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Mercat de Música Viva de Vic, 30º aniversario sin nostalgia

El acto de inauguración del festival repasó su historia con humor e ironía, además de canciones

David Carabén, en la inauguración del Mercat de Música Viva de Vic.
David Carabén, en la inauguración del Mercat de Música Viva de Vic.

El tiempo pasa, y en su transcurrir va dejando marcas y recuerdos que acaban siendo los meandros de la vida. Cuando se alcanza un número redondo en ese gotear del tiempo, los humanos acostumbran a ponerse tiernos, la lágrima cae fácil y en ocasiones tapa esos recuerdos de cuando se tenían menos años y la vida era un enorme pastel que devorar. Llega la nostalgia, ese sentimiento puro en solitario que deviene pura mercancía en común, particularmente si hay sesgos generacionales. Es por ello que resulta muy de agradecer que el Mercat de Música Viva de Vic iniciase la celebración de su treinta aniversario dando plantón a la nostalgia, arrinconando los recuerdos, a la postre cada asistente al acto tenía los suyos propios, intransferibles, y centrando en el humor y la autoparodia una fiesta musical protagonizada por doce músicos que a la postre representaron a los miles de ellos que durante estos treinta años han servido su música dando sentido al Mercat, que hasta el próximo domingo desplegará más y más música en Vic.

El guión, de Oriol de Balanzó y Natza Farré, que ejerció de presentadora con ese buscado tono impertinente que marca las distancias, convirtió la Atlántida en el recinto donde se celebraba un consejo de administración del propio Mercat. Entre artista y artista, todos ellos en formato café piano, acompañados por Jaume Manresa, colaborador habitual de Joan Miquel Oliver, Natza fue tratando en base a epígrafes en ese inglés comercial que casi da risa todos los temas relativos a un acontecimiento como el Mercat, iniciándose por cómo han cambiado los tiempos en la industria —de comprarse discos a ignorarse lo que eso es— y siguiendo por el papel del público; las relaciones internacionales del Mercat; sus cambios de escenarios, siempre distribuidos por la piel de la ciudad; la distribución de sexos de sus directores, siete y todos hombres, "si hay alguien a quien ofende este dato, en fin, las mujeres salimos ofendidas de casa", dijo Natza; el papel de la prensa en búsqueda de un nuevo sentido en tiempos digitales o, hablando de temas digitales, la configuración del propio Mercat como una especie de Tinder gracias al cual los músicos ya no deambulan solos y olvidados por las oscuras calles de sus ciudades. Humor e ironía, pero también datos con sentido y reflexiones con tino envueltas en sonrisas.

La música que se intercaló entre las palabras, o quizás fue al revés, cada quien lo pudo pensar a su albedrío, fue encarnada en ese ramillete de artistas que en uno u otro momento marcaron el Mercat e incluso su propia carrera por participar en él. En un amplio muestreo estilístico, artistas como Lluís Gavaldà, David Carabén, Mercedes Peón, Miquel Gil, Andrea Motis, Chicuelo, Quimi Portet, Alba Carmona o Kepa Junkera fueron del jazz al pop, pasando por flamenco y folk. Quizás si se echó en falta que se introdujesen las canciones que interpretaban, o las razones que por ejemplo llevaron a Marinah a cantar Corre Lola corre, cuando no que quedase claro que Kiki Morente cantó Aleluia en homenaje a la presentación que su padre y Lagartija Nick hicieron de su disco Omega hace muchos años en este Mercat que este año cumple años. En este sentido, cierta falta de contexto hizo parecer fortuita la selección de artistas y temas, pero hacer cuadrar un guión así con datos de ubicación parecía una elección de incierto resultado. Algo se sacrifica al intentar matar la nostalgia y dejarla para cada cual.

Lo que quedó claro es que Nuria Graham, natural de Vic, abrió y cerró el concierto/consejo de administración como prueba de que la capital de Osona es nuestro Liverpool particular. Y estará en plena ebullición hasta el domingo, mientras Juliane Heinemann celebra y se prepara para presentar el año que viene el espectáculo L'ùltim camí de Walter Benjamin, proyecto que ha recibido los 10.000 euros que la fundación Puig Porret concede anualmente a un artista para que produzca un espectáculo. Hoy mismo The Pinker Tones y el Quartet Brossa presentan el homenaje a Leon Theremin que han producido como ganadores del premio en 2.017.

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