es la identidad. “En la infancia se determina nuestro ADN”, subraya. Blas Infante, considerado padre de la patria andaluza, es un buen ejemplo de ello. Nació en 1885 en Casares (Málaga). Aquel era un pueblo de miseria, perdido en la montaña, donde familias agricultoras y ganaderas apenas subsistían. Pero también de terratenientes que lo dominaban todo. En aquellos años apenas unos cuantos podían estudiar: el resto debía mirar al campo, pensar a corto plazo y luchar por un trozo de pan. “Yo tengo clavada en la conciencia desde la infancia la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo”, escribió Infante, que quedó marcado para siempre por aquel Casares tan rico en cultura, patrimonio, tradición y naturaleza como pobre en lo económico.

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La tradición oral ha dejado en Casares multitud de relatos que recuerdan a su vecino más ilustre. Muchos se refieren a cómo era recibido en el pueblo cada vez que aparecía a lomos de un burro. “Llegaba en tren a Gaucín y, desde ahí, se subía a una bestia. Cuando se le veía a lo lejos, la gente se iba a recibirlo con mucha alegría”, explica Diego Ledesma. Él no llego a conocer a Blas Infante, pero hoy es su familiar más cercano -sus madres eran primas-. Ledesma creció en La Línea de la Concepción, pero siempre estuvo ligado a una localidad que visitaba a menudo. “Recuerdo cuando me traían aquí de niño. No venía nadie, no había transportes, no había nada”, relata. Una imagen que apenas se pueden creer quienes, como Ana Lazo, han nacido con el cambio de milenio. A sus 21 años conoce un Casares turístico y con nuevas urbanizaciones junto al Mediterráneo. “Este es un lugar muy completo, maravilloso para vivir”, explica mientras pasea por la Plaza de España, cerca de balcones desde los que Infante se dirigía a los jornaleros.

Infante quedó marcado por aquel casares pobre en lo económico

Ana tuvo pronto conocimiento de ese personaje tan querido por sus vecinos. La vivienda de su abuela está pared con pared con la casa donde nació el ideólogo andaluz. Por eso correteaba de pequeña entre sus paneles informativos. En ellos aprendió la esencia de las ideas progresistas que defendió de Infante, que supo ver la importancia de reconstruir la memoria colectiva andaluza. Y quienes trabajaban allí le contaron historias ocurridas en este pueblo de perfil andalusí. Unas se centraban en relatar que fue él quien creó el himno de Andalucía, su bandera y su escudo. Pero la mayoría buscaban subrayar un pensamiento político que hoy se consideraría incómodo. “Luchó por la igualdad entre todas las personas, algo que sigue hoy muy vigente”, subraya la joven, que ejerce como monitora de teatro en el Ayuntamiento de Casares y que, tras estudiar Turismo, hizo las prácticas, precisamente, en la casa natal de Blas Infante, hoy convertida en museo y oficina de atención al visitante.

La huella de Blas Infante aparece en numerosos rincones del pueblo. Hay un busto en la Plaza de España. Y su nombre sirve para denominar el centro cultural. Todos en Casares saben quién fue, qué representó. Y cómo luchó por defender su tierra. “Creo que su principal valor fue señalar los elementos más importantes de la cultura andaluza para poner en valor una forma de vida y una forma de ser que estaba ninguneada en aquella época”, destaca Francisco Valbuena, quien llegó a la localidad hace dos décadas. Cambió el entorno urbano y las ruidosas calles de Sevilla por el marcado carácter rural de Casares. “Y ha sido aquí, conviviendo con la gente de este lugar, donde he conocido más a Blas Infante y lo que representa. Casares ha sido y sigue siendo para mí una gran experiencia vital”, añade.

