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Los premios de la comunidad lectora de Madrid

El Gremio de libreros celebra los títulos que mejor sensación le dejan este año

 Edurne Portela y Santos Juliá antes de la entrega de premios
Edurne Portela y Santos Juliá antes de la entrega de premios VICTOR SAINZ

Algo puede decirse sobre los premios, vengan de donde vengan: siempre harán sentirse menos solos a quienes los reciben. Y pocos oficios hay más solitarios que el de escribir.

Lo saben bien muchos de los reunidos este jueves en la Biblioteca Regional, con motivo de las distinciones que entrega anualmente el Gremio de Librerías de Madrid. Autores, premiados y no, lectores y editores, gentes de la cultura y de los medios de comunicación: todos en franca complicidad para arropar a quienes recibían estos premios. Esos en los que, como señaló la poeta Pilar Adón, un escritor “no piensa”, en general, cuando escribe, cuando aún no puede saber siquiera si lo escrito saldrá de las cuatro paredes de su intimidad.

La asociación librera, actualmente presidida por Reyes Díaz-Iglesias, pretende con ellos destacar esos volúmenes que “les han emocionado” especialmente este año, los “mejor editados”, los que les han despertado “las mejores sensaciones” que un libro puede suscitar en un librero: la alegría del descubrimiento literario, y la celebración mayor y sucesiva de compartirlo con sus lectores.

Entre los galardonados en esta 18ª edición, los escritores y colaboradores de EL PAÍS Santos Juliá, premio al Mejor Libro de Ensayo por Transición,Edurne Portela, que recibió el de Mejor Libro Ficción por su primera novela –que no primer libro–, Mejor la ausencia. Ambos editados por Galaxia Gutenberg.

Santos Juliá explicaba minutos antes de recoger el galardón que su libro no es, a pesar del título, una obra sobre la Transición posfranquista exclusivamente, sino una historia “de las propuestas políticas” que pueden responder a ese nombre durante los últimos 80 años de historia española, desde la guerra civil. Los libreros consideran la obra de Juliá “un ensayo con mayúsculas, extenso pero sencillo de leer”, “la historia definitiva de un periodo histórico trascendental”. Honores que el analista agradece, si bien no puede evitar observar que en cuestiones históricas “no hay nada definitivo nunca, porque todo depende del cambio de perspectiva que da el tiempo. Siempre será motivo de debate”.

El autor habló al público de su emoción por este premio recordando su fascinación de niño lector en la Sevilla de posguerra: cuando veía los volúmenes en los escaparates de la calle Sierpes como “un objeto que no tenía ninguna posibilidad de adquirir” entonces. A los catorce pudo comprar, en la librería Sanz, El Rey Lear de Shakespeare.

El agradecimiento de Edurne Portela por el galardón era igualmente sincero. Su novela, que tiene a su Euskadi natal como escenario, “no trata de explicar la violencia sino de mostrarla; en el hogar, la familia, la política...”. Un libro “duro”, considera, pero “fácil de leer”, abierto a un público amplio. Los libreros de Madrid lo han premiado, entre otras razones, por conseguir “hacer trascender lo privado e íntimo de la violencia intrafamiliar” hasta establecer una relación directa con la situación social y política de todo el país en los años de plomo de ETA. Mejor la ausencia recuerda, según el jurado, que “el olvido no es una opción”, porque el sufrimiento “queda agazapado por más tiempo que pase”.

Los libreros como necesidad

Portela cree en los libreros como “los grandes prescriptores de literatura; son absolutamente necesarios, no solo por lo comercial sino porque crean la comunidad literaria”. Desde el gremio hicieron hincapié en ese tejido, llamando a “respetar el precio fijo” de los libros, a que “no se rompa la frágil cadena autor-editor-distribuidor-librero”.

En la categoría de poesía resultó premiado Las órdenes (La Bella Varsovia), de Pilar Adón, por levantar una voz de rebelión desde la condición femenina con un lenguaje “conciso y rotundo”. La niña más pequeña de toda la escuela (Alba), de Justin Roberts y Christian Robinson, recibió el galardón a Mejor Libro Ilustrado. Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books), de Emile Ferris, el de Mejor Cómic.

El librero Carlos Pascual del Pino fue distinguido con el Premio Leyenda, que reconoce toda una trayectoria vinculada al mundo del libro, por su “trabajo de investigación de los fondos bibliográficos, su permanente contacto con el mundo académico” y el rigor para con su oficio, que “convirtieron a las librerías de Marcial Pons en un referente nacional y universal, y a Carlos Pascual en un librero respetado y querido, de manera muy especial para sus colegas de Madrid”.

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