Regreso a los salvajes noventa
José Ángel Mañas, escritor de ‘Historias del Kronen’, recorre la ruta de Malasaña que homenajea los lugares que narra en su novela, publicada hace 25 años
“Nosotros éramos de la vertiente más rockera, de las cervezas, los porros”, explica José Ángel Mañas delante del Teatro Barceló, antigua sala Pachá, “en los 90 llegaron los de la música electrónica y nosotros, que éramos un poco snobs, les mirábamos por encima del hombro. Eso sí, luego empezamos a unirnos a la electrónica, que implicaba drogas más duras, cuando cerraban los bares y queríamos seguir de fiesta”.
Mañas (Madrid, 1971), que se considera “madrileño, madrileñista y madridista, por ese orden”, tocó el cielo literario con solo 22 años cuando su primera novela, Historias del Kronen, quedó finalista del premio Nadal y fue llevada al cine por Montxo Armendáriz. Aquella historia descarnada sobre la hedonista y nihilista juventud de la época (sexo, droga y rock and roll) consiguió la identificación de los coetáneos, que continuaron su desmelene, y el escándalo de las generaciones mayores. Una generación de escritores jóvenes (Ray Loriga, Lucía Etxebarría, el propio Mañas...) demostraban que se podía vivir de la literatura, con una prosa rápida, seca, con punch (o punk, como dice Mañas), que conectaba con los jóvenes, y no solo los jóvenes: Paco Umbral, siempre atento al magma callejero, era fan. El documental Generación Kronen, de Luis Mancha, de buena cuenta de la evolución de los autores surgidos.
“Hoy en día lo de vivir de la literatura ya es más complicado: el que vendía 20.000 ejemplares vende ahora 2.000. Todo está precarizado: la juventud empezó a ser mileurista y ahora lo es toda la población”, reconoce el escritor. Por delante pasa un repartidor en bicicleta de Glovo, sin el glamour bohemio del mensajero que Mañas retrataba en Mensaka y que quería triunfar como batería de una banda de hardcore.
Eran los años del progreso en España, cuando el país consiguió estar a la altura del entorno, cuando la euforia del annus mirabilis 1992 (con Expo en Sevilla, Juegos Olímpicos en Barcelona y Madrid como capital cultural europea) y la posterior corrupción socialista, la cultura del pelotazo, el terrorismo de Estado, la crisis económica. Hubo una huelga general que paralizó toda la piel de toro, no como las de ahora. Ahora han pasado 25 años de la publicación de la novela y Mañas nos acompaña en un paseo por el barrio de Malasaña, donde en noviembre se celebraron conmemoraciones de la efeméride y donde ahora se puede seguir una ruta del Kronen organizada por la asociación Carpetania.
Ahora, Lavapiés
“Me jode ir al Kronen los sábados por la tarde porque está siempre hasta el culo de gente”, empieza la novela. En realidad, el lugar que Mañas bautizó como Kronen, por la zona de Diego de León, era un bar tradicional, cuyo nombre no recuerda, en el que había un anuncio de la cerveza Kronenburg y donde se reunía con sus amigos. “Era solo la primera parada, luego nos íbamos para Malasaña”, recuerda Mañas.
¿Cómo ha cambiado el barrio? “Yo creo que ahora Malasaña está muy fuencarralizada, y el barrio donde está la intensidad hoy en día es Lavapiés”, opina el escritor, “en Malasaña ya no viven muchas familias, ni gente de la de antes, la gentrificación es un proceso que está expulsando a los vecinos, pero contra el que veo difícil luchar”. Mañas vive lejos y ahora en lo que era el Kronen hay un moderno despacho de sushi.
Una de las primeras paradas es el bar San Mateo, en la calle homónima, cerca de la plaza de Tribunal. “Aquí es donde vienen los protagonistas después de un concierto de Nirvana y tratan de ligar”, recuerda el novelista. También recuerda que su primer premio literario fue uno de cuentos escolares, a los 14 años, y que fue “la palmadita en la espalda” que le hizo pensar en ser escritor. Luego se convirtió en un disperso estudiante de Historia, aprendiz de músico y futbolista, que lucía pelo largo, botas Martens y cazadora bomber, que frecuentaba un bar infame y desaparecido llamado El Potoso, algo así como el cuartel general de su pandilla: “Un bar de mala muerte donde ponían rock urbano Barón Rojo o Asfalto”.
La editorial Bala Perdida ha reeditado la novela (además de Ciudad rayada que junto con Mensaka y La Pella forman la llamada Tetralogía Kronen) y ha incluido en el volumen una sección llamada #YosoyKronen en la que varios jóvenes de entonces recuerdan los salvajes noventa y el fenómeno Kronen. “Fueron las primeras novelas españolas que no parecían novelas españolas. Es decir, no hablaban de cosas que no tenían nada que ver conmigo, como todas las que leía en el instituto”, escribe la escritora Laura Fernández sobre aquella experiencia lectora. “El poder de la literatura para construir la realidad es asombroso”, escribe Fran Nixon, músico, entonces líder de Australian Blonde, autores de la canción más famosa de la banda sonora, el Chup chup que hizo burbujear a toda una generación. “Yo, sin saberlo, me convertí en uno de los personajes descritos por el escritor. No tanto por los excesos (en Australian Blonde siempre fuimos un poco palurdos y pusilánimes), sino por el sentimiento de abandono y perplejidad que sufrimos (y aquí sí que puedo decirlo) toda una generación”.
El paseo con Mañas continúa por la vieja y siempre nueva Malasaña, entre tiendas vintage de las que no había hace 25 años. “Los noventa no fueron más que una continuación de los 80, aunque la fiesta se hiciera más oscura y agresiva”, dice el escritor, que lo ejemplifica casi arquitectónicamente: “Fíjate, el bar típico de los ochenta, El Penta, da pared con pared, con el clásico noventero Tupperware”. Dentro del Tupperware admiramos el mural, en efecto muy noventero, de Mauro Entrialgo, donde aparece la más granada fauna nocturna de la época, como el punk Kike Turmix, el dibujante Olaf Ladousee o el músico Alejo Alberdi. “Algunos de los de antes siguen viniendo”, comenta tras la barra el encargado, “pero el público ha cambiado. Se nota mucho la afluencia de turistas”.
En la barra de La Vía Láctea, cerveza en mano, el autor vuelve a reflexionar sobre los cambios producidos durante estos años: “Los ochenta y los noventa fueron épocas más hedonistas, casi estaba prohibido hablar de política, era un coñazo”, recuerda, “la cosa cambió radicalmente con el 15M, y ahora la cultura y todo lo demás está muy politizado”. ¿Cómo se lleva eso de que pasen los años cuando uno se ha dedicado mucho tiempo a escribir sobre las culturas juveniles? “Pues fatal, la verdad”, bromea Mañas, "no soy especialmente nostálgico pero uno se mira al espejo y se cabrea”. Y eso que Mañas está hecho un chaval.
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