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Carmena marca el paso

La decisión de la alcaldesa de Madrid de volver a presentarse condiciona el resto de candidaturas a los comicios de 2019. PSOE y PP todavía no tienen un nombre claro

Carmena, en la clausura del I Foro Internacional de Migraciones y Convivencia Ciudadana en Toledo.
Carmena, en la clausura del I Foro Internacional de Migraciones y Convivencia Ciudadana en Toledo.ULY MARTÍN

El PP llevaba 24 años gobernando Madrid cuando una jueza jubilada de izquierdas giró la balanza en mayo de 2015. En apenas dos meses, Manuela Carmena, con 71 años y hasta entonces desconocida para la opinión pública, sedujo a uno de cada tres madrileños, que le hicieron alcaldesa. Se convirtió en un icono, musa de canciones, ilustraciones y de la ilusión revolucionaria del cambio. “Soy provisional por edad y por planteamiento personal”, avisó en campaña. A nueve meses de las elecciones todos han aguardado inmóviles su decisión.

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Su entorno ha callado a la espera del anuncio formal de ella misma este mes, según adelantó la portavoz municipal, Rita Maestre. Inés Sabanés, concejala de Medio Ambiente y Movilidad, dejó caer el pasado martes en una rueda de prensa que la veía “animosa”. Dos días después preguntaron a la alcaldesa en un acto si ya tenía un veredicto. “Estoy en ello”, contestó.

El equipo de Gobierno de Ahora Madrid, la amalgama de partidos políticos —Podemos e IU—, movimientos municipalistas y organizaciones ciudadanas con la que concurrió a los comicios, respeta sus tiempos e insiste en que la decisión de la regidora es absolutamente personal, no política. Cuando a Carmena le propusieron en 2015 ser candidata, rechazó varias veces la invitación. Al final aceptó con la idea de cimentar un proyecto sólido que continuase sin ella. Con 74 años, Carmena es hoy menos joven, pero ese Madrid que quería construir todavía depende en buena parte de ella.

“Obviamente es un personaje clave que marca estas elecciones”, reconoce Jorge García Castaño, concejal de Economía y Hacienda y del distrito Centro. “Manuela encarna la transversalidad, la pluralidad y la apertura del proyecto, aunque ese enfoque ha sido una política de todo el Gobierno”, apunta.

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“Siendo contrario a los hiperliderazgos, hemos conseguido que todo el mundo esté mirando qué vamos a hacer; los equilibrios en Madrid cambiaron y con todos los obstáculos, hemos demostrado nuestra capacidad de gobernar”, señala Carlos Sánchez-Mato, concejal presidente de Vicálvaro y Latina.

La candidatura de Carmena impulsó los mejores resultados para la izquierda madrileña —sumando los votos del PSOE y de IU desde 1991 hasta 2015—, en distritos conservadores como Salamanca, Retiro y Chamartín. “Si ganamos en 2019 podríamos entrar en un ciclo largo de gobiernos progresistas, como está pasando en otras ciudades”, opina García Castaño.

Carmena mantiene esa capacidad movilizadora, como reconocen hasta sus rivales electorales. Y por eso su decisión es importante también para el resultado que obtenga como candidato autonómico de Podemos Iñigo Errejón. “Que Manuela siga es importantísimo para Errejón”, aseguran fuentes próximas a la candidatura del fundador de Podemos. “Quiere exportar a la región lo que ella ha representado en el Ayuntamiento, y también en la campaña de 2015, cuando fue una candidata transversal, capaz de atraer a electores que no eran necesariamente de Podemos”, añade este interlocutor.

Transversalidad

“Nuestras encuestas muestran que hay un 30% de los electores tradicionales de Izquierda Unida que no votarían a Podemos, porque nos ven demasiado nuevos. Sin embargo, generacionalmente empatizan con Carmena”, asegura una fuente de la dirección regional del partido de Pablo Iglesias. “Y Errejón se apoyará en el discurso del Ayuntamiento para hacer campaña, en la idea de que Carmena representa un Madrid moderno, abierto, más parecido a Copenhague que a Albacete”.

En la oposición, solo parece claro el nombre de Begoña Villacís, de Ciudadanos, como candidata en 2019. PSOE y PP elegirán a la persona que se mida con ella tras conocer su decisión.

