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AUTODEFENSA

Conocer las técnicas de los violadores para aprender a escapar de ellos

Cientos de mujeres van a clases de autodefensa femenina del Ayuntamiento de Madrid sobre tácticas de seguridad personal

Gloria Rodríguez-Pina
El profesor enseña una técnica para zafarse de un agresor sexual en el curso del miércoles en el polideportivo del distrito de Retiro.
El profesor enseña una técnica para zafarse de un agresor sexual en el curso del miércoles en el polideportivo del distrito de Retiro.KIKE PARA

De noche y solas, las mujeres tienen miedo en la calle y desarrollan sus propios mecanismos de defensa. Hablar por teléfono es muy habitual, para que un hipotético agresor piense que alguien te puede auxiliar y sentirte menos sola. Es, sin embargo, un gran error. La atención disminuye y llegado el caso, “nadie va a salir del móvil a ayudarte”, como explica con gracia Israel Bárcenas en una de las jornadas de autodefensa femenina que ofrece gratis el Ayuntamiento en todos los distritos. De estos cursos de cuatro horas en los que están participando cientos de mujeres una no sale convertida en Uma Thurman en Kill Bill, pero se aprenden estrategias como utilizar un móvil para zafarse de un ataque. Y que gritar “¡fuego!” moviliza más ayuda que “¡socorro!”.

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El monitor arranca la clase para 15 mujeres de edades muy distintas descubriendo detalles sobre la psicología del típico agresor sexual desconocido que ataca en la calle. Todas comparten el temor a un fantasma muy real que les ha perseguido de siempre pero casi ninguna conocía las claves que despliega el profesor, según dice, extraídas de estudios en prisiones. “¿En qué se fija para buscar una víctima? En poder dominarla y someterla. Que sea rubia, morena, joven o mayor le da igual”. Las más mayores, que pensaban que ya no eran objetivo de violadores, fruncen el ceño. Para alivio de María Carmen Jiménez, de 59 años, que desde que se mueve con bastón se siente más vulnerable, un posible asaltante verá su báculo como un arma en potencia.

“Da pena que tengamos que ser nosotras quienes tengamos que aprender a defendernos y no se invierta más en educación en ellos contra las violaciones”, opina Carlota Ortega, de 24 años, en un descanso entre llave y llave. Pero mientras esa balanza injusta se invierte, siente que el curso le aporta algo de seguridad y control.

Las zonas poco transitadas y oscuras son las más peligrosas. Está el factor de que es más difícil que nadie te preste ayuda, pero también, que el agresor tiene miedo a poder ser reconocido. En un aparcamiento vacío, en un andén de metro a última hora, Bárcenas recomienda mirar a un desconocido a la cara, saludarle o preguntarle la hora. Evidentemente no tiene por qué ser un violador, pero si lo fuese, “que no vea miedo y que sepa que le reconocerías”, recomienda. “Se lo pones más complicado, pero no es la panacea”, reconoce. Cuando la cosa ya se pone fea y no tienes escapatoria, ni una alarma de bolsillo ni un espray de autodefensa, “hay que hacerle creer que lleva el control, que se envalentone y en un momento dado, se relaje”. Se trata de intentar tener ventaja. “Es un teatro que cuesta muchísimo”, admite el profesor de la Federación madrileña de Luchas Asociadas, que organiza estos cursos con la dirección general de Deportes del Ayuntamiento.

Aprender técnicas de autodefensa “es de lo más útil que se pueda enseñar a las chicas”, opina Paula Paños, psicóloga de 23 años. “A las niñas nos han enseñado siempre a callar, a ser buenas, y en estas situaciones es contraproducente”, añade. Su hermana Ana, de 34, ilustra hasta qué punto cala ese mensaje de “tú no hagas nada, que no sabes cómo puede reaccionar y qué más te puede pasar a ti”. Cuando el profesor habla de los espráis, ella, que es pacifista, pregunta si está justificado usarlo, por el daño que pueden causar. Si eres mayor de 18 y necesitas defenderte, y además estás en una situación de inferioridad física, sin duda es autodefensa, replica el profesor.

