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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

2018, las vías de emancipación y la deriva autoritaria

El año en que la extrema derecha intenta en primavera el asalto a las instituciones europeas. ¿Dónde está la izquierda?

Josep Ramoneda
Manifestación feminista del pasado 8 de marzo en Barcelona.
Manifestación feminista del pasado 8 de marzo en Barcelona.Joan Sánchez

En el ritual de balance del año que termina, más allá de las cuitas hispánicas, destaca la fecha del 8 de marzo, en que una movilización histórica por la igualdad, visualizó en la calle que el feminismo —cada vez más lejos de los márgenes en los que se le quiso aislar— es hoy el principal sujeto emancipador que hay en la escena política y social. Lo describe la antropóloga Veronique Nahoum-Grappe: “El relato nació del yo solitario se ha deslizado hacia el yo también y ella también, para acabar dibujando un nosotros poderoso”. El camino será largo y las resistencias, muchas. La defensa del poder patriarcal no es ajena al crecimiento de la extrema derecha en Europa. Si un movimiento subversivo es aquel que va directamente contra las estructuras de poder vigente, el feminismo lo es porque afecta a sus fundamentos seculares. Y si un movimiento emancipatorio es aquel que pretende ampliar los espacios de autonomía y libertad de las personas, el feminismo es hoy el principal factor de cambio que hay en la escena. Y como dice Sara Belbel “no hay solo que mirar al patriarcado sino también el neoliberalismo político”, en un momento en que domina “la pedagogía de la crueldad”.

Siguiendo en una perspectiva global, el año también señala algunos avances en la toma de conciencia de los límites ecológicos del planeta, es decir, de nuestras vidas. La ciencia hace sentir cada vez más su voz de alarma, ante la insensibilidad de los poderosos. Como dice Antxon Olabe, se ha perdido “el sentido de conexión con la naturaleza” y costará reencontrarlo. Y la conciencia ecológica no es fácil de construir en un sujeto contingente para el que el mundo se acaba en el momento en que él deja de percibirlo. “El tiempo de la desmesura —escribe Olabe— la hibris de los griegos ha finalizado” y, sin embargo, “las modernas economías se desarrollan sobre la asunción implícita de que el medio natural es un proveedor casi infinito de recursos naturales”. El rey de la creación —como el patriarca— se resiste a no serlo. En la ecología está el otro movimiento emancipatorio de este tiempo. Otra puerta al futuro, contra el absoluto del crecimiento económico descontrolado y sin redistribución.

El mapa geopolítico se está configurando con el mundo anglosajón en Babia, atrapado en el laberinto de los nacionales, primero

Mientras, el malestar crece en la calle: rechazo a unos gobernantes que han perdido de vista la vida cotidiana de los ciudadanos, y hartazgo por la impotencia de la política ante una economía que deja sin expectativas a enormes sectores de la población. La fronda se traduce en acciones de protesta sin proyecto ni liderazgo, lo que abre una subasta para capitalizarlas, en la que de momento gana terreno la extrema de derecha. La hierática corte de los tecnócratas de Bruselas, con el control del déficit como ideología insuperable de nuestro tiempo, no entiende de personas y los líderes políticos nacionales trampean cada vez con más dificultades, condenados a ser efímeros, incapaces de dar reconocimiento y sentido a la ciudadanía. Y el destino de las revueltas se hace incierto, el año en que la extrema derecha deja de hablar de salir de Europa, para intentar en primavera el asalto a las instituciones europeas. ¿Dónde está la izquierda?

Por lo demás, es muy posible que con el tiempo el año 2018 se recuerde como el de la decadencia del mundo anglosajón. No quiero hacer de una anécdota categoría, pero el caso aeroportuario que sufrió Gatwick por unos drones que ni siquiera se sabe si han existido, sin que el gobierno haya sido capaz de dar una sola explicación, es un nuevo hito del desconcierto británico, que confirma lo que nos demuestra cada día el penoso espectáculo del Brexit: la crisis de autoridad que vive la democracia más antigua del mundo. Desde que David Cameron perdió el control de la nave, ni su sucesora, Theresa May, ni la oposición han sido capaces de estabilizarla. Si encallada está Gran Bretaña, cada vez más fuera de control opera Estados Unidos, dónde el capricho ha reemplazado a la autoridad. Y a falta de ella, como en todo Occidente, se van construyendo las pasarelas que conducen al autoritarismo postdemocrático. El mapa geopolítico del futuro se está configurando con el mundo anglosajón en Babia, atrapado en el laberinto de los nacionales, primero. Y esto sí es noticia. Quizás no somos conscientes de que puede que acabe siendo la noticia del año.

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