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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Chopin sin azúcar en el Palau de la Música

Sobria y elegante, la pianista Maria João Pires, enamora a un público fiel

La pianista Maria João Pires en el concierto el pasado viernes en el Palau de la Música.
La pianista Maria João Pires en el concierto el pasado viernes en el Palau de la Música.

Llenazo en el Palau. La legión de admiradores que, desde 1986, asisten a los recitales de Maria João Pires que organiza Ibercamera recibieron a la gran pianista portuguesa con una mezcla de admiración, respeto y afecto, fruto de varias décadas de fiel y enriquecedora relación. Como es habitual en sus actuaciones, una luz tenue iluminaba el escenario, con varias filas de butacas y las galerías del órgano repletas de público. Pires es mucha Pires y más ahora, que solo actúa en algunos escenarios, como el Palau, donde se siente a gusto.

Hay mucha serenidad y felicidad en las interpretaciones de Pires. Cuestión de madurez, también de actitud para compartir la música en una atmósfera íntima. Por ello, fluía con naturalidad la gracia y vitalidad que derrocha Wolfgang Amadeus Mozart en la Sonata para piano núm. 12, KV 332 que abría el programa. El Mozart de Pires suena con transparencia, y en su delicado fraseo asoma cierto pathos romántico que subraya con pericia.

Ese juego de luces y colores, mantenidos con pulso bien templado, dieron empaque a la famosa Sonata núm. 8, Patética, de Ludwig van Beethoven, fraseada con imaginación e impulso rítmico, pero sin sobrecargas inútiles. Pires recrea las turbulencias espirituales del relato beethoveniano y, más que en Mozart, asoman en las texturas sonoras episodios de dolor y pasión, pero se respiran aires serenos, elegantes y contrastados con admirable equilibrio.

Maria João Pires

Maria João Pires, piano. Obras de Mozart, Beethoven y Chopin. Temporada de Ibercamera. Palau de la Música Catalana, Barcelona, 22 de febrero.

La sobriedad y la ausencia de sobrecargas melodramáticas nos hizo gozar en la segunda parte una magistral interpretación, sin un gramo de azúcar, de ocho conocidas piezas de Frederic Chopin: seis Nocturnos (núms. 1, 2 y 3, op. 9; núms. 1 y 2, op. 27: y núm. 19, op. post; y dos Valses núms. 1 y 2, op. post. 69. El uso ajustado del rubato, con un sentido poético del fraseo sin atisbos de cursilería, mostraron la riqueza expresiva de Chopin y su prodigiosa escritura pianística de forma única, personal y de belleza deslumbrante. Pires en estado puro.

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