Grupos vecinales contra el racismo en los barrios de Madrid
El grupo de teatro social La Rueda y los Agentes Antirumores utilizan el juego para combatir los estereotipos dentro de la comunidad
Una propuesta teatral dirigida a erradicar el miedo al diferente y así acabar con el racismo en los barrios. Laura Presa Fox y Fernando Gallego son los creadores de un proyecto llamado Mosaico, que se está llevando a cabo en cinco barrios de Madrid: Lavapiés, Carabanchel, Chamberí, San Blas y Ventilla, con el fin de crear comunidad dentro del barrio. Esta pareja es la creadora de La Rueda Teatro Social, que el pasado lunes organizó un taller en el II Foro Mundial sobre las Violencias Urbanas y la Educación para la Convivencia y la Paz, organizado por el Ayuntamiento de Madrid en El Centro Cultural Matadero.
La lluvia no es un pretexto para quitarse el abrigo y empezar a moverse en el taller de La Rueda. Los asistentes empiezan con timidez a seguir las instrucciones de Fernando Gallego: “moved la mano derecha en círculos”. La idea es usar el juego como facilitador de conflictos sociales, empezar a reconocer al otro y pensar como una comunidad. “La mejor forma de conocerse con el otro es tocándolo”, dice Laura Presa. Es lo primero que hacen en los distintos barrios en donde realizan el proyecto de teatro social. Los asistentes se ponen en parejas y se empiezan a dar un masaje mientras tienen que ir respondiendo preguntas que va haciendo Gallego. ¿Qué significa violencia? ¿Cuál fue la primera vez que te sentiste parte de una comunidad? Las parejas empiezan a hablar y sin darse cuenta revelan episodios de sus vidas donde se produjo racismo o discriminación.
Una hora después los asistentes que llegaron siendo unos desconocidos salen sintiendo que están más cerca unos de otros. “Es increíble cómo en solo una hora de taller nos abrimos con el compañero”, dice uno de los asistentes. Este es el trabajo que hacen estos “guías artísticos”, como se llaman así mismos, dentro de los barrios de Madrid.
En Carabanchel (Comillas), unas 30 mujeres se reúnen una vez por semana y han encontrado un espacio seguro en el que ser protagonistas por primera vez. Laura Presa cuenta que ha sido un proceso muy fuerte: las mujeres han podido hablar de los abusos que sufren en casa y fuera de ella. Por ejemplo, la directora cuenta que a las sesiones empezó a asistir una refugiada palestina: “Yo antes le tenía miedo cuando la veía por la calle y la rechaza por diferente. Ahora durante los talleres hemos conectado”. El objetivo es conformar un mosaico con personalidades dispares y distantes entre sí que en ocasiones pueda llegar a ser un conglomerado caótico. “Generar comunidad previene el miedo al diferente”, explica Presa.
Combatir los rumores, combatir los tópicos, combatir el miedo
El juego también puede acabar con los temores y los tópicos que giran alrededor de otras culturas y que se instalan a través de la desinformación. Lo combaten en Madrid los Agentes Antirumores y la campaña desmontando tópicos gestionado por La Rueca que también participaron en el II Foro de Violencias Urbanas. El programa comenzó a funcionar en mayo de 2017 en Usera y en un año han llevado a cabo talleres en los que han participado 2.934 personas. La clase comienza con los organizadores, Jesús Muñoz y Gustavo Fernández, poniendo una etiqueta en la frente de los asistentes: “musulmán”, “mujer” o “gitana”. Acto seguido, los “agentes antirumores” piden a los asistentes que traten a sus compañeros como lo harían con estos colectivos. “El objetivo es crear conflicto para a partir de ahí poder desmontar los tópicos racistas que se dan en los barrios de Madrid”, dice Muñoz.
En el experimento, de una hora, participan más de 40 personas por sesión. Cuando estas experiencias se trasladan a la realidad, explican, el recuerdo de lo vivido en el juego de asignación de roles ayuda a mejorar la convivencia en los barrios de un distrito tan multicultural como lo es Usera, que a partir de los años 90 empezó a recibir población extranjera. En 2008, las personas nacidas en China y censadas en Usera ascendían a 5.815, según datos facilitados por el Ayuntamiento. Cinco años después, el número creció hasta 6.052 y hoy ya son 8.519, sin contar a los ciudadanos que han nacido en Madrid pero cuyos padres son de origen chino, lo que supone un aumento del 46% con respecto a hace diez años.
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