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Los artistas urbanos se desmarcan de la violencia

Críticas matizadas a la escalada de violencia en la red de metro, tras las agresiones a empleados y viajeros

Clara Blanchar
Espacio para grafiteros en el passeig Josep Carné de Barcelona.
Espacio para grafiteros en el passeig Josep Carné de Barcelona.Joan Sánchez

La ortodoxia marca que si el grafiti es legal, no es grafiti. Cada noche en las grandes ciudades se pintan paredes, trenes y metros, como ha ocurrido desde comienzos de los años 70 en Filadelfia y Nueva York. Porque los vagones en movimiento son un gran escaparate para lo que en origen se llamó getting up, hacerse ver. Desde hace unos meses, los últimos incidentes en el metro de Barcelona han supuesto un salto de escala, por las agresiones a trabajadores y pasajeros en la red del metro de Barcelona. Unas actuaciones de las que se desmarcan varias voces de la ciudad vinculadas al arte urbano. Las mismas alertan, sin embargo, de que el grafiti es un espejo de lo que ocurre en la sociedad. Una sociedad más agresiva, frenética y pendiente de las redes sociales produce escritores que también lo son.

Empleados del metro explican que ha habido una escalada gradual en la actitud de algunos grupos. Antes pintaban solo en las horas de menos tráfico. Ahora pueden llegar a parar un tren de día. Han abierto boquetes en paredes y han cambiado cerraduras en la red de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB). Enfrentamientos con los vigilantes ha habido siempre, relatan, pero si se producían incidentes eran para salir pitando. Era un clásico, por ejemplo, vaciar extintores. Ahora han encerrado a maquinistas en las cabinas de los trenes, o han tirado piedras a personal de seguridad y empleados dentro de los vagones o en las cocheras donde se limpian los trenes. “¿Pasa cada día? No. Ni agreden por agredir, pero van a pintar muy tensos, incluso han mostrado armas blancas o barras de hierro”, resume un trabajador vinculado al comité de empresa.

El artista Roc Blackblock, autor de murales como el de Can Vies o el Ateneu Popular 9 Barris, entiende que los últimos incidentes “son una vuelta de tuerca innecesaria”. “En el grafiti y en pintar trenes hay un componente de transgresión y de saltarse las normas, está implícito, se busca el reto, la adrenalina, pero se ha entrado en una dinámica de a ver quién traspasa más líneas rojas”, critica. Y alerta de que “el grafiti es producto de la sociedad en la que vivimos, las redes sociales, la pérdida de referentes...”. Pero, con todo, defiende que “hay que cambiar el paradigma del espacio público. ¿Por qué un metro pintado no está bien y un metro vinilado con publicidad, sí?”.

Desde el fabricante de sprays Montana Colors, Alberto Feás considera que los episodios con violencia en el metro “son objetivamente reprobables”. “Muchos escritores que pintan trenes lo criticaron, porque nos tiramos piedras en nuestro propio tejado”, recuerda, y señala: “El grafiti se está poniendo de moda gracias a las redes y hay mucha más gente: y más gente quiere decir más gente haciéndolo bien, y más gente haciéndolo mal”. Feás también apunta que “los jóvenes que pintan ahora no son los mismos, conviven con un futuro que no existe (desde el calentamiento del planeta hasta las pensiones) que les lleva a vivir el presente liándola”.

“Criminalizar el grafiti”

En Barcelona, tras el descalabro que la ordenanza de civismo de 2006 supuso para el grafiti, hubo colectivos como Difusor que se dedicaron a mediar entre los artistas y la administración para habilitar muros donde pintar de forma legal. Xavi Ballaz, director del colectivo, precisa que su actividad discurre por otro camino, precisamente porque se han situado “de bisagra entre escritores y la administración” y cuestiona los incidentes del metro. “Hay gente que pinta en el metro que no llega a estos extremos, probablemente ahora se pinta más y en situaciones más complicadas”, apunta.

Desde otra entidad que gestiona muros legales, Rebbobinart, Marc Garcia lamenta que “se esté volviendo a criminalizar el grafiti”. “Lo ilegal existirá siempre, no lo defiendo pero no se puede actuar de forma violenta”, apunta, pero también carga contra TMB. Asegura que las entidades se han reunido en el Ayuntamiento pero “no quieren escuchar, no quieren oír propuestas”. García apuesta por “facilitar todavía más que se pueda pintar de forma legal”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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