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Derek Gee, rodador y escalador, alcanza el amarillo y prestigia O Gran Camiño

El ciclista canadiense lidera la carrera con 5s sobre y 17s sobre Piganzoli la víspera de la montaña de O Cebreiro

Derek Gee
Derek Gee, en el podio de Pereiro.IRAIA CALVO
Carlos Arribas

Rezaba un cura a los corredores del Tour en una misa hace unos años y pedía a Dios que les ayudara a llegar a lo más alto, y un rodado de buen peso se quejaba en el oído de un compañero, “jopé, también en la iglesia solo piensan en los escaladores”, y al salir del casco viejo de Ourense hacia Pereiro de Aguiar y su prisión algo parecido podían lamentar los contrarrelojistas de la tercera etapa de O Gran Camiño, especialistas del llano a 50 por hora como Nelson Oliveira, que sobre su pesada cabra, incómodo acople en el manillar, incómoda rueda lenticular trasera, levantaban el culo del sillín nada más comenzar su prestación para acelerar en las piedras irregulares del lomo de burro en el gran arco del puente romano sobre el padre Miño, y si miraban a su izquierda, veinte siglos han pasado, se extrañaban y horrorizaban, quizás, al contemplar cómo al leve puente del Milenio le rodea una pasarela como un ocho que les recuerda, inevitablemente, a un tubular deshinchado y doblado como los que se aseguraban entre pecho y espalda de los ciclistas en los años heroicos.

Y, sin embargo, lo peor estaba aún por llegar. No, precisamente, para Derek Gee, el canadiense larguirucho, del que todos hablan todo el día y más, casi desde el Xoves de Comadres festivo del Entroido, como favorito único, y del que siguen hablando después, cuando gana, cumplidor, 23m 17s, el único que logra una media por encima de los 40 kilómetros por hora.

La contrarreloj de 16 kilómetros consistía en realidad en ocho kilómetros de cronoescalada hasta el pueblo de Sabadelle que los mejores trasegaron en apenas un cuarto de hora, a una media rondando los 30 kilómetros hora, y en ocho más de páramo y falso llano, que exigían dominio y control de la bici, y que hizo las delicias de los cracks del Israel, el equipo más fuerte sobre el papel y en la vida real gracias a sus chavales felices, Simon Clarke y Hugo Houle, que terminan su prestación, tienden una estera sobre el asfalto caliente de la carretera en Pereiro y se tumban como sobre un soporte ergonómico aprovechando la inclinación de la carretera. Hace calor cuando marzo se acerca a Ourense, pero no los imitan los demás corredores que, como el niño marsellés Maxime Decomble (20 años en junio, campeón de Francia contrarreloj sub-23, uno más de los prodigios que saltan de júniors al profesionalismo) o el italiano Davide Piganzoli, la gran promesa transalpina y la niña de los ojos de Alberto Contador en su equipo, el Polti, pasan brevemente por el sillón del mejor tiempo. Sus sueños son un prólogo que apabulla Gee, el hermano mayor (cara chupada, barba de tres días, mirada triste de lobo con hambre, orejas a tono), canadiense de la capital, Ottawa, 27 años, 1,89m, que hace unos meses quedó noveno en el Tour, y brilló en la contrarreloj de Mónaco y ganó una etapa en la Dauphiné.

Cuando desde la silla de primero cronometra la llegada del líder Magnus Cort, y comprueba que no solo ha ganado la etapa, sino que también es el líder por 5s, el canadiense sonríe por fin. Tímidamente, al principio; después, en el podio, que prestigia con su presencia, ampliamente. Pistard de calidad, Gee perdió culo hace un par de años para, siguiendo los ruegos del cura, elevarse a lo más alto, ligero, y debutó, a los 25 años, en carretera. Lo hizo en un Giro del que salió sonrojado por los elogios a su combatividad. Siempre en fuga, fue segundo en cuatro etapas y cuatro en otras dos. “Es la primera vez que soy líder de una carrera”, admite el ciclista que en su Giro llegó segundo, tras Buitrago, a las Tres Cimas de Lavaredo siguiendo el sonido de los pájaros. “Pero lo seré hasta el final. Estoy deseando que llegue la montaña”.

Sus deseos son órdenes. El sábado, la peliaguda llegada a O Cebreiro, donde, además, anuncian frío canadiense. Y el domingo, el final del camino.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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