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La coleccionista olvidada

Maria Regordosa, fallecida en 1920, reunió excepcionales joyas antiguas, trajes regionales, abanicos y tapices, la mayoría en paradero desconocido

José Ángel Montañés
"Sala Regordosa" en el Museo de las Artes Decorativas de Pedralbes, en 1935, con los trajes regionales.
"Sala Regordosa" en el Museo de las Artes Decorativas de Pedralbes, en 1935, con los trajes regionales.Arxiu Fotogràfic de Barcelona

El nacimiento de muchos de los museos de Barcelona se produjo entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, coincidiendo con una edad de oro del coleccionismo catalán, ayudado por la celebración de exposiciones municipales de Bellas Artes. La mayoría de los nuevos coleccionistas del momento se decantaron por el arte medieval de los primitivos, pero también por las artes decorativas, sobre todo cerámicas, tapices, abanicos y tejidos. Algunas de estas colecciones acabaron ingresando en los fondos de museos de la ciudad y pueden ser admiradas en centros como el Museo del Diseño de Glòries. Otras, terminaron dispersas y en paradero desconocido. Es lo que ocurre con la de María Regordosa Jover (1888-1920) prácticamente en el olvido, ya que a su condición de mujer se une el hecho de su muerte prematura.

Regordosa protagonizó la comunicación de Clara Beltrán y Maria Àngeles López presentada en la jornada Mercado del Arte, Coleccionismo y Museos que se celebró recientemente en Sitges organizada por los museos de esta localidad y la Universitat Autònoma de Barcelona, y que se ha convertido, tras siete ediciones, en una cita ineludible para los historiadores del arte interesados en el coleccionismo catalán.

Maria Regordosa retratada por Oleguer Junyent.
Maria Regordosa retratada por Oleguer Junyent.Arxiu Fotogràfic de Barcelona. Fondos Armengol-Junyent

Regordosa fue una mujer culta, refinada, inquieta y apasionada que merece un libro y, por qué no, una película. Hija única del rico industrial textil Roman Regordosa Soldevila, se casó, después de 15 años de relación, con uno de los toreros más famosos de su tiempo: el sevillano Ricardo Torres Reina, Bombita, después de superar la oposición familiar. En junio de 1920, apenas un año después de casarse, y a punto de cumplir los 32, falleció a los dos días del parto de su primer hijo.

La reconstrucción de su biografía y de su perfil coleccionista se ha podido realizar gracias a fuentes primarias como catálogos, prensa histórica, correspondencia y transmisión oral, ya que la historiografía no se ha ocupado casi nada de ella. “Una de las fuentes fundamentales es el prólogo que realizó en 1935 otro coleccionista, Oleguer Junyent, para un catálogo de su colección, cuando su marido después de exponer las piezas de su mujer en La Feria Iberoamericana de Sevilla de 1929, depositó parte de la colección en el Museo de Artes Decorativas de Pedralbes”, explica Beltrán. “Oleguer la conocía bien porque él trabajó, como decorador, para varias viviendas de la familia Regordosa, como la Casa Burés, propiedad de los tíos de la coleccionista, y porque habían sido cómplices a la hora de coleccionar”, tal y como ponen en evidencia cartas conservadas por Junyent recuperadas durante el trabajo para la tesis doctoral de la investigadora.

“Su espíritu aventurero le llevó a recorrer la geografía española y varias capitales europeas como París y Londres en busca de objetos preciados de su colección, tal y como recogía la prensa de la época”, resalta Beltrán, que destaca el carácter ecléctico de la misma al estar compuesta por joyas antiguas, abanicos, tapices, encajes, trajes regionales y algunas piezas de pintura, mobiliario e instrumentos musicales.

Dibujo de Maria Regordosa realizado en 1924 por J. Pizà.
Dibujo de Maria Regordosa realizado en 1924 por J. Pizà.

Su colección de joyas, formada por unas 200 piezas, “sorprende por su variedad y abundancia, singularidad y exquisitez, comparables con algunos de los mejores museos del mundo en la materia”, apunta Beltrán. Se componía de piezas arqueológicas de origen fenicio y otras, en su mayoría de los siglos XV, XVI y XVII, como pinjantes en oro y cristal de roca, sortijas, pendientes, relicarios, broches, especieros, broches y un largo etcétera. Según Beltrán, la colección se conoce solo por las reproducciones y fotografías de la época ya que en la actualidad está en paradero desconocido.

Hasta hace poco también estaba desaparecida la colección de trajes regionales. “En 1935 Bombita los depositó en el museo de Pedralbes con la intención de donarlos a la ciudad, con la intención de cumplir la voluntad de ella. De hecho, la sala fue bautizada con el nombre de la coleccionista. Durante la guerra, los trajes corrieron la misma suerte que el resto de patrimonio: viajaron a Olot y al exterior para huir de las bombas. Pero tras la guerra, su hijo los reclamó y se los llevó. Nada se sabía de estas piezas consideradas excepcionales, pero a finales de 2017 se identificaron en el Museo del Traje de Madrid, provenientes de un lote que se había comprado, junto a más de 200 prendas de ella, por dos millones de pesetas a Edmund Peel Fine Art”. Según Beltrán “ha sido una de las alegrías de la investigación ya que no estaban identificados como de la colección Regordosa”.

Beltrán asegura que el ejemplo de Regordosa no es único: “existen otras mujeres coleccionistas de la época, como María Barrientos, Madronita Andreu, hija del doctor Andreu, Maria Junyent, sobrina de Oleguer y Tórtola Valencia, entre otras. La historiografía se ha ocupado muy poco de ellas y sus colecciones. Casi todas están por investigar. Hay que estudiar el lado femenino del coleccionismo”, remacha.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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