Picasso, deslumbrado por París
Una exposición en el Museo Picasso de Barcelona aborda la fascinación y la influencia en el malagueño de la capital francesa y sus artistas, como Degas, Cézanne, Manet y Gauguin
París impresionó tanto a Pablo Picasso que cuando viajó por primera vez a la ciudad francesa en octubre de 1900 supo que su carrera artística tenía que pasar por la capital francesa. Acudió, como muchos otros artistas jóvenes, con apenas 18 años, para participar en la Exposición Universal con una de sus obras. Y fue un éxito. Tanto, que la ciudad también acabó descubriéndolo, dando inicio a un idilio que terminó con el genial pintor instalado a partir de abril de 1904 en el barrio de los artistas de Montmartre. Y eso, a pesar de la traumática experiencia que supuso que su mejor amigo, Carles Casagemas, con el que había viajado por primera vez a París, se suicidó en 1901 tras un desengaño amoroso, durante una tertulia en un café, pegándose un tiro en la sien. La exposición Picasso descubre París 1900-1904, que inaugura el Museo Picasso de Barcelona, muestra un buen número de obras y autores, como Edgar Degas, Paul Cézanne, Auguste Rodin, Henri de Toulouse-Lautrec, Édouard Manet y Paul Gauguin, entre otros artistas y poetas como André Salmon, Max Jacob, Guillaume Apollinaire y los hermanos Stein, que deslumbraron tanto al artista como la ciudad de las luces y sus ambientes bohemios.
La muestra es posible gracias a los préstamos de obras provenientes del Museo de Orsay (que fue la estación de tren donde llegó Picasso a París procedente de Barcelona) y del Museo Picasso de París, dos museos que han recibido una cincuentena de pinturas del malagueño de su museo barcelonés —que conserva el mayor fondo de la época de formación del pintor— para las muestras Picasso. Azul y rosa y Picasso. Obras maestras, que pueden verse desde hace unos días en estos dos museos de París.
Picasso no era virgen cuando visitó París por primera vez. Sabía el bullicio y la actividad de esta ciudad por sus amigos, con los que se reunía en el modernista Els Quatre Gats y por las revistas como Pel & Ploma en las que aparecían ilustraciones de sus cafés y el bullicio de sus calles. Por eso, antes de viajar ya pintó un pequeño dibujo acompañado de su amigo Manuel Pallarès delante de la Torre Eiffel y Notre Dame que abre la muestra. A partir de ese momento, esta exposición, comisariada por Malén Gual, conservadora del museo; una “cucada” en palabras de Emmanuel Guigon, director del museo barcelonés en la que se han pintado las paredes de las salas de un intenso color, pone a dialogar a las obras de los autores parisinos sobre todo impresionistas y simbolistas llegadas de la capital francesa con las creaciones que realizó de forma casi contemporánea Picasso; unas obras que ejercieron un cambio estilístico en el joven y consolidaron un lenguaje propio.
La exposición, que estará abierta hasta el 20 de enero, cuenta con una cincuentena de obras, 19 de ellas prestadas por el Museo de Orsay y por el Museo Picasso de París, entre dibujos, pinturas y esculturas que muestran las obras que Picasso vio durante los cuatro viajes que hizo entre octubre de 1900 y abril de 1904, hasta que se instaló definitivamente a vivir en ella.
Según la comisaria Malén Gual, en los primeros días vividos por Picasso en París, se dedicó a visitar los pabellones de la Exposición y allí pudo contemplar de primera mano las obras de Manet; como la impresionante Corrida de Toros, una impresionante pieza que ha viajado desde París y que podría pasar por ser de Ramon Casas o incluso por Goya y que dialoga con la no menos impresionante Caballo corneado de Picasso, de 1917. También visitó la muestra paralela organizada por Rodin en la plaza del Alma.
Esos primeros días frecuentó a sus amigos catalanes: “Casas lo retrata al carboncillo delante del edificio de la Exposición, y a su vez Picasso se autorretrató con sus amigos a la salida de la muestra, o en Montmartre”, explica Gual.
En mayo de 1901 Picasso se trasladó de nuevo a París con motivo de la exposición que Pere Manyac había organizado de su obra en la galería Vollard, para la cual el pintor español llevó cerca de sesenta obras de temas parisinos de la vida nocturna, apuntes callejeros e incluso algunos bocetos de moda, en los que se aprecia, según Gual, “la influencia de Steinlen, Toulouse-Lautrec y de los postimpresionistas. “Picasso quiere verlo todo y expresarlo todo”, anota Gustave Cocquiot en Le Journal; o “Se descubren fácilmente, además de las de los grandes artistas del pasado, bastantes influencias probables como Delacroix, Manet, Monet, Van Gogh, Pissarro, Toulouse-Lautrec, Degas, Forain, Rops...”, señala el crítico Félicien Fagus.
Como en otra de las obras más destacadas de la muestra, Planchadoras, de Degas, un artista que Picasso conocía por Miguel Utrillo y por el que mantuvo su interés toda su vida. Aunque no tanto como admiró a Cézanne y su obra, que conoció desde 1900. Las tres piezas que se pueden ver en la muestra: Cinco bañistas (1878), El mar a L'Estaque (1879) y Naturaleza muerta con cajón abierto (1879), las adquirió a lo largo de los años y siempre permanecieron en su colección privada. La última, puesta al lado de Naturaleza muerta de Picasso invita más a ver los parecidos entre las dos obras que a encontrar las siete diferencias.
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