Así era Pandora tres milenios antes de ‘Avatar’
Cirque du Soleil presenta ‘Toruk-El Primer Vuelo’, espectáculo inspirado en la película de James Cameron
El universo del Cirque du Soleil colisionó hace cinco años con el de Avatar. El cruce entre la compañía circense más exitosa —y una de las más innovadoras— del mundo y la película más taquillera de la historia (más de 2.700 millones de dólares en todo el mundo) dieron lugar a Toruk-El Primer Vuelo, un proyecto interactivo supervisado por el propio James Cameron, creador de la saga. En esta ocasión, la acción ocurre 3.000 años antes de los sucesos narrados en la película, estrenada en 2009 y que tienen lugar en el planeta Pandora, donde reside la raza Na’vi.
Desde hace más de una década, Cameron llevan pensando en ampliar el universo Avatar: el año que vienen llegará la primera secuela. Este show (hasta el 3 de enero en el WiZink Center; entradas desde 35 euros) es un aperitivo y una precuela de la historia, convertida ya en transmedia. La historia está escrita por Michel Lemieux y Victor Pilon y el escenógrafo francés Carl Fillion se atreve con 40 videoproyectores que llenaran el escenario de agua o trasladarán a los espectadores a diferentes áreas del planeta Pandora.
Toruk-El Primer Vuelo es la producción número 37 del Cirque du Soleil. Desde su fundación en 1984, la compañía ha ofrecido sus espectáculos a más de 180 millones de espectadores en más de 421 ciudades de todos los continentes. La empresa cuenta con unos 4.000 empleados, incluidos 1.300 artistas de casi 50 países.
La que se estrenó ayer también es la primera producción de la compañía que se inspira en una película y la única que ha contado con la supervisión de un director como James Cameron. Este no solo ha dado su beneplácito al espectáculo sino que compartió con la compañía circense bocetos e ideas de los primeros borradores de este universo. De hecho, en Toruk-El Primer Vuelo se podrán ver criaturas que aparecerán en las próximas películas de la saga.
La historia, estrenada en 2015 en Montreal (Canadá), transcurre antes de que los humanos llegaran a Pandora. Una catástrofe natural amenaza con destruir el sagrado Árbol de las Almas y Ralu y Entu, dos muchachos del clan Omaticaya, deciden tomar las riendas del asunto. Así, descubren que Toruk, un depredador temido por todos, puede ayudarlos a salvar el Árbol de las Almas.
La representación dura dos horas, con un descanso y la bestia, que descansa tras el escenario, pesa 115 kilos y mide 12 metros de ancho. Durante la función y a través de una aplicación en el móvil, los asistentes serán notificados para poder crear una tormenta de luces que sucede en uno de los actos o interactuar con las proyecciones que se hacen sobre el público.
Cuando viajan por carretera, 34 camiones se encargan de mover la escenografía que utilizan los 43 artistas, que forman parte de los más del centenar de profesionales que saca adelante el show. Si el recorrido es por mar, requieren 39 contenedores; y cuando viajan por aire, cuatro aviones trasladan decorado y enseres y otro, al personal. De esta manera, ya han visitado 17 países y 87 ciudades.
Entrenamiento: diez horas El acróbata Dustin Walston, tejano de 36 años, lleva trabajando desde el inicio de la producción. Interpreta al jefe del clan Omaticaya. El artista destaca que es importante tener “la mente abierta” para poder viajar a ese nivel alrededor del mundo y disfrutar de la cultura de cada ciudad. Cada día entrena “entre cuatro y seis horas” en el gimnasio que tienen instalado entre las bambalinas del WiZink Center, junto al vestuario. Allí se ejercitan los artistas en su tiempo libre, con un entrenador para orientarles y ayudarles a mantener la forma. “El propio espectáculo te mantiene en forma”, dice Walston, que antes de cada representación se enfrenta a dos horas de maquillaje.
Ayer, como era el día del estreno, estuvieron entrenando alrededor de 10 horas sobre el escenario para comprobar que todos los elementos funcionaban bien y ver cómo se sentía el show en Madrid. “Si no estamos ensayando, estamos entrenando en el gimnasio”, apunta el acróbata Marcos Piña, “y si no, en plena función”.
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