“No es una manifestación para todos los catalanes”
Amigos que nunca se han manifestado el 11-S
A la misma hora que la manifestación de la Diada arrancaba en Barcelona, cuatro amigos remataban su almuerzo en una terraza de Tarragona. Dani, de Castellvell del Camp, un pequeño pueblo pegado a Reus, y Elisabet, de Tarragona con ascendencia cordobesa, comparten mesa con Francisco, de Barcelona y con raíces en Sant Boi de Llobregat, y con su acompañante, una chica de nacionalidad ucraniana atenta a la conversación y que apenas mascullará unas palabras para pedirle a Francisco que baje la voz.
“Nunca”, responden sobre si alguna vez han asistido a la manifestación de la Diada. “No es una manifestación para todos los catalanes, solo para unos cuantos”, alega Francisco. “Huyo de los extremismos”, apostilla Dani, antes de desplegar una conocida teoría sobre el auge del independentismo: “Ha servido para tapar la corrupción de Pujol y compañía”. Francisco abunda en las conjeturas sobre el influjo de la escolarización y dice que es en los colegios donde se siembra la semilla para hacer florecer independentistas: “En las escuelas catalanas a los niños se les enseña que Cristóbal Colón fue catalán”.
Los dos se declaran “buenos amigos”. Francisco define a Dani como “muy catalán” porque domina el idioma. “Puede ser, pero me siento más cómodo entre gente que ha llegado de fuera, de Andalucía, por ejemplo, que entre catalanes de pura cepa”, cuenta Dani. Cuando se le preguntan los motivos de tal sentimiento, esgrime que el perfil independentista tipo denota “prepotencia y superioridad”.
Francisco agrega que la supuesta supremacía no va asociada a la pureza del linaje: “Los peores, los más radicales, son los que provienen de familias castellanas, se avergüenzan de los suyos”, sentencia. Elisabet les desmiente: “No estoy de acuerdo”. Se siente igualmente lejos del independentismo, pero pide “respeto” por las opiniones de los demás: “Mi mejor amiga es independentista, y sus padres son extremeños, para nada siente vergüenza de su familia”, asegura. El camarero llega para retirar los platos y aprovecha para deslizar una nota de lo que han tomado que roza los 80 euros. “Aquí somos españoles, pero lo respetamos todo”, dice cuando advierte el tono de la charla.
Al introducir en el debate la situación de los políticos presos, Dani y Elisabet muestran coincidencias de criterio: “Me parece muy mal que se meta en la cárcel a la gente por defender sus ideas, la libertad de expresión es fundamental”, opina él. “Hubiera sido necesario resolver las cosas de una manera más sutil, sin llegar tan lejos”, considera ella. Francisco, en cambio, cree que la cárcel es justa y necesaria: “Fue un golpe de Estado, y Tejero bien que pagó lo suyo”. Las consecuencias del procés generan controversia. Para Francisco, el “enfrentamiento civil” está al caer; Elisabet y Dani abogan por el diálogo.
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