La Sagrada Familia avanza a los guías turísticos sobre el derribo de edificios vecinos
El Ayuntamiento aprueba hoy el plan especial para legalizar las obras del templo
La escena se repite. Turistas acompañados por guías se paran en la calle de Mallorca, frente a la fachada de la Glòria de la Sagrada Familia. Se giran para ver el edificio de viviendas cuando el guía les explica que ese bloque y otros se derribarán por la expansión de la iglesia.Lo cuentan porque así se lo han comunicado en reuniones con la Sagrada Familia. Hoy el Ayuntamiento aprobará el plan especial para legalizar las obras de la Sagrada Familia que da vía libre a la construcción de un voladizo que los vecinos ven como una amenaza a sus viviendas.
“Cada año en invierno hacemos una actualización de cómo están los proyectos más importantes de la ciudad y en el caso de la Sagrada Familia nos reunimos con ellos que son los que nos dicen cómo van las obras. Y nos han explicado que continuarán creciendo por la calle de Mallorca hasta la Diagonal porque se derribarán los edificios”, argumenta un guía turístico cuando es preguntado de dónde obtiene esa información. La respuesta es la misma de otros guías y la conocen muy bien algunos de los vecinos afectados que, enfadados, les han increpado. La Sagrada Familia reconoció ayer a EL PAÍS que hace jornadas de formación a los guías turísticos, pero negó que en ellas se instruya a los trabajadores sobre el derribo de edificios.
El instrumento para que la Sagrada Familia crezca más por la fachada de la Glòria se aprobará hoy con el plácet de la mayoría de los grupos municipales. En la comisión votaron a favor el gobierno de Ada Colau, PDeCAT, Ciudadanos y el regidor no adscrito Juanjo Puigcorbé, hicieron reserva de voto —pero se manifestaron a favor— ERC y el PP y votaron en contra el grupo socialista y la CUP. Para la mayoría de los partidos, el plan urbanístico posibilitará la legalización de las obras del templo, que tenga y pague licencia de obras y que aporte 36 millones de euros como contribución a la ciudad en diez años. Un plan que da el visto bueno, también, a la construcción del voladizo de 25 metros de altura, cinco de ancho y más de 40 de longitud en la fachada de la calle de Mallorca, una estructura que anticipa los planes de la escalinata como parte del acceso monumental.
Desde el sexto piso del bloque de viviendas de Núñez en la calle de Mallorca se ve perfectamente por dónde crecerá esa estructura: “Saldremos al balcón y lo tendremos justo ahí, bueno, ya veremos, porque igual ya nos han echado”. Lo dice con amargura Paquita que junto con su marido, Josep, entraron a vivir en su piso hace 41 años. Se acuerdan perfectamente de los avatares de la construcción: “Empezaron en 1974 o un poco antes. Luego, estuvo parado en 1976 por el lío de la denuncia del templo a Núñez. Los tribunales le dieron la razón al constructor porque el proyecto de Gaudí no hablaba de escalinatas”.
Ellos entraron a vivir en 1978: “Justo aquí— en lo que hoy es la fachada de la Glòria— había un parvulario y el campo de básquet”, puntualiza Josep. Pagaron algo más de cuatro millones de pesetas después de financiar parte del precio: “no tuvimos ningún problema, no había afectación alguna en el registro”, añaden. Esa finca, al igual que el resto desde la calle de Mallorca hasta la Diagonal y entre Sardenya y Marina fueron afectadas urbanísticamente por el PGM de 1976 como futura zona verde. Una reserva de espacio que coincide con el proyecto de la entrada monumental a la que anhela la iglesia.
Una afectación que no impidió, durante décadas, que los pisos se compraran y vendieran: “El ritmo de construcción de la Sagrada Familia era entonces muy lento porque apenas había visitas. La cosa empezó a cambiar tras los Juegos Olímpicos pero sobre todo tras la visita del Papa”, comenta el presidente de la escalera y miembro de la asociación de vecinos de la Sagrada Familia, Fernando Díaz Lastra. El incremento de visitantes y de ingresos —unos 15.000 diarios que reportan 80 millones de euros anuales en cifras de 2018— se trasladó al ritmo de las obras y paralelamente a la inseguridad jurídica de los propietarios de las viviendas. “Hace años que no se venden porque los bancos no dan créditos por la afectación. Así que ahora hay muchos propietarios que ya no viven aquí y los alquilan y ese es otro problema”, prosigue el presidente de la escalera.
‘Maltratados’ por el templo y el Ayuntamiento
Los afectados por los planes de expansión de la Sagrada Familia son entorno a unas 3.000 personas entre los que residen y los negocios de la zona. Comercios, un gran aparcamiento en la calle de Aragò, edificios de viviendas entre Mallorca y Aragó y entre las calles de Sardenya y Marina podrían ir al suelo. “Lo peor de todo es que a nosotros nadie nos dice nada y nos sentimos maltratados”, explican. En el gobierno de Xavier Trías se hizo una comisión de seguimiento en la que se empezó a abordar lo que podría suponer los planes de expansión de la Sagrada Familia.
El presidente de la comunidad de la finca de Mallorca —frente a la fachada de la Glòria — fue una de las personas que asistió a esas reuniones: “Se habló de minimizar la afectación a una franja de 60 metros, de preservar los laterales y de que había un solar a disposición para poder construir los pisos para el realojo. Pero nunca se llegó a concretar y a nosotros no nos salían las cuentas para realojar a tanta gente”, cuenta Fernando Díaz Lastra. “Siempre nos hemos opuesto a esos planes de la Sagrada Familia porque no entendemos cómo están sus proyectos por delante de los que vivimos y trabajamos aquí pero queríamos tener información y decir la nuestra”, añade. En esas reuniones no se habló del coste que podría suponer la afectación y las expropiaciones.
Cambió el gobierno y los vecinos solo se reunieron una vez con los responsables de urbanismo del gobierno de Ada Colau: “Ese ha sido otro chasco porque resulta que han mantenido muchas reuniones con el Patronato de la Sagrada Familia para hacer el plan especial y con nosotros ninguna y hemos insistido muchas veces”, relata Díaz. Algunos de los “molestos con el consistorio irán hoy al pleno”.
Masificación turística
Desde la azotea del edificio de Núñez y mirando hacia el mar se ve con claridad la densidad de esas dos manzanas del Eixample en la que algunas fincas antiguas se han rehabilitado de arriba abajo recientemente. Otras se han transformado en edificios de apartamentos turísticos, denuncian los vecinos de una de las zonas más afectadas por el impacto de la masificación turística que atrae la Sagrada Familia. El comercio de proximidad de cualquier barrio ha sido sustituido por tiendas de souvenirs y bares. “Es muy pesado salir de casa con el carrito y que no puedas dar un paso entre tanto turista pero he vivido aquí 40 años y quiero seguir en mi barrio. La Sagrada Familia no tiene ningún derecho a sacarme de aquí”. Así lo ve Paquita, desde su balcón frente al templo.
El trajín de maletas y de gente que sube y baja de los pisos es señal inequívoca de que hay apartamentos turísticos. “Lo hemos denunciado pero no hay manera”, se lamenta Paquita que mira con preocupación la mole de hormigón que se le viene encima cuando se asoma a su balcón.
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