“Carmena mantiene un tirón electoral”, reconocen fuentes de los dos partidos. “Al PSOE nos quitó votos. Su decisión nos afecta en las posiciones y las candidaturas”, señalan fuentes socialistas. “Lo que hay que ver es cómo, si se elige a alguien para competir o para complementar”, añaden. “Ella aporta el valor de la buena imagen, el de la sensatez dentro de la locura que ha sido su gobierno”, critican fuentes del Partido Popular.

“Lo vamos a hacer tan bien que les vamos a seducir”, prometió Carmena en 2015 a quienes no le habían votado. La gestión de Alberto Ruiz-Gallardón (PP), que ganó por mayoría absoluta, tuvo una aprobación del 60% en 2008 en la Encuesta de Calidad de Vida y Satisfacción con los Servicios Públicos de Madrid, una suerte de barómetro del CIS de la ciudad. Carmena, que fue segunda en votos por detrás de Esperanza Aguirre y gobierna en minoría, obtuvo un 57,7% en el sondeo de 2017, tres puntos más que en 2016.

Un Madrid para pasear

Carmena podría sentirse satisfecha con la reducción de la deuda municipal y el aumento del superávit durante su legislatura. Prometió un Madrid con muchos menos coches en el centro, que invitase a andar, a circular en bici, y que estuviese menos contaminado. Está en ello, con el proyecto de peatonalización de la Gran Vía y el área de tráfico restringido Madrid Central, que empezará a sancionar a quienes circulen sin permiso a partir de febrero de 2019, poco antes de las elecciones.

Durante su mandato no ha hecho grandes construcciones multimillonarias pero ha puesto en marcha centenares de pequeños proyectos en los barrios, ha licitado 23 equipamientos en distritos y ha creado una red de 56 escuelas infantiles y está construyendo 13. Su Gobierno puede ser recordado también por haber impulsado la transparencia y la participación ciudadana.

Su legislatura ha tenido también momentos críticos. En diciembre de 2017 cesó al entonces concejal de Economía y Hacienda, Sánchez-Mato, por su enfrentamiento con el exministro Cristóbal Montoro. Seis concejales se ausentaron del pleno en el que se aprobó el Plan Económico y Financiero y otros tres amenazaron con dimitir. Carmena es quien toma las decisiones —de forma más pragmática que política—, y esa verticalidad no siempre ha sido bienvenida entre quienes provienen de movimientos horizontales.

A Carmena y a su equipo todavía le queda bastante para cumplir sus objetivos. Hay miles de personas en lista de espera para vivienda social pero solo se han empezado a construir 2.500. Queda mucho por hacer en movilidad y en limpieza y está pendiente un plan estratégico de inversiones en el sur y sureste, clave para avanzar en equidad. Todos permanecen atentos este septiembre, pendientes de cuándo anuncie formalmente su decisión.

Una política atípica

A la alcaldesa no le interesa la política de partidos ni la política espectáculo. “Seré una alcaldesa muy diferente. Todo el mundo se extrañará de tener una alcaldesa como yo”, auguraba en 2015. Quienes trabajan con ella cuentan que le encanta la gestión y que llega a trabajar a primera hora, en metro, andando o en su coche eléctrico. Quiere saber de manera sistemática cómo funcionan las cosas, qué se está haciendo, cómo y con qué resultado. Además de la alcaldía lleva personalmente el área de Cultura y Deportes. Va mucho a los barrios a escuchar a los vecinos y comprobar cómo están los distritos. A esas visitas, dicen fuentes cercanas a la alcaldesa, ha dedicado buena parte de sus vacaciones este verano, que ha pasado en Madrid (excepto por una escapada ciclista a Francia y unos días en Lleida).

La regidora no se prodiga por las televisiones pero, como la describió en un acto público José Luis Martínez-Almeida, portavoz municipal del PP, en torno a ella se ha creado una “especie de figura mítica”. “La gente demanda autenticidad y trazabilidad y ella tiene un amplio recorrido desde los años setenta en la defensa de los derechos humanos. Es un personaje muy fiable, muy sólido, y eso es muy complicado de encontrar en la política actual”, dice Jorge García Castaño. La frescura con la que habla contribuye a diferenciarla de la política clásica.

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