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Hermitage, polémico desde el minuto uno

El nuevo proyecto de Toyo Ito para la sede del museo ruso en Barcelona llega tras el fallecimiento del ideólogo científico del proyecto, el reputado Jorge Wagensberg

José Ángel Montañés
Lugar donde se construirá el museo del Hermitage en el puerto de Barcelona.
Lugar donde se construirá el museo del Hermitage en el puerto de Barcelona.Carles Ribas

Desde que en octubre de 2012 este diario dio a conocer los planes de un grupo inversor para que el Museo del Hermitage abriera sede en Barcelona, el proyecto ha ido gestándose a espaldas de la ciudad, que no ha dejado de mirarlo con recelo, incredulidad, malestar y crítica, sobre todo por darse a conocer en el momento en el que la crisis económica ahogaba a muchos de los equipamientos culturales de Barcelona. El nuevo museo, que traerá a la ciudad obras del rico fondo de más 2,9 millones de piezas que custodia el Palacio de Invierno de la ciudad rusa de San Petersburgo, gozará de un enclave estratégico, en la nueva bocana y terminal de cruceros que se construye en el puerto de Barcelona, junto al hotel W, el proyecto que salió adelante tras reducir 50 metros de altura por imposición municipal. El Hermitage de Barcelona estará muy cerca de las naves en desuso del puerto de Barcelona donde se quería ubicar en un principio. Su enclave lleva a los promotores del proyecto a hablar de un millón de visitantes al año, superando, incluso al Museo Nacional de Arte de Cataluña, MNAC, principal museo catalán.

A los pocos días de conocerse la notica, las autoridades catalanas, con el presidente Artur Mas a la cabeza, firmaron un convenio con el Hermitage para colaborar 30 años en el que este museo cedía “obras de arte de reconocido prestigio internacional necesarias para crear y poner en marcha el museo”, y así “encajarlo en la oferta cultural de la ciudad con niveles de calidad y rigor”. En el acuerdo se establecía que una sede provisional abriría sus puertas en 2013.

Pese a eso, el museo siguió sin gozar de buena prensa en la ciudad, que veía como la franquicia de un museo extranjero se añadía a la oferta cultural de Barcelona, pese a que desde el consistorio, primero de Xavier Trias y luego de Ada Colau, se ha asegurado siempre, que no se aportaría “ni un euro” y que la financiación sería “100% privada”.

No cambió la actitud contraria después de saberse, un año después, que el científico de prestigio Jorge Wagensberg, impulsor de un centro como Cosmocaixa, sería el director del proyecto museográfico. Tampoco cuando, cuatro años después de falta de información en el que se desecharon varias ubicaciones más allá de las naves primigenias —como la Facultad de Náutica del Pla de Palau; el enorme edificio de la Aduana situado frente a las Drassanes o, incluso, las Tres Chimeneas de Sant Adrià—, los promotores del nuevo museo, con el diseñador Ujo Pallarés y su socio Valery Yarovslaski y el propio Wagensberg, presentaron las líneas fundamentales del Hermitage Barcelona y lo que podría verse cuando el centro abriera sus puertas, según se anunció entonces, en 2019.

Según el físico y divulgador, en el centro, de 15.500 metros cuadrados, cinco plantas y siete salas de exposiciones, se explicaría “la historia de la Humanidad mediante la colección del museo ruso a través del diálogo entre ciencia y arte; utilizando una museografía científica moderna, usando una singular combinación de piezas, fenómenos y metáforas museográficas”. Entre los ejemplos que puso Wagensberg: la conquista de la perspectiva en la pintura “desde Altamira hasta Dalí, una aventura de 20.000 años de antigüedad”. Para ello se contará con una colección permanente, que cambiará cada diez años, una sala para muestras temporales y otra en la que se instalará “la pieza del mes”, una obra destacada de las cerca de tres millones de obras con que cuenta el Hermitage.

En esa misma fecha se anunció que el edificio, “de proporciones áureas”, y de aspecto “racional y clásico” sería construido por el arquitecto Íñigo Amézola que este lunes seguía anunciando dicho proyecto en su página web.

La presentación de 2016 contó con la presencia de un centenar de personas de la sociedad civil barcelonesa y política catalana, entre ellos los responsables de museos de la Generalitat, el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, que destacaron que el proyecto presentado tenía una “vocación cultural” pero, también, “una dimensión comercial”, además de asegurar que se estaría vigilante para que “los contenidos no se dirijan solo a los turistas”.

Tras el fallecimiento de Wagensberg el pasado mes de marzo, el proyecto se quedó huérfano y parecía que volvía a encallarse. Pero no fue así, a los pocos meses los responsables del proyecto encargaron un nuevo edificio a Toyo Ito, el prestigioso arquitecto japonés, premio Pritzker, que cuenta con otras tres obras en la ciudad y alrededores, como la orgánica Torre Fira y los apartamentos Suites Avenue, frente a La Pedrera de paseo de Gràcia. Fuentes cercanas al proyecto aseguran, además, que siguen contando con el equipo de colaboradores de Wagensberg para llevar a cabo e inaugurar el nuevo museo.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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