Lolita lleva a Fedra bajo el volcán
La Flores pone al público en pie en el Romea
Un volcán de pasiones. Así es Fedra, la reina griega locamente enamorada de su hijastro, tan esclava de su ardiente deseo que arrasará su vida y la del casto Hipólito. Así es también, en escena, Lolita Flores, que da vida a un personaje que han abordado Eurípides, Séneca, Racine, Unamuno, Espriu y Sarah Kane y que ahora cobra nuevas energías en la obra del dramaturgo Paco Bezerra. Visión moderna de una tragedia griega que toca la fibra del espectador de hoy en un montaje de Luis Luque de alta intensidad poética, un éxito del Festival de Teatro Clásico de Mérida que recala en el Romea hasta el 20 de enero.
Pone al público en pie Lolita en su regreso a la cartelera barcelonesa. Ha crecido como actriz desde su éxito en La plaza del diamante, de Rodoreda, dirigida por Joan Ollé en 2016 en el Goya. Con soltura y vis cómica regresó al mismo teatro el año pasado con Prefiero que seamos amigos, de Laurent Ruquier, dirigida por Tamzin Townsend, y recaló en el Grec con La asamblea de las mujeres, de Aristófanes, bajo la dirección de Juan Echanove. Revalida ahora su éxito con una Fedra interpretada con intuición dramática, talento y disciplina teatral.
Actriz de instinto poderoso, mantiene emociones y temperamento bajo razonable control en un tour de force. Al final, cuando la tragedia explota, es cuando más recuerda a su madre, la inolvidable Lola Flores, porque las palabras brotan como dardos lanzados desde las entrañas, con rabia, orgullo y libertad. De hecho, esa reivindicación como mujer libre frente a la tiranía de los dioses y el Estado que ahogan sus sentimientos adquiere gran fuerza en un texto que busca las raíces en el clásico de Eurípides.
El vigoroso Teseo de Juan Fernández —una voz que vale su peso en oro— y la sinuosa Enone, confidente y nodriza de Fedra, de la gran Tina Sáinz, son valores seguros en un buen elenco en el que Críspulo Cabezas encarna a un vital e indómito, pero también vulnerable, Hipólito, y Eneko Sagardoy perfila un Acamante de tintes shakesperianos en su avidez de poder.
Bien arropada por ellos, Lolita Flores transmite su locura de amor en monólogos de intensos y poéticos matices. La sensible y eficaz dirección de actores de Luis Luque activa las cargas de la tragedia con imágenes de turbadora belleza —impresiona la entrada de Fedra con la cara tapada por su abundante cabellera— en un clima de tensión implacable. Los latidos angustiosos del espacio sonoro de Mariano Martín y la poderosa carga simbólica de las videocreaciones de Bruno Praena proyectadas en una gran pantalla —fantástica escenografía de Monica Boromello y atractivo vestuario de Almudena Rodríguez Huertas—que nos sitúa en las entrañas del volcán.
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