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Ana Lazo, vecina de Casares, y Diego Ledezma, familiar de Blas Infante.
Ana Lazo, vecina de Casares, y Diego Ledezma, familiar de Blas Infante.Garcia-Santos (El Pais)

“Me quedo con su visión integradora de Andalucía como lugar donde han convivido diferentes culturas, donde desde la diferencia se comparte una forma de vida. Creo que la convivencia no puede plantearse desde posiciones exclusivistas, tiene que hacerse desde una visión integradora que reconoce al otro como parte de colectivo. Por eso no me gusta verlo como padre de la patria andaluza y sí como padre del ideal andaluz, de una tierra donde no hay extranjeros porque todos son de aquí”, cuenta Valbuena, que diferencia a los nacionalismos actuales del que representaba Infante: “El suyo era un nacionalismo universalista, algo que sigue siendo hoy un ideal por el que sigue mereciendo la pena luchar”. “Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano”, resumió el propio Blas Infante en sus escritos.

“Es un gran ejemplo de convivencia y cultura”, insiste Silvia Pineda, presidenta de la Asociación de Madres y Padres del colegio del pueblo, que también lleva el nombre de Blas Infante. El alumnado realiza una excursión durante sexto de primaria a la vivienda de Infante en Coria del Río. Allí conocen más de cerca su biografía o las numerosas inquietudes que le llevaron a aprender esperanto o árabe, a indagar en las raíces de Al Andalus, a estudiar el flamenco lo que, de paso, le servía para entender las características del pueblo que lo hizo posible desde su dolor y su sudor. Infante ejerció de notario, historiador, antropólogo, economista, filósofo, musicólogo, escritor y periodista. “Era alguien inclasificable”, dice Pineda, que cree importante que niñas y niños conozcan a través de su ancestro valores como la universalidad, la interculturalidad o la no exclusión. “No se trata de adoctrinar”, explica. “Buscamos que conozcan sus raíces para, a partir de la libertad, sean ellos mismos quienes decidan su pensamiento político”, afirma.

El suyo era un nacionalismo universalista, un ideal por el que luchar

El centro educativo trabaja como comunidad de aprendizaje, de ahí que las familias del alumnado participen activamente en el día a día de la escuela. Realizan actividades como las tertulias dialógicas, en la que se habla de determinados temas y se establecen debates con los estudiantes. Entre otros muchos, se leen textos de Blas Infante y, a partir de las frases que más llamen la atención a los pequeños, se dialoga. El centro también organiza un concurso de cuentos inspirado en su obra y se utiliza material didáctico variado para que el profesorado trabaje cada año un proyecto centrado en Infante. “Los niños tienen que aprender que la diversidad no es mala y sí enriquecedora”, subraya Pineda.

Cada 5 de julio el municipio celebra desde hace 17 años los premios Blas Infantes Casares Solidario, que otorga 50.000 euros a proyectos de cooperación internacional y educación al desarrollo a través de las modalidades Casares por Andalucía, Casares por España y Casares por la Humanidad. “Es una persona a la que recordamos siempre por no perder el timón de la Andalucía a la que seguimos aspirando”, cuenta José Carrasco, alcalde del municipio que cree que la región ha cambiado “bastante” en las últimas décadas. “Pero, a mi parecer, tenemos que seguir trabajando por una Andalucía mejor”, concluye el regidor.

Recorrido vital por la Andalucía de Blas Infante

Blas Infante conoció profundamente Andalucía. A lo largo de su vida tuvo la oportunidad de pasar largas temporadas o residir en diferentes poblaciones. Sus realidades le ayudaron a formar su pensamiento. Y también descubrir las muchas andalucías existentes dentro de la misma región. Algunos de esos municipios conforman, incluso, una ruta turística.

Casares.- A finales del siglo XIX Casares era un humilde pueblo marcado por la pobreza y las difíciles circunstancias del campo andaluz. Fue el entorno en el que se crío Blas Infante, que nació en el año 1885 en una bonita casa del número 51 de la calle Carrera. El inmueble -inaugurado en 1998 y remodelado en 2013- se puede visitar en la actualidad: en él existen numerosos retazos de la biografía de Infante, pero también obras de arte. Ejerce también de oficina de turismo.

Manilva.- A poco más de 15 kilómetros de Casares, sus playas fueron frecuentadas por un joven Blas Infante. Uno de sus hermanos adquirió una finca en la barriada de Sabinillas, que se convirtió en el epicentro familiar durante los veranos. La vivienda fue recuperada por el municipio. Mantiene el nombre de Villa Matilde -el de la cuñada de Blas Infante- y es un espacio cultural.