Agresiones cotidianas

Entre las alumnas, el porcentaje de mujeres que ha vivido agresiones o acoso sexual de algún tipo es alto, como en la vida misma. Una de cada tres mujeres europeas ha sufrido violencia desde los 15 años, según una macroencuesta de la Agencia Europea de Derechos Humanos y un tercio de las españolas se ha sentido acosada sexualmente (32%) al menos una vez. A Eva, de 48 años, hace muchos años un hombre le dio un beso en el almacén donde trabajaba. “Fue el único puñetazo que he dado en mi vida”. A Antonia Barrero, de 67, un día le dieron un toallazo por la calle. “No supe reaccionar”, dice, a pesar de que sabía taekwondo. María Carmen Jiménez alguna vez ha tenido que salir corriendo en la tienda en la que trabaja y no se le olvida el pantalón azul marino y la camisa transparente que llevaba puesto el exhibicionista que se encontró en las escaleras de su casa con 10 años. “El instinto de supervivencia te ayuda”, cree ella.

Depende. Amalia (nombre ficticio), de 54 años, tiene “un psicópata en la espalda”: su ex. Ella aprendió krav maga, unas técnicas de ataque militar israelí, y aikido, el arte marcial japonés. “Pero cuando me enfrento al maltratador, me hago pis”. La teoría se la sabe, dice, pero se ve “incapacitada para ponerla en práctica”. “No somos capaces de sacarles los ojos, no nos han educado para eso”. En el curso de este miércoles ha aprendido nuevas técnicas de golpeo, agarres y sobre todo, escapes, pero para ella es fundamental trabajar la parte psicológica, que se trabaja más en los seminarios de cuatro días que también ofrece el Ayuntamiento.

Las cuatro horas de curso en el polideportivo del distrito de Retiro se pasan volando. Una joven enérgica, de 28 años, se parte con la compañera endeble y desgarbada que le ha tocado y se asegura de que termine dominando la técnica, embistiendo hasta 10 veces si hace falta. José Eulogio Arroyo, también profesor, vigila que con tanto ímpetu no haya lesiones. Lo que hay son muchas risas pero muy pocas certezas de que, llegado el momento, una se atreva a pasar a la acción. Hace falta además mucha práctica para automatizar las llaves.

“Con unas nociones sales, pero con un tío delante, no sé si me sentiría con la fuerza y la capacidad”, reconoce Paula Paños. Ortega saca a la psicóloga que ambas llevan dentro y opina que el curso te da “una caja de herramientas” para prevenir y aprender a salir de situaciones de riesgo. “Es importante reflexionarlo en un espacio como este; si no lo has pensado o hablado en algún momento, es más difícil reaccionar. Si eres capaz de racionalizar, te sientes más segura para hacerlo”, explican juntas. Para Ortega, la jornada ha sido “una forma de empoderamiento, de sentir tú que también puedes tener el control”.

“Salir de la situación y huir”

"Lo que enseñamos son técnicas sencillas; no se trata de entrar en conflicto y en combate, sino de salir de la situación de peligro y huir", explica Arroyo. Nieves Romero, coordinadora del programa en el Ayuntamiento, insiste en la misma idea. Lo que buscan, dice, es que las mujeres aprendan a zafarse y prevenir. "Y aumentar la autoestima de las mujeres, que no tengan miedo", añade. Según las encuestas que hacen tras los cursos, el 88,12% de las participantes sale pensando que ha mejorado su nivel de seguridad.

Este es el segundo ciclo de jornadas y seminarios que organizan. Los cursos de un día enseñan nociones básicas y los de cuatro, de cuatro horas diarias, profundizan en todos los aspectos. En la primera ronda, participaron más de 1.700 mujeres. En esta, que continúa hasta diciembre, esperan el mismo éxito, y ya están trabajando en la tercera ronda, que se celebrará en los 21 distritos en marzo de 2019.

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