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Cuando el ‘trap’ es punk

Cecilio G protagonizó el festival Cara B recriminando al público su actitud aburrida

Cecilio G durante su actuación en el festival Cara B.
Cecilio G durante su actuación en el festival Cara B.Sarai Moreira

Cecilio G, barcelonés de 24 años, figura imponente, voz profunda. Una cruz tatúa su frente. Fue uno de los fundadores de Poor Gang, el primer gran grupo de trap en España, del que luego se distanció. Faltan tres horas para que actúe en el festival Cara B, y ha sido el único del cartel que no ha declinado hablar con la prensa. “Llevamos aquí desde hace horas”, dice su manager, ¿horas? ”sí, total no hay nada que hacer en otro lado”, contesta. La chavalería comienza a entrar en el recinto de la Fabra i Coats para ver a Albany, la primera en actuar. Se cachea a todo el mundo con minuciosidad y la cola crece. Público entre los diez y pocos y los veinte y pocos: “nuestra generación es maleducada e irrespetuosa, nadie nos ha educado, nos ha educado internet. A veces no es cuestión de que los padres estén o no, es que ¿cómo educas a un niño con internet? Redes sociales, fotos….todo gira en torno a la imagen que des”, dice Cecilio mientras el retumbar de los graves indica que Albany ya actúa.

Va de leopardo ajustado, una segunda piel que parece tatuada sobre la suya. Habla de mujeres y de su poder, algo que poco más tarde será la trama argumental de La Zowi, la matriarca del trap español, que a las primeras de cambio, enfundada en una especie de pantalón-tanga y rodeada por bailarinas que de ser huríes llenarían el cielo hasta de mormones, canta “tu gato está hecho un bad bunny, dile que me coma el bu-bunny”, frase que sabiamente salpimentada con el adjetivo “putas” –aquí en sentido positivo- enloquece a las chicas allí presentes. Un asistente de 37 años dice “no pillo a qué juega con tanta obviedad, no sé si se trata de un empoderamiento de la mujer o de caer en el papel de objeto sexual de la manera más garrula”. Una madre de 54 que allí estaba trabajando comparte la opinión “me confunden discursos así, ¿es necesario hacer eso para ser poderosa?”. Ni uno ni la otra son destinatarios de canciones como No lo ves, donde La Zowi recita “No me he comprao' una cadena, puta, me he comprao' tres…. Yo en la Gucci store, tú en las rebajas de Guess….Tengo el pussy clean, no me lo irrites”.

“Yo debería haber sido punky”, ha dicho Cecilio antes, “pero salí raper. El punk es una actitud, el rap es un juego de gente de la calle que se arriesga, pero que quiere sobrevivir dentro del sistema. El punk lo quería cambiar, era antisistema. Y este sistema está hecho para que no se piense, no se sienta y sea todo automático”, asegura un artista que se reclama espiritual y en busca de su verdadero yo. Cecilio ha colgado en youtube varias canciones punk, salvajes y sucias. Pero hoy no las tocará. Acaba de salir de su último internamiento en la cárcel “me ha ido bien, tuve un cuadro psicótico a raíz de la vida agitada y me entraron muchos miedos. Pasar por la cárcel me ha dado mucha vida”. En la sala pincha un disc-jockey que la pone patas arriba con Gatillero, un reguetón de Quimico Ultramega. Es la música que moviliza a las chicas, como demostrará el Estamos bien de Bad Bunny después. El trap Poke it Out, con Nicky Minaj convierte a la audiencia en un muelle que sube y baja con pesada lentitud. Los más mayores, algunos treintañeros haciendo turismo cultural, miran. “Yo siempre fui el pequeño en todo, por eso respeto a los mayores”, recuerdo ha dicho Cecilio, uno de cuyos temas se titula “Antonio Alcántara”.

Sale a escena y la primera parte de la actuación es una sesión de música brasileña electrónica de alto voltaje. Tiene Cecilio miras musicales muy amplias, no es artista de una sola carta estilística. Un adolescente baila con las mejillas tatuadas, haciendo pensar en el día en que llegó a casa de los papis con sus logros estampados en la cara. Cecilio comienza a recitar y se deja la garganta, grita, corre, salta y se desgañita. A diferencia de lo que se ha oído y lo que luego vendrá es un concierto áspero y crudo, un filete bien grueso sin cocinar, nada de steak tartar, un trozo de carne sangrante e informe. Pero algo se tuerce tras recitar frases como “sé que he cometido algunos pecados, no sé si algún día me perdonaré”. Le molesta que el público no se vacíe como él. Pide que bailen y ellos graban con los móviles, actitud que Cecilio recrimina. Se va calentando hasta que estalla tras pedir un pogo que nadie hace. Corta From Darkness With Love y escupe: “sois unos subnormales, para hacer esto no salgáis de casa, parecéis árboles, dejad los putos móviles, la próxima vez disfrutad del concierto, y ahora grabad esto con vuestros móviles…. que os follen”. Y se va. Cecilio es una mezcla inestable de sensibilidad extrema, sinceridad brutal y honestidad sangrante. Un punk de libro.

Porque Cecilio no hace un paréntesis en su vida al subir a un escenario, actuar es la continuidad de vivir, y no hace prisioneros, esputa lo que siente como persona, no adopta el código de artista. Suele hacerlo, pero lo de hoy ha sido muy violento. Un asistente le disculpa “es así, hay mucha verdad en él, eso le lleva a actuar así. Y no le falta razón, el público de Barcelona es muy parado”. Unas adolescentes no lo ven tan claro “ha sido un corte, se ha pasado, nos ha dejado heladas”. Lo que viene después ya no tiene impacto, tras el desplante de Cecilio, una de las estrellas del trap español, todo es irrelevante. No es habitual que un artista insulte reiteradamente a quienes le dan de comer. Pero es Cecilio. Horas antes había dicho “No me siento parte de nada y me gustaría formar parte de algo, conocer todos los aspectos que me diferencian de los demás, me gustaría conocer mejor al diferente para así respetarlo”. El punk tiene aún sentido en nuestros días, aunque tenga forma de trap.

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