¡¿Vives en Alcorcón ?!
La gente que jamás superó los límites de la M30 considera que después de ella hay un océano similar al Atlántico
Es una de las frases que más he escuchado cuando me preguntan dónde resido. La respuesta es un sí orgulloso, a la defensiva o acompañado de mil justificaciones, según me pille el día. La reacción siempre ha mezclado asombro con cierta incredulidad.
En muchos casos, tiene que ver con el esquema que hay en la cabeza de quienes se sorprenden por ver a alguien que no se corresponde con los estereotipos que recaen sobre las habitantes del Sur de Madrid.
La gente que jamás superó los límites de la M30 considera que después de ella hay un océano similar al Atlántico que imaginaban en la Edad Media.
-¿Tras Finisterre?
- Sí, a continuación, los monstruos de siete cabezas.
Hace no mucho, cenando con varias amigas, una chica canadiense que se unió quiso saber dónde vivíamos. La de Fuenlabrada y yo no supimos decirle en inglés “a las afueras” (lo busqué después, es outskirts), así que la única que tiene casa en el centro le contó que era “algo así como una favela”. Me pareció tan increíble que estuve riéndome toda la noche. Ella pretendía explicar que estamos alejadas de la capital, sin embargo, dejó patente algo que piensan muchos: que el extrarradio está falto de servicios, es peligroso y está mal comunicado. Vamos, que es Ciudad de Dios.
Luego, dándole vueltas, me acordé de que cursé preescolar en unos barracones a los que llamaron colegio por piedad. Eran los ochenta y no recuerdo si teníamos calefacción, pero sí que el conserje me enseñó a echarme el aliento en las manos para entrar en calor. Es cierto, nuestro pasado no fue próspero pero supongo que, en esa época, en pocos lugares pudo serlo.
Ha llovido bastante desde entonces y, aunque en la actualidad no seamos súper boyantes, les garantizo que andamos mejor. Con todo, continúan las cuestiones recurrentes, una es "¿cómo venís a Madrid?”. En demasiadas ocasiones, he tenido ganas de responder “en burro”, pero no me atrevo por si alguien se lo cree. Cuando explicamos que tenemos metro (solo en Alcorcón, dos paradas de la línea 10 y cuatro de la 12), autobuses y tres estaciones de Cercanías, creo que hay personas que se decepcionan.
Ahora bien, yo, como periférica, también juego a afirmar que vivimos en “Mordor”. Lo hago cuando quiero irme pronto. Me invento que me queda toda una yincana por delante hasta llegar y que tengo que coger el último metro /tren o blasa ( nuestras “camionetas”). Enseguida me dejan ir, entre apenadas y afectadas, por mi penosa situación.
Algún día, quizá me anime a confesar que también tenemos búho.
No obstante, hay quien siendo de las afueras ha interiorizado el prejuicio. Un día, fui al Paseo de Extremadura a cortarme el pelo y una clienta de la peluquería me comentó que ella también había vivido en Alcorcón pero, como era cantante, tuvo que salir de ahí para poder triunfar. Como si Puerta del Ángel fuera Broadway. Me ofendió tanto que le respondí que yo había estado en muchos países, por haber sido reportera en Españoles en el Mundo y que no me había hecho falta abandonar(nos)… Fui una ridícula, pero el barrio duele y se defiende.
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