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Manuel Godoy, desconocido regidor perpetuo de Madrid

El valido extremeño creó el Observatorio Astronómico, las escuelas de Medicina, Sordomudos y Veterinaria y promovió la enseñanza pública

Copia del retrato que hizo Goya de Godoy, hecha por Agustín Esteve.
Copia del retrato que hizo Goya de Godoy, hecha por Agustín Esteve.ANDREA COMAS

La educación pública en España y la defensa del patrimonio arqueológico tuvo en Madrid un precursor áulico: el valido real Manuel Godoy (Badajoz, 1767-París, 1851), nombrado en 1796 regidor perpetuo de la Villa y Corte, en la que fundó importantes instituciones docentes, científicas y culturales. Como tal, lo retrató Francisco de Goya en un cuadro hoy perdido. La labor de zapa de sus poderosos enemigos políticos ocultó aquellos merecimientos. Sin embargo, nuevas investigaciones documentales, así como la copia de su retrato por un colaborador del genio aragonés, permiten hoy –fecha en la que se conmemora en Aranjuez el motín que le derrocó— corroborar la condición de Godoy como ilustrado, pionero de la instrucción pública y del legado patrimonial histórico.

Recientes estudios sobre la figura de Manuel Godoy le atribuyen una evidente vocación reformadora e ilustrada versada hacia Madrid. Suya fue la fundación de la Escuela Superior de Medicina en Madrid en 1795 y dos años antes, la de la primera Escuela de Veterinaria. Igualmente, Godoy decidió la creación en Madrid de los Cuerpos e Ingenieros de Caminos e Ingenieros Cosmógrafos; inauguró el Observatorio Astronómico del parque del Retiro madrileño, así como la Escuela de Sordomudos y el Instituto Militar Pestalozziano, hoy desaparecido, entre otras instituciones científico-docentes.

A partir de 2001, 150º aniversario de su muerte, investigadores como Carlos Seco Serrano rehabilitaron su figura y probaron documentalmente el importante impulso, como mecenas, dado por Godoy a la arqueología española, explícito en la financiación real de las excavaciones en Sagunto, Mérida, Segóbriga y en la zona del río Duratón, así como la restauración de coruñesa Torre de Hércules. Desde el punto de vista administrativo, creó la figura del juez conservador de antigüedades, inicialmente para Sagunto y Mérida, además de formalizar el patrocinio estatal de publicaciones filológicas y arqueológicas.

Entre sus principales merecimientos destaca el haber sido mentor de la primera legislación de alcance nacional para la protección de antigüedades, mediante una normativa pionera que obligaba también a la protección de monumentos árabes y hebreos. Todo aquel impulso cultural se veía aleccionado, según sus biógrafos, por el deseo de arrebatar de las manos del clero y de la nobleza el monopolio de la instrucción del pueblo. Como mecenas, Godoy protegió a personalidades artísticas de la estatura de Juan Meléndez Valdés, Leandro Fernández Moratín y Francisco de Goya, al que el valido extremeño encomendó la pintura, según se afirma, de las dos célebres Majas. Goya retrató asimismo a la condesa de Chinchón, y también a su esposo, el poderoso prócer extremeño en el cuadro perdido, pero cuya copia por Agustín Esteve se conserva. 

Claves pictóricas testimoniales

En el retrato que hiciera a Manuel Godoy (1767-1851) Francisco de Goya (1746-1828), hoy perdido, el genio aragonés representaba al valido real del rey Carlos IV de Borbón en posse grata, ataviado de uniforme de gala, con el pecho esmaltado por destellantes condecoraciones y rodeado de un entorno singular: a su espalda se erguía un edificio docente por él creado, el Instituto Pestalozziano, rematado por un frontón triangular neoclásico, con una leyenda en letras doradas: “A la educación de los españoles”; bajo el frontón, niños provistos de instrumentos geométricos, como triángulos, daban fe de su condición de colegiales. En su mano izquierda, Godoy mostraba abierto el libro Educación Pública, obra del reformador ilustrado suizo Johan Heinrich Pestalozzi.

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El rey Carlos IV, acosado por los validos de su padre Carlos III, los condes de Aranda y Floridablanca, y sus respectivos grupos de presión en la Corte, encumbró a Manuel Godoy hasta el más alto rango político y militar para zafarse de aquéllos. El favorito pacense, tan ambicioso como diestro en la esgrima, la equitación y la intriga, mimado por la esposa del monarca, María Luisa, logró dirigir la política española entre 1794 y 1808, ora desde la superficie, como secretario de Estado, bien desde la segunda línea en la sombra. Pese a su desmesurada ambición personal, pugnó Godoy con denuedo por mantener a España en su condición de gran potencia mundial frente a una Inglaterra imperial y una Francia revolucionaria en los albores del reinado napoleónico. Pactos cruzados y equilibrios secretos que le obligaron siempre a jugar a dos y tres barajas, le granjearon la inquina del primogénito real, el futuro Fernando VII, que, hábil en las conspiraciones palaciegas, decidió la caída en desgracia de Godoy.

Comoquiera que el favorito regio Manuel de Godoy concitara en la Corte madrileña el odio del clero, que a la sazón hegemonizaba la enseñanza, así como el de los nobles, al considerarlo advenedizo por proceder de la nobleza provinciana extremeña, su obra, su figura y su imagen sufrieron la agresión intrigante de ambos estamentos; posteriormente, fue sometido a la damnatio memoriae, tras cambiar las tornas políticas que le habían encumbrado al valimiento en 1792, ocho años después de ingresar en la Guardia de Corps del monarca. Su memoria trataría de ser ensombrecida por sus poderosos enemigos.

La casa que Godoy tenía en la madrileña calle del Barquillo fue saqueada por turbas dirigidas por agentes fernandinos, al igual que lo fueron otras instituciones de significación ilustrada creadas por el valido antes de una desgracia política que le llevaría a morir en el destierro francés en 1851. En uno de aquellos asaltos tumultuarios al Instituto Pestalozzi, que fue devastado, el retrato que le hiciera Goya se perdió de manera definitiva. Solo se conserva un fragmento en un museo de Dallas. Sin embargo, Godoy había encargado una copia para sí a la Academia y ésta a Agustín Esteve, retratista valenciano, alumno de Bayeu, Maella y Mengs, colaborador de Goya y profesor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El retrato original había sido destinado al Instituto Militar Pestalozziano. Tras el almacenamiento de obras de arte por los franceses en el palacio madrileño de Buenavista, la copia pasó a los fondos de la institución académica madrileña, donde hoy se encuentra tras ser restaurado en 2013.

José María Luzón, rector del Museo de la Real Academia, quien fuera director de los Museos del Prado y del Arqueológico Nacional, señala: “Además de que el cuadro copiado por Esteve convierte a Manuel Godoy en precursor de la enseñanza pública en España, el original de Goya relacionaba aquel impulso ilustrado del valido real con el librepensamiento y la masonería, a tenor de la característica simbología que en él figura —acacias, frontones y triángulos— así como la referencia a Pestalozzi”, el gran reformador y democratizador de la instrucción pública en Europa en clave laica y rousseauniana.

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