Archidona.- El centro educativo de los Padres Escolapios de Archidona acogió durante cuatro años a un joven Blas Infante. Las duras condiciones de la mayoría de las familias archidonesas o el reparto diario de alimentos en la Puerta de la Guiropa marcaron para siempre al padre del andalucismo, que a partir de su experiencia en esta localidad desarrollaría el concepto de justicia social. En el edificio se ubica ahora el instituto Luis Barahona de Soto, manteniendo así el uso escolar del inmueble desde hace más de dos siglos.

Málaga.- La capital fue su primer contacto con la vida urbana e industrial, sector que apenas se daba entonces en grandes ciudades. Allí hizo el bachillerato en el colegio San Rafael.

Granada.- Blas Infante estudió Derecho en la Universidad de Granada, donde también realizó estudios de Filosofía y Letras. Sólo vivió dos años en la ciudad, pero fue suficiente para que quedara fascinado por el pasado árabe no solo de la capital granadina, también de toda la región.

Cantillana.- Tras aprobar las oposiciones a notario, Infante tomo posesión de la notaría local de Cantillana, donde ejerció desde 1910 hasta 1922. El municipio aún le recuerda hoy con una placa en el edificio donde se ubicaba la oficina. Fue allí donde escuchó la melodía de una vieja copla popular que le serviría posteriormente como base para el himno de Andalucía. En esta época también comenzó a desarrollar su pensamiento político gracias al ambiente intelectual que frecuentó en Sevilla.

Peñaflor.- Blas Infante también pasaba notaría en el Ayuntamiento de Peñaflor, extensión de su trabajo en Cantillana. Allí conoce a Angustias García, con la que contrae matrimonio el 19 de febrero de 1919. Es la época en la que concurre por primera vez a unos comicios: las elecciones a las Cortes de 1919, por el distrito de Gaucín (Málaga).

Sevilla.- El Ateneo de Sevilla tuvo un peso crucial en la vida de Blas Infante. En él escuchó discursos nacionalistas y conoció a multitud de personas de diferentes ámbitos que le influyeron de por vida. Y también en él ofreció discursos como Ideal Andaluz. Volvería años más tarde, en la década de los 30 del siglo pasado, cuando fue elegido Presidente de Honor de la Junta Regional de Andalucía prevista para septiembre de 1936, aunque la Guerra Civil lo impidió.

Ronda.- La Asamblea de Ronda, en el año 1918, fue promovida por Blas Infante y sirvió para establecer las bases del andalucismo. También alguno de sus símbolos, como el escudo de Hércules triunfador o los colores blanco y verde de la bandera (un año más tarde, de hecho, se redactaría el Manifiesto de Córdoba, en el que se reivindica a Andalucía como nación).

Isla Cristina.- Infante conoció este pueblo de pescadores en 1921. Un año más tardé permutó su plaza de notario en Cantillana por una en Isla Cristina, que en esos años vivía una interesante actividad cultural e industrial. Sus dos primeras hijas nacieron allí. Y él mantuvo una gran actividad intelectual que le llevó, por ejemplo, a fundar el ateneo local. Desde esta localidad onubense viajo a Portugal, Marruecos y Galicia, alguno de los viajes que más le marcaron. También aquí ocurrió el episodio del zorro Dimas: Blas Infante rescata una cría de este animal de manos de unos cazadores y la acoge en su propia casa. El ejemplo le sirve para establecer un paralelismo de incomprensión con el mundo que le rodea.

Coria del Río.- Un nuevo cambio en la plaza de notario le permitió mudarse a Coria del Río con su familia. Sobre una loma levantó su casa, diseñada por él mismo y que sería su única propiedad en toda su vida. Conocida popularmente como el castillo de Don Blas por su fisonomía árabe, en ella recibió a jornaleros de la zona -muchos de Puebla del Río- que llegaban para pedirle consejo. Fue su residencia desde 1931 hasta 1936, cuando fue detenido. Hoy el edificio, declarado Bien de Interés Cultural, forma parte del Museo de la Autonomía Andaluza y numerosas actividades culturales.

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