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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Triangulaciones

Hablar de Catalunya, su procés, sus privilegios, su provocación y su fortaleza vende. Es donde más andaluces viven fuera de Andalucía

Josep Cuní
El presidente del PP, Pablo Casado, el domingo en Jaén.
El presidente del PP, Pablo Casado, el domingo en Jaén.J. M. Pedrosa (EFE)

Tan ajustado es relacionar la política con el futbol como cansino reiterar su vínculo. Por la progresiva evidencia del paralelismo más que por la insistencia en la semejanza. Cada debate parlamentario, cada mitin, cada arenga mediática en cualquiera de las dos grandes ciudades parecen reflejar un constante Barça-Madrid donde cabe incluso el juego sucio escudriñado por el equivalente al VAR de los estadios. Y así, una de las muchas cámaras que hay en el Congreso o en el Parlament, simulan aquella antigua moviola pero con mayor precisión técnica, para determinar si hubo falta grave en el supuesto escupitajo de un diputado a un ministro. O motivo de agitación en las gradas y consecuente desconcentración del delantero por el exceso de gesticulación de los miembros de uno de los equipos principales acostumbrados como están a provocar primero y protestar después cuando se les recuerda que donde las dan las toman. O causa de expulsión de un jugador parlamentario siempre provocador que molesta al árbitro más que al contrario ya que, de tanto sufrir sus agarrones, éste ya no sabe si su penalización es la causa o el efecto de su propia actitud marrullera.

Será por esta relación que quienes juegan con la metáfora ven ahora triangulaciones en la mayoría de las tácticas políticas. Como si esta figura encumbrada por Cruyff y sofisticada por Guardiola cual ballet armónico a fuerza de pases cortos y precisos con la finalidad de romper el esquema al rival fuera el gran descubrimiento del año. Como si los clásicos no la hubieran aplicado en la construcción de las pirámides y definido para calcular las medidas de distancia y como si nunca hubiera estado presente en nuestros estudios elementales cuando nos adentraban en el espeso mundo de las áreas solapándolas con el teorema de Pitágoras.

Será por el valor de la hipotenusa pero sobre todo por el peso de los catetos -—en la doble acepción de la palabra— que el triángulo ha cobrado vida política antes de que ésta acabe engullida por el de las Bermudas.

El centro de gravedad de estos comicios no está en Sevilla, ni en el eje que dibuja con Madrid, sino en el escaleno que tiene su tercer vértice en Barcelona

Hay triangulación forzada en la campaña electoral andaluza. El centro de gravedad ya no está en Sevilla, ni en el eje que la ciudad hispalense dibuja con Madrid, sino en el escaleno que tiene su tercer vértice en Barcelona. Hablar de Catalunya, su procés, sus privilegios, su provocación y su fortaleza vende. Lo sabemos. También porque es en Catalunya donde más andaluces viven fuera de Andalucía. Mencionar a los políticos encarcelados preventivamente para negarles el potencial indulto antes de haberles condenado porque todavía no han sido juzgados, anima al sur resignado. Desviar la atención de una autonomía tan rica como castigada y dedicarle escasos minutos de los muchos que se emplean en mítines y escenificaciones equivale a disimular que no se tienen soluciones ni proyecto para ella. Es lo que hizo Pablo Casado ante los andaluces de Jaén, aceituneros altivos, quizás para que no tuvieran oportunidad de recordarle quien, quien levantó los olivos. Y que no le contaran que no los levantó la nada, ni el dinero ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor.

Sólo la proximidad tanto geográfica como interesada del Peñón de Gibraltar ha desviado parcialmente la atención catalana de unos comicios que han desplazado hacia el sur los problemas con el norte. Allí donde se cuecen las auténticas habas de nuestro porvenir. Europa. La potencia descapitalizada por la incapacidad de revertir el declive del proyecto tentador que fue dejando su erosión en manos de los populismos más enervados tanto de derechas como de izquierdas sin apenas réplica.

El Brexit y sus consecuencias. Una nueva triangulación inesperada que tras simular una danza macabra entre Londres y Bruselas ha encontrado inesperadamente en Madrid y por unos días al cisne negro amenazador. Mientras, la polémica rejuvenecía a través de la peor de las pesadillas lo que la roca fue para tantas generaciones de españoles: una excusa, un pretexto, una huida, una cortina de humo para desviar la atención de tantos despropósitos. Los mismos que ha atizado la oposición haciendo creer en vano que en tres días podía resolverse un contencioso de trescientos años.

Hay triangulación también en los debates presupuestarios. Ayuntamiento de Barcelona, Generalitat y gobierno central necesitan de diferentes apoyos para aprobar sus respectivas cuentas. Los comunes de Colau se empeñan en condicionar las catalanas a las españolas por la vía de lo mucho que se pierde si los independentistas no contemplan el haber antes que el debe. El crédito antes que el riesgo. Y de paso, que esta danza de los velos envuelva también las previsiones para una ciudad expectante que ve acercarse unas elecciones tan imprevisibles como impredecibles.

Y si esta triangulación no funciona es porque está supeditada a la que se dibuja entre Barcelona, Madrid y Waterloo. Los vértices reales del dibujo elemental